Redención, Redentor J.I.P.
Redención
significa liberación de algún mal
mediante el pago de un precio. Es algo más que simple liberación. Los
prisioneros de guerra pueden ser liberados mediante el pago de un precio que se
llama “rescate” (gr. lytron). El grupo de palabras basado en lytron se formó específicamente para trasmitir
esta idea de liberación mediante el pago de rescate. En este círculo de ideas,
podemos considerar que la muerte de Cristo fue “un rescate por muchos” (Mr.
10.45).
También
podían ser liberados los esclavos mediante un mecanismo de rescate. En la
compra ficticia por un dios, el esclavo podía pagar el precio de su libertad al
tesoro del templo, y entonces debía pasar por la solemne formalidad de ser
vendido al dios “para libertad”. Técnicamente, seguía siendo esclavo del dios,
y en consecuencia podía asignársele alguna obligación piadosa. Pero en lo que
se refería a los hombres, quedaba libre a partir de ese momento.
Alternativamente, el esclavo podía simplemente pagar el precio a su amo. Lo
característico de ambas formas de liberación es el pago del precio del rescate
(lytron). “Redención” es el nombre
que se da a este procedimiento.
Entre
los hebreos podemos ver una situación diferente, bien ilustrada en Ex.
21.28–30. Si un hombre poseía un buey peligroso, debía tenerlo guardado. Si se
escapaba y corneaba a alguien, de modo que le producía la muerte, la ley era
clara: “el buey será apedreado, y también morirá su dueño”. Pero aquí no se
trata de un homicidio voluntario o alevosamente premeditado. Por ello está
estipulado que puede pagarse un rescate (heb. koµfer). Podía pagar una suma de dinero, y de ese
modo redimir su vida prendada.
Otros
usos del rescate en la antigüedad se refieren a la redención de la propiedad,
etc., pero los tres que hemos detallado son los más importantes. Los tres
tienen en común la idea de una libertad asegurada mediante el pago de un
precio. Fuera de la Biblia
no varía prácticamente el uso. Vemos unos pocos pasajes metafóricos, pero estos
sirven para aclarar el significado básico del término. El pago de un precio
para obtener la libertad es lo fundamental y característico.
Esto
es lo que hace tan útil el concepto para los cristianos primitivos. Jesús les
había dicho que “todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Jn. 8.34).
Consecuentemente, Pablo se considera “carnal, vendida al pecado” (Ro. 7.14),
vendido como bajo un cruel amo de esclavos. A los romanos les recuerda que en
épocas pasadas ellos también habían sido “esclavos del pecado” (Ro. 6.17).
Desde un punto de vista diferente, los hombres fueron condenados a muerte por
su pecado, “porque la paga del pecado es la muerte” (Ro. 6.23). Los pecadores
son esclavos. Están condenados a morir. Cualquiera sea el concepto que
adoptemos, el mundo antiguo habría considerado que la situación era tal que se
hacía necesaria la redención. De no ser así, la esclavitud continuaría y
tendría que llevarse a cabo la sentencia de muerte. Contra Pelag ese trasfondo
aparece la cruz de Cristo. La cruz es el precio pagado para liberar a los
esclavos y poner en libertad al condenado.
Lo
que da fuerza a la metáfora es la constante presencia de la idea del pago de un
precio. Pero es precisamente esto lo que disputan algunos, que consideran que
redención es simplemente otra manera de decir “liberación”. La razón principal
por la que así piensan es la existencia de algunos pasajes veterotestamentarios
en los que se dice que Yahvéh ha redimido a su pueblo (Ex. 6.6; Sal. 77.14s,
etc.), y que sería ridículo pensar que él tenga que pagarle algo a alguien.
Pero deducen demasiado. La metáfora no ha perdido su significado (cf. el dicho
“vendió cara su vida”). A veces el AT muestra a Yahvéh con tanto poder que toda
la potencia de las naciones resulta insignificante en comparación. Pero en esos
pasajes no entra el concepto de la redención. Cuando aparece la redención gira
en torno a la idea de esfuerzo. Yahvéh redime “con brazo extendido”, hace
conocer su fuerza. Dado que ama a su pueblo o redime, pagando él mismo el
precio correspondiente. Su esfuerzo se entiende como el “precio” que se paga.
Esta es la razón por la cual se emplea terminología redentora.
La
voz característica neotestamentaria referida a la redención es apolytroµsis, palabra poco usada en
otras partes, comparativamente. La encontramos diez veces en el NT, pero
aparentemente sólo ocho veces aparece en el resto de la literatura griega. Es
posible que esto indique la convicción de los cristianos primitivos de que la
redención lograda por Cristo fue única. No significa, como algunos han querido
verlo, que entendían que la redención no era más que “liberación”. Para esto
último empleaban términos como rhyomai, ‘rescate’. apolytroµsis significa liberación mediante el pago de un precio, que en este
caso fue la muerte expiatoria del Salvador. Cuando leemos acerca de “redención
por su sangre” (Ef. 1.7), evidentemente se entiende que la sangre de Cristo es
el precio de la redención. Lo mismo ocurre con Ro. 3.24s, “siendo justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a
quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre”. Aquí Pablo
se vale de tres metáforas, la del tribunal de justicia, la de los sacrificios,
y la de la manumisión. A nosotros nos interesa la última. Pablo ve un mecanismo
de liberación, pero mediante el pago de un precio, la sangre de Cristo. También
en He. 9.15 la redención está relacionada con la muerte de Cristo. Además, a
veces aparece la mención de precio, pero no de redención, como en las
referencias al haber sido “comprados por precio” (1 Co. 6.19s; 7.22s). La idea
básica es la misma. Cristo compró a los hombres mediante el precio de su
sangre. En Gá. 3.13 el precio de la redención se expresa con las palabras
“hecho por nosotros maldición”. Cristo nos redimió al tomar nuestro lugar, al
cargar con nuestra maldición. Esto nos hace ver claramente la idea de la
sustitución en la redención, idea que a veces se destaca, como ocurre en Mr.
10.45 (“en rescate por muchos”).
La
redención no sólo vuelve la mirada al Calvario, sino también hacia la libertad
de que gozan los redimidos. “Habéis sido comprados por precio”, dice Pablo,
“glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu” (1 Co.
6.20). Precisamente, porque han sido redimidos a ese costo los creyentes deben
ser hombres de Dios. Deben mostrar en su manera de vivir que ya no están
sujetos al cautiverio del que han sido liberados, y se los exhorta a
mantenerse, por lo tanto, “firmes en la libertad con que Cristo nos hizo
libres” (Gá. 5.1).
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