Guatemala,
Noviembre 18 de 2001
CARACTERISTICAS
DE LA PERSONA QUE MINISTRA
(Las
Ciudades de Refugio)
“Habla
a los hijos de Israel y diles: Cuando crucéis el Jordán a la
tierra de Canaan
fin
de que pueda huir allí el homicida que haya herido a alguna persona
sin intención.”
(Nm.
35:10-11 – LBA)
INTRODUCCION:
Después
de haber sacado al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, Dios
comenzó a darles mandamientos, estatutos y decretos que habrían de
regir los diferentes aspectos de la vida, dentro de los cuales se
incluyen ordenanzas específicas referentes al homicidio y la
violencia. Dentro de estas leyes estaba establecido que si una
persona cometía un homicidio también debía morir, pero si había
cometido homicidio sin intención o por accidente, debía refugiarse
en un lugar señalado para ello (Exo. 21:12-13). Luego, cuando
Dios le dio instrucciones al pueblo de Israel con respecto a las
ciudades que deberían dar a los levitas para que pudieran habitar en
medio del pueblo, estableció que deberían darles cuarenta y ocho
ciudades en total, de las cuales deberían escoger seis como Ciudades
de Refugio, siendo los lugares señalados para que el homicida huyera
y fuese librado del vengador de la sangre (Núm. 35:1-8), lo cual
constituye una figura para nosotros que somos el Israel de Dios.
DESARROLLO:
Cuando
ocurría un homicidio en Israel, Dios había establecido conforme al
Antiguo Pacto, que la persona que hería de muerte a otra persona,
tenía que morir también, porque la sangre derramada contaminaba la
tierra y la única forma de hacer expiación por la tierra a causa de
la sangre derramada en ella, era por medio de la sangre de la persona
que la había derramado (Exo. 21:12; Núm. 35:33-34), sin embargo
Dios también estableció que si lo había herido de muerte sin
intención, sin haber tenido enemistad anteriormente con él o por
accidente, el homicida debía huir del vengador de la sangre a una
ciudad de refugio hasta que compareciera delante de la congregación
para ser juzgado (Exo. 21:13; Núm. 35:9-15), Ahora bien, si
entendemos que las cosas que fueron escritas en tiempos pasados
fueron escritas para nuestra enseñanza, a fin de que por medio de la
perseverancia y el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza
(Rom. 15:4), es indudable que todo lo que se ha descrito
anteriormente con respecto a las leyes sobre el homicidio, contiene
una enseñanza para nuestra vida en el Nuevo Pacto que habrá de
darnos consuelo y esperanza, de manera que es importante que
analicemos cada uno de los personajes y aspectos que intervienen en
esta figura, tal como se describe a continuación.
EL
HOMICIDA: En términos generales describe a una persona que ha
pecado, por cuanto el homicidio es un hecho que quebranta la Ley de
Dios (Exo. 20:13), sin embargo Dios hace una clasificación entre la
persona que cometía homicidio de manera premeditada y el que cometía
homicidio sin intención o por accidente, de tal manera que cuando el
homicidio era premeditado, el homicida moría indefectiblemente (Núm.
35:20-21), siendo figura de una persona que practica
el pecado (1 Juan 3:8-9) para quien no queda sacrificio alguno por
los pecados, sino una horrenda expectación de juicio (Heb. 10:26-31)
pero cuando el homicidio era sin intención o por accidente, el
homicida debía ser librado del vengador de la sangre en una ciudad
de refugio (Núm. 35:22-25) lo que representa a una persona que
cometió
un pecado, para el cual ha sido designado el Señor Jesucristo como
Abogado para con el Padre y como propiciación por el pecado (1 Juan
2:1-2) por cuanto Dios es tan misericordioso que no juzga solamente
las acciones, sino también las actitudes de la persona que ha pecado
contra El.
LA
CONGREGACIÓN:
En el Antiguo Pacto el homicida debía comparecer ante la
congregación de Israel, representada por los ancianos,
quienes debían oír y juzgar el caso (Núm. 35:24; Jos. 20:1-4) para
determinar si el homicida era culpable o si había cometido homicidio
sin intención, debiendo también entregarlo al vengador o a la
ciudad de refugio, según lo que hubieren juzgado (Núm. 35:25; Deut.
19:11-13). Esto significa que en el Nuevo Pacto los ancianos
de una congregación deben juzgar los diferentes casos de pecados y
determinar si la persona debe ser entregada al vengador o debe ser
restaurada en una ciudad de refugio.
EL
VENGADOR:
Es la persona que debía dar muerte al homicida cuando se encontrara
con él, a fin de hacer expiación por la tierra, a causa de la
sangre que había sido derramada en ella. El término vengador
se traduce del vocablo hebreo Go’el
que también se utiliza para describir a un redentor o a un pariente
cercano, de manera que en el Antiguo Pacto era el pariente más
cercano a la persona que había muerto quien debía dar muerte al
homicida, siendo figura de tres personas diferentes que hacen la
función de vengador en el Nuevo Pacto, disciplinando, castigando o
azotando a una persona que ha cometido un pecado en contra del Cuerpo
de Cristo, con el propósito de hacer expiación y quitar la
contaminación.
-
Dios
(Nahúm 1:1-2; Salmos 94:1-2; 1 Tesalonicenses 4:3-6).
-
Una
Autoridad (Romanos 13:1-4).
-
Satanás
(1 Corintios 5:1-5).
LA
CIUDAD DE REFUGIO:
Era el lugar designado por Dios para que acudiera allí la persona
que hubiese cometido homicidio sin intención, tanto antes de ser
juzgado por los ancianos con el propósito de librarle
del
vengador de la sangre, como después de haber sido juzgado, a fin de
ser restaurado
allí hasta la muerte del sumo sacerdote (Núm. 35:12,24,25). Las
ciudades de refugio representan para el Nuevo Pacto a las personas
que han alcanzado cierto nivel de madurez y tienen la capacidad para
ministrar a aquéllos que han cometido un pecado, con el propósito
de librarlos del vengador y de restaurarlos con un espíritu de
mansedumbre (Gál. 6:1). Estas personas deben tener
características específicas que les permitan hacer correctamente la
función para la cual han sido designadas por Dios, las cuales están
descritas en los siguientes aspectos:
Características
Generales:
Es
interesante notar que Dios designó seis
ciudades de refugio, porque en el contexto bíblico el número seis
es número
de hombre,
porque a lo largo de toda la Biblia siempre aparece relacionado con
la humanidad. Esto significa que Dios designó a seres humanos
para hacer la función de ministrar a su pueblo, con el propósito de
que el pueblo no ponga su confianza en los hombres sino en Dios, sin
tomar este aspecto como una excusa para no buscar ministración.
De la misma manera, la persona que ha sido designada por Dios para
ministrar debe obrar con benignidad o compasión para con las
personas que ministra, porque él mismo está sujeto a flaquezas
(Heb. 5:1-3). Por otra parte, también es importante notar que
las ciudades de refugio debían estar ubicadas en el centro de un
campo
de pastoreo
(Núm. 35:1-5 – Dios Habla Hoy), lo cual significa en primer
término que las personas que ministran deben estar bajo la autoridad
y la cobertura de un ministerio pastoral; en segundo término, es muy
importante que haya un lugar específico dentro de la congregación
destinado para la ministración, para que el pueblo pueda acudir allí
y ser atendido, de manera que no es correcto que una persona vaya a
ministrar a otra en su casa, excepto por alguna delegación pastoral
en casos específicos.
Características
Específicas: Además de lo que se explicó con anterioridad
existen otras características importantes que debe tener la persona
que ministra, las cuales están descritas en la Biblia, tomando como
figura el significado de los nombres y la ubicación de cada una de
las ciudades de refugio, según están descritas en Josué 20:1-9.
Cedes
(Heb. Kedesh):
Significa Lugar
Santo
y se deriva del verbo Kadash
que puede ser traducido como consagrar
o santificar,
dando a entender que la persona que ministra debe buscar la santidad
y consagrarse a Dios. Cedes estaba ubicada en Galilea
(Heb.
Galiylah)
que significa distrito,
y era el nombre de un grupo de veinte ciudades al Norte de
Samaria; esto nos enseña que la persona que ministra no debe ser una
persona solitaria o aislada (ver Prov. 18:1 – La Biblia de las
Américas), sino debe formar parte de un equipo ministerial que
trabajan en armonía. Por otra parte, estaba dentro del
territorio de la tribu de Neftalí (Heb. Naphtaliy)
que significa lucha
o contienda,
dándonos a entender que la persona que ministra debe ser alguien
dispuesto a pelear batallas espirituales por sí mismo y por las
personas a quienes ministra.
Siquem
(Heb. Shekem):
Significa hombro
que, en el contexto bíblico representa responsabilidad; además de
esto, los levitas transportaban el Arca del Pacto sobre sus hombros
(1 Cro. 15:15), dándonos a entender que la persona que ministra debe
ser responsable en la función que le ha sido encomendada y debe
hacerlo con el Arca del Pacto sobre sus hombros, es decir, teniendo
comunión constante con Dios, de manera que también pueda colocar un
manto sobre sus hombros para cubrir la desnudez de aquéllos a
quienes ministra, tal como hicieron los hijos de Noé (Gén.
9:20-23). Siquem estaba ubicada en la región montañosa de Efraín
(Heb. Ephrayim)
que significa doblemente fructífero, dando a entender que la persona
que ministra debe abundar en frutos agradables a Dios.
Quiriat-arba
(Heb. Qiryath
ha-Arbá):
Significa Ciudad
de Cuatro
que es un número que representa equilibrio, de manera que la persona
que ministra debe ser equilibrada en los diferentes aspectos de su
vida. Además de esto, Quiriat-arba también era conocida con
el nombre de Hebrón que significa asociación
y se deriva del verbo Habar
que significa unir
o unirse
a alguien,
lo cual denota que la ministración siempre debe ir enfocada hacia la
unidad, tanto dentro del contexto familiar como dentro del Cuerpo de
Cristo. Hebrón estaba ubicada en el territorio de Judá (Heb.
Yehuwdah)
que significa alabado,
dando a entender que quienes ministran deben ser personas de buen
testimonio, lo que hace que sean alabadas por otras personas
(comparar Rom. 13:3; 1 Cor. 11:2;).
Beser
(Heb. Betser):
Significa fuerte
o fortaleza
por lo que se entiende que las personas que ministran deben ser
personas fuertes en los diferentes aspectos de su vida,
principalmente en cuanto a su carácter y su conciencia sabiendo que
no son fuertes por su propia fuerza, sino por la fuerza que proviene
de Dios (ver 2 Cor. 12:9-10). Esta ciudad se ubicaba en el
territorio de la tribu de Rubén que significa Ved,
un hijo,
dándonos a entender que las personas que ministran deben conducir a
la persona que es ministrada a no poner su mirada en él, sino en el
Hijo de Dios que es el único que nos puede librar de la ley, del
pecado y de la muerte (Rom. 7:24-25).
Ramot
(Heb. Ra’moth):
Significa alturas,
se ubicaba en la región de Galaad (Heb. Gilad)
que significa región
rocosa
y representa el lugar que busca el águila para ser rejuvenecida
(Sal. 103:5), es decir, una roca que se encuentra en las alturas de
los montes, en donde ser transformada. Esta ciudad se
encontraba dentro del territorio de Gad, cuyo significado es fortuna
o afortunado
y nos habla de una vida plena o vida en abundancia,
Golán
(Heb. Go’lan):
Se origina del verbo Galah
que significa descubrir o remover, haciendo referencia a la función
de la ministración de descubrir por medio de los dones y las
manifestaciones del Espíritu Santo (1 Cor. 12:4-11) la condición
interna de la persona que está siendo ministrada. Esta ciudad
pertenecía a la región de Basán (Heb. Bashan)
que significa fructífero
o fértil,
siendo figura del corazón del hombre en donde se siembra la semilla
que es la Palabra de Dios y da fruto al treinta, al sesenta y al
ciento por uno. Golán se encontraba en el territorio de
Manasés (Heb. M’enashsheh) que significa el que hace olvidar que
debe ser una característica importante de la persona que ministra.
CONCLUSION:
La
ministración es el medio que Dios ha establecido para que su pueblo
sea perfeccionado y pueda alcanzar la estatura del varón perfecto,
designando para este efecto a personas con características
específicas que les permiten ser semejantes a una ciudad de refugio,
a donde puede acudir toda persona que ha quebrantado los mandamientos
del Señor, a fin de ser librado del vengador y ser restaurado por
medio de la sangre que fue derramada por el Sumo Sacerdote del Nuevo
Pacto, es decir, el Señor Jesucristo.