EXANASTASIS III
No debemos pasar
por alto la transformación de los discípulos en todo esto. Como hicimos notar
anteriormente, eran hombres vencidos y profundamente desalentados estos seguidores
que fueron testigos de la crucifixión, pero poco después se mostraron
dispuestos a ir a la cárcel, e incluso a morir, por amor a Cristo. ¿Qué fue lo
que los hizo cambiar de esta manera? Los hombres no corren semejantes riesgos a
menos que estén seguros de lo que creen. Los discípulos estaban completamente
convencidos. Quizás deberíamos añadir que su certeza se reflejaba en su modo de
adorar. Eran judíos, y los judíos son tenaces en la adherencia a sus costumbres
religiosas. Sin embargo, estos hombres comenzaron a observar el día del Señor,
en memoria semanal de la resurrección, en lugar del día de reposo. En ese día
del Señor celebraban la santa comunión, que no era una conmemoración de un
Cristo muerto, sino una agradecida rememoración de las bendiciones que les
trasmitía un Señor vivo y triunfante. El otro sacramento, el bautismo, era una
recordación de que los creyentes eran sepultados con Cristo, y que resucitaban
con él (Col. 2.12). La resurrección daba significado a todo lo que hacían.
A veces se dice que Cristo no murió realmente sino que sufrió un desmayo, y que luego, en la frescura de la tumba, volvió en sí. Esto plantea toda una serie de interrogantes. ¿Cómo logró salir de la tumba? ¿Qué fue de él? ¿Por qué no tenemos más noticias de él? ¿Cuándo murió? Las preguntas se multiplican sin que aparezca respuesta alguna. Algunos han llegado a creer que los discípulos fueron víctimas de alucinaciones. Pero no podemos explicar así las apariciones posteriores a la resurrección. Las alucinaciones les vienen a los que en cierto sentido las están buscando, y no hay indicios de que haya sido así en el caso de los discípulos. Una vez comenzadas, las alucinaciones tienden a seguir, mientras que las apariciones cesaron abruptamente. Las alucinaciones son fenómenos individuales, mientras que en este caso hasta quinientas personas vieron al Señor en una misma ocasión. No parecería tener sentido cambiar un milagro en el plano físico por uno en el plano psicológico, que es justamente lo que exige esta teoría.
No obstante, en la actualidad muchos estudiosos niegan lisa y llanamente la posibilidad de una resurrección física. Pueden afirmar rotundamente que “los huesos de Jesús descansan en el suelo de Palestina”. Pueden decir que Jesús “resucitó” en el sentido de que ingresó en el kerygma; los discípulos se convencieron de que había sobrevivido en su paso por la muerte y que, por consiguiente, podían predicar que estaba vivo. Pueden, también, ubicar el cambio en los discípulos. Estos hombres habían visto que Jesús era realmente libre, de modo que comenzaron a experimentar lo mismo ellos también. Esto significa que se convencieron de que Jesús no estaba muerto, sino que era una influencia viva. Dos grandes escollos atraviesan la senda de todas las opiniones semejantes a estas. Uno es que no es esto lo que dicen las fuentes. En forma tan elocuente como pueden expresarlo las palabras, nos afirman que Jesús murió, que fue sepultado, y que resucitó. La segunda dificultad es de tipo moral. No podemos negar que los discípulos creían que Jesús había resucitado. Esto fue lo que les dio su empuje, y esto fue, también, el tema central de su predicación. Si Jesús estaba muerto, entonces Dios ha edificado la iglesia sobre una ilusión, conclusión inaceptable. Además, tales puntos de vista ignoran la tumba vacía. Este es un hecho insoslayable. Quizás es digno de mención el hecho de que estas perspectivas son bastante modernas (aunque ocasionalmente han surgido antecesores, cf 2 Ti. 2.17s). No forman parte del cristianismo histórico, y si fueran correctas, casi todos los cristianos han vivido en el más craso error a través de los siglos en lo que hace a una doctrina cardinal de la fe.
A veces se dice que Cristo no murió realmente sino que sufrió un desmayo, y que luego, en la frescura de la tumba, volvió en sí. Esto plantea toda una serie de interrogantes. ¿Cómo logró salir de la tumba? ¿Qué fue de él? ¿Por qué no tenemos más noticias de él? ¿Cuándo murió? Las preguntas se multiplican sin que aparezca respuesta alguna. Algunos han llegado a creer que los discípulos fueron víctimas de alucinaciones. Pero no podemos explicar así las apariciones posteriores a la resurrección. Las alucinaciones les vienen a los que en cierto sentido las están buscando, y no hay indicios de que haya sido así en el caso de los discípulos. Una vez comenzadas, las alucinaciones tienden a seguir, mientras que las apariciones cesaron abruptamente. Las alucinaciones son fenómenos individuales, mientras que en este caso hasta quinientas personas vieron al Señor en una misma ocasión. No parecería tener sentido cambiar un milagro en el plano físico por uno en el plano psicológico, que es justamente lo que exige esta teoría.
No obstante, en la actualidad muchos estudiosos niegan lisa y llanamente la posibilidad de una resurrección física. Pueden afirmar rotundamente que “los huesos de Jesús descansan en el suelo de Palestina”. Pueden decir que Jesús “resucitó” en el sentido de que ingresó en el kerygma; los discípulos se convencieron de que había sobrevivido en su paso por la muerte y que, por consiguiente, podían predicar que estaba vivo. Pueden, también, ubicar el cambio en los discípulos. Estos hombres habían visto que Jesús era realmente libre, de modo que comenzaron a experimentar lo mismo ellos también. Esto significa que se convencieron de que Jesús no estaba muerto, sino que era una influencia viva. Dos grandes escollos atraviesan la senda de todas las opiniones semejantes a estas. Uno es que no es esto lo que dicen las fuentes. En forma tan elocuente como pueden expresarlo las palabras, nos afirman que Jesús murió, que fue sepultado, y que resucitó. La segunda dificultad es de tipo moral. No podemos negar que los discípulos creían que Jesús había resucitado. Esto fue lo que les dio su empuje, y esto fue, también, el tema central de su predicación. Si Jesús estaba muerto, entonces Dios ha edificado la iglesia sobre una ilusión, conclusión inaceptable. Además, tales puntos de vista ignoran la tumba vacía. Este es un hecho insoslayable. Quizás es digno de mención el hecho de que estas perspectivas son bastante modernas (aunque ocasionalmente han surgido antecesores, cf 2 Ti. 2.17s). No forman parte del cristianismo histórico, y si fueran correctas, casi todos los cristianos han vivido en el más craso error a través de los siglos en lo que hace a una doctrina cardinal de la fe.
III.
La resurrección de los creyentes
No sólo es verdad que Jesús resucitó, sino que un día también resucitarán todos los hombres. Jesús refutó el escepticismo de los saduceos sobre este punto con un interesante argumento tomado de la Escritura (Mt. 22.31–32). La posición general del NTNT Nuevo Testamento es que la resurrección de Cristo trae aparejada la resurrección de los creyentes. Jesús dijo, “yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn. 11.25).
No sólo es verdad que Jesús resucitó, sino que un día también resucitarán todos los hombres. Jesús refutó el escepticismo de los saduceos sobre este punto con un interesante argumento tomado de la Escritura (Mt. 22.31–32). La posición general del NTNT Nuevo Testamento es que la resurrección de Cristo trae aparejada la resurrección de los creyentes. Jesús dijo, “yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn. 11.25).
En varias ocasiones habló de la resurrección
de los creyentes en el último día (Jn. 6.39–40, 44, 54). Los saduceos se
ofendieron porque los apóstoles anunciaban “en Jesús la resurrección de entre
los muertos” (Hch. 4.2). Pablo nos dice que “por cuanto la muerte entró por un
hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como
en Adán todos mueren, también por un hombre la resurrección de los muertos.
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados” (1 Co. 15.21s; cf.cf. confer (lat.), compárese 1 Ts. 4.14). De la
misma manera, Pedro dice, “nos hizo renacer para una esperanza viva, por la
resurrección de Jesucristo de los muertos’ (1 P. 1.3).
Resulta
perfectamente claro que los autores de los libros del NTNT Nuevo Testamento no
pensaban que la resurrección de Cristo fuese un fenómeno aislado. Se trataba de
un gran acto divino, pleno de consecuencias para los hombres. Al resucitar a
Cristo, Dios ponía su sello de aprobación sobre la obra expiatoria efectuada en
la cruz. Demostraba su poder divino frente al pecado y la muerte, al mismo
tiempo que su voluntad de salvar a los hombres. Por ello, la resurrección de
los creyentes es consecuencia inmediata de la de su Salvador. Tan
característico de ellos es la resurrección que Cristo puede hablar de ellos
como “hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección” (Lc. 20.36).
Esto no quiere decir que todos los que serán resucitados lo serán para bendición. Jesús habla de la “resurrección de vida”, pero también habla de la “resurrección de condenación” (Jn. 5.29). La clara enseñanza del NT Nuevo Testamento es que todos serán resucitados, pero que los que han rechazado a Cristo encontrarán que la resurrección es asunto sumamente grave. Para los creyentes, el hecho de que su propia resurrección está relacionada con la de su Salvador transforma totalmente la situación. A la luz de la obra expiatoria realizada a favor de ellos enfrentan la resurrección con calma y gozo.
Poco dice la Escritura sobre la naturaleza del cuerpo de resurrección. Pablo dice que se trata de un “cuerpo espiritual” (1 Co. 15.44), lo que a aparentemente significa que satisface las necesidades del espíritu. Expresamente lo diferencia del “cuerpo físico” que tenemos ahora, e inferimos que un “cuerpo” que satisface las necesidades del espíritu es, en algún sentido, diferente del que actualmente conocemos. El cuerpo espiritual tiene las cualidades de incorruptibilidad, gloria, y poder (1 Co. 15.42s). Nuestro Señor nos ha enseñado que no habrá matrimonio después de la resurrección, y por lo tanto no habrá función sexual (Mt. 12.25).
Quizás podamos adelantar algo si pensamos en el cuerpo resucitado de Cristo, porque Juan nos dice que “seremos semejantes a él” (1 Jn. 3.2), y Pablo indica que el nuestro es un “cuerpo de humillación”, pero que será semejante al “cuerpo de la gloria suya” (Fil. 3.21). Aparentemente el cuerpo de resurrección de nuestro Señor fue en algún sentido como el cuerpo natural, y en algún sentido diferente. Así, en algunas ocasiones fue reconocido inmediatamente (Mt. 28.9; Jn. 20.19s), pero en otras no (especialmente en el viaje a Emaús, Lc. 24.16; cf.cf. confer (lat.), compárese Jn. 21). Apareció súbitamente en medio de sus discípulos, que estaban reunidos a puertas cerradas (Jn. 20.19), mientras que, por el contrario, desapareció de la vista de los dos que fueron con él a Emaús (Lc. 24.31). Les dijo que tenía “carne” y “huesos” (Lc. 24.39). En algunas ocasiones comió (Lc. 24.41–43), aunque no podemos asegurar que el alimento material sea una necesidad en la vida posterior a la muerte (cf.cf. confer (lat.), compárese 1 Co. 6.13). Parecería que el Señor resucitado podía conformarse o no a las limitaciones de esta vida física según su voluntad, y esto podría indicar que cuando resucitemos tendremos facultades similares.
IV. Consecuencias doctrinales de la resurrección
La significación cristológica de la resurrección es considerable. El hecho de que Jesús haya profetizado que se levantaría de los muertos al tercer día tiene importantes consecuencias para su persona. El que pudo hacer esto es más grande que los hijos de los hombres. No cabe duda de que Pablo considera que la resurrección de Cristo reviste capital importancia. “Si Cristo no resucitó”, dice, “vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe … si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados” (1 Co. 15.14, 17). La cuestión es que el cristianismo es un evangelio, es la buena nueva acerca de la forma en que Dios envió a su Hijo para que fuese nuestro Salvador. Pero si, en realidad, Cristo no resucitó, entonces no tenemos ninguna seguridad de que se haya logrado nuestra salvación. En consecuencia, la realidad de la resurrección de Cristo tiene un profundo significado. También es importante la resurrección de los creyentes. Según Pablo, si los muertos no resucitan bien podríamos adoptar el lema “comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Co. 15.32). Los creyentes no son personas para quienes esta vida es todo. Su esperanza yace en otra parte (1 Co. 15.19). Esto da perspectiva y profundidad a su modo de vivir.
La resurrección de Cristo está relacionada con nuestra salvación, como cuando Pablo dice que Cristo “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Ro. 4.25; cf.cf. confer (lat.), compárese 8.33s). No hay necesidad alguna de entrar aquí en el significado preciso del uso de “por” y “para”; esta es tarea que incumbe a los comentaristas. Nos limitaremos a hacer notar que la resurrección de Cristo tiene relación con el acto central por medio del cual somos salvos. La salvación no es algo que ocurre aparte de la resurrección.
Tampoco termina allí. Pablo habla de su deseo de conocer a Cristo “y el poder de su resurrección” (Fil 3.10), y exhorta así a los colosenses: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba …” (Col. 3.1). Ya les había recordado que fueron sepultados junto con Cristo en el bautismo, y en el mismo sacramento fueron resucitados juntamente con él (Col. 2.12). En otras palabras, el apóstol ve el mismo poder que levantó a Cristo de entre los muertos obrando en los que son de Cristo. La resurrección es algo que continúa.
Esto no quiere decir que todos los que serán resucitados lo serán para bendición. Jesús habla de la “resurrección de vida”, pero también habla de la “resurrección de condenación” (Jn. 5.29). La clara enseñanza del NT Nuevo Testamento es que todos serán resucitados, pero que los que han rechazado a Cristo encontrarán que la resurrección es asunto sumamente grave. Para los creyentes, el hecho de que su propia resurrección está relacionada con la de su Salvador transforma totalmente la situación. A la luz de la obra expiatoria realizada a favor de ellos enfrentan la resurrección con calma y gozo.
Poco dice la Escritura sobre la naturaleza del cuerpo de resurrección. Pablo dice que se trata de un “cuerpo espiritual” (1 Co. 15.44), lo que a aparentemente significa que satisface las necesidades del espíritu. Expresamente lo diferencia del “cuerpo físico” que tenemos ahora, e inferimos que un “cuerpo” que satisface las necesidades del espíritu es, en algún sentido, diferente del que actualmente conocemos. El cuerpo espiritual tiene las cualidades de incorruptibilidad, gloria, y poder (1 Co. 15.42s). Nuestro Señor nos ha enseñado que no habrá matrimonio después de la resurrección, y por lo tanto no habrá función sexual (Mt. 12.25).
Quizás podamos adelantar algo si pensamos en el cuerpo resucitado de Cristo, porque Juan nos dice que “seremos semejantes a él” (1 Jn. 3.2), y Pablo indica que el nuestro es un “cuerpo de humillación”, pero que será semejante al “cuerpo de la gloria suya” (Fil. 3.21). Aparentemente el cuerpo de resurrección de nuestro Señor fue en algún sentido como el cuerpo natural, y en algún sentido diferente. Así, en algunas ocasiones fue reconocido inmediatamente (Mt. 28.9; Jn. 20.19s), pero en otras no (especialmente en el viaje a Emaús, Lc. 24.16; cf.cf. confer (lat.), compárese Jn. 21). Apareció súbitamente en medio de sus discípulos, que estaban reunidos a puertas cerradas (Jn. 20.19), mientras que, por el contrario, desapareció de la vista de los dos que fueron con él a Emaús (Lc. 24.31). Les dijo que tenía “carne” y “huesos” (Lc. 24.39). En algunas ocasiones comió (Lc. 24.41–43), aunque no podemos asegurar que el alimento material sea una necesidad en la vida posterior a la muerte (cf.cf. confer (lat.), compárese 1 Co. 6.13). Parecería que el Señor resucitado podía conformarse o no a las limitaciones de esta vida física según su voluntad, y esto podría indicar que cuando resucitemos tendremos facultades similares.
IV. Consecuencias doctrinales de la resurrección
La significación cristológica de la resurrección es considerable. El hecho de que Jesús haya profetizado que se levantaría de los muertos al tercer día tiene importantes consecuencias para su persona. El que pudo hacer esto es más grande que los hijos de los hombres. No cabe duda de que Pablo considera que la resurrección de Cristo reviste capital importancia. “Si Cristo no resucitó”, dice, “vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe … si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados” (1 Co. 15.14, 17). La cuestión es que el cristianismo es un evangelio, es la buena nueva acerca de la forma en que Dios envió a su Hijo para que fuese nuestro Salvador. Pero si, en realidad, Cristo no resucitó, entonces no tenemos ninguna seguridad de que se haya logrado nuestra salvación. En consecuencia, la realidad de la resurrección de Cristo tiene un profundo significado. También es importante la resurrección de los creyentes. Según Pablo, si los muertos no resucitan bien podríamos adoptar el lema “comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Co. 15.32). Los creyentes no son personas para quienes esta vida es todo. Su esperanza yace en otra parte (1 Co. 15.19). Esto da perspectiva y profundidad a su modo de vivir.
La resurrección de Cristo está relacionada con nuestra salvación, como cuando Pablo dice que Cristo “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Ro. 4.25; cf.cf. confer (lat.), compárese 8.33s). No hay necesidad alguna de entrar aquí en el significado preciso del uso de “por” y “para”; esta es tarea que incumbe a los comentaristas. Nos limitaremos a hacer notar que la resurrección de Cristo tiene relación con el acto central por medio del cual somos salvos. La salvación no es algo que ocurre aparte de la resurrección.
Tampoco termina allí. Pablo habla de su deseo de conocer a Cristo “y el poder de su resurrección” (Fil 3.10), y exhorta así a los colosenses: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba …” (Col. 3.1). Ya les había recordado que fueron sepultados junto con Cristo en el bautismo, y en el mismo sacramento fueron resucitados juntamente con él (Col. 2.12). En otras palabras, el apóstol ve el mismo poder que levantó a Cristo de entre los muertos obrando en los que son de Cristo. La resurrección es algo que continúa.
Resurrección
1. anastasis
(ajnavstasi"), denota: (I) un levantamiento (ana, arriba, y jistemi,
poner en pie) (Lc 2.34: «levantamiento»); el Niño iba a ser como una piedra
contra la que muchos en Israel
tropezarían, en tanto que otros encontrarían en su fortaleza y firmeza un medio
de su salvación y vida espiritual; (II) de la resurrección de entre los
muertos: (a) de Cristo (Hch 1.22; 2.31; 4.33; Ro 1.4; 6.5; Flp 3.10; 1 P 1.3;
3.21); por metonimia, de Cristo como el autor de la resurrección (Jn 11.25);
(b) de aquellos que son de Cristo, en su parusia, véase ADVENIMIENTO (Lc 14.14:
«la resurrección de los justos»; Lc 20.33,35,36; Jn 5.29a: «la resurrección de
vida»; 11.24; Hch 23.6; 24.15a; 1 Co 15.21,42; 2 Ti 2.18; Heb 11.35b; Ap 20.5:
«la primera resurrección»; de ahí que la inserción de «es» denota la
finalización de esta resurrección, de la que Cristo fue «las primicias»; 20.6;
(c) del resto de los muertos, después del milenio, cf. Ap 20.5 (Jn 5.29b: «la
resurrección de condenación»; Hch 24.15b: «de los injustos»); (d) de aquellos
que fueron resucitados en una relación más inmediata con la resurrección de
Cristo, y que así ya tuvieron parte en la primera resurrección (Hch 26.23 y Ro
1.4; siendo que en ambos pasajes «muertos» es plural; véase Mt 27.52); (e) de
la resurrección mencionada en términos generales (Mt 22.23; Mc 12.18; Lc 20.27;
Hch 4.2; 17.18; 23.8; 24.21; 1 Co 15.12,13; Heb 6.2); (f) de aquellos que
fueron resucitados en los tiempos del AT, para volver a morir (Heb 11.35a, lit.
«fuera de resurrección»).
2. exanastasis (ejxanavstasi"), (ek, de, desde, o fuera de, y Nº
1), Flp 3.11, seguido de ek, lit. «fuera de resurrección de entre los
muertos».
3. egersis
(e[gersi"), un levantarse (relacionado con egeiro, levantar).
Se utiliza de la resurrección de Cristo (Mt 27.53).
Resucitar
1. egeiro (ejgeivrw), para cuyos varios significados, se utiliza: (a) de
levantar los muertos, voces activa y pasiva, p.ej., de la resurrección de
Cristo (Mt 16.21; 17.23; 20.19; 26.32; Lc 9.22; 20.37; Jn 2.19: «lo levantaré»;
Hch 3.15; 4.10 [no 5.30, véase (c) más abajo]; 13.30,37: «levantó»; Ro 4.24:
«levantó»; v. 25; 6.4,9; 7.4; 8.11: «que levantó», dos veces; 8.34; 10.9:
«levantó»; 1 Co 6.14a: «levantó»; 15.13,14,15, dos veces, 16,17,20; 2 Co 4.14;
Gl 1.1; Ef 1.20; Col 2.12: que … levantó»; 1 Ts 1.10; 2 Ti 2.8; 1 P 1.21); (b)
de la resurrección de seres humanos (Mt 10.8; 11.5; 27.52: «se levantaron»; Mc
12.26; Lc 7.22; Jn 5.21: «levanta»; 12.1, 9,17; Hch 26.8; 1 Co 15.29 y
32,35,42,43, dos veces, 44, 52; 2 Co 1.9; 4.14; Heb 11.19: «para levantar»);
(d) de levantar a una persona para que ocupe un puesto en medio de un pueblo,
dicho de Cristo (Hch 5.30; y también en 13.23, donde los mss. más comúnmente
aceptados tienen ago, traer, lba: «ha dado»); de David (Hch 13.22; para
el v. 33, véase Nº 2); (d) metafóricamente, de un cuerno de salvación (Lc
1.69); (e) de hijos, de piedras, mediante el poder creador de Dios (Lc 3.8);
(f) del templo, como los judíos pensaron (Jn 2.20: «lo levantarás»); (g) de
levantar una persona, sanándola de una enfermedad física (Mc 1.31; 9.27; Hch
3.7; 10.26; Stg 5.15); (h) metafóricamente, de levantar aflicción (Flp 1.17, en
los textos más comúnmente aceptados; Reina-Valera sigue tr, donde se halla epifero:
«añadir»).
2. anistemi (ajnivsthmi), para diferentes aplicaciones véase LEVANTAR, Nº
8, se traduce resucitar: (a) de la resurrección de los muertos por parte de
Cristo (Jn 6.39,40, 44,54); (b) de la resurrección de Cristo de entre los
muertos, «levantó» (Hch 2.24; 2.32; 13.34; para el v. 30 véase kathizo,
poner, seguido en los textos más comúnmente aceptados; véase (c) más adelante;
Hch 17.31: «con haberle levantado»; (c) de suscitar o levantar a una persona
para que ocupe un lugar en medio de una nación, traducido con el verbo
levantar, dicho de Cristo (Hch 3.26; 7.37; 13.33: «levantando», Besson), no
aquí por resurrección de entre los muertos, a pesar de la descaminada
traducción de Reina-Valera; esto queda confirmado por la última parte del
versículo, que explica el levantamiento como habiendo tenido lugar por su
encarnación, y por el contraste con el v. 34, donde se destaca el hecho de que
fuera resucitado «de entre los muertos», usándose el mismo verbo: (d) de
suscitar descendencia (Mt 22.24); (e) de ser levantado del sueño natural (Mt
1.24; aquí algunos mss. tienen diegeiro, despertar del todo).
3. sunegeiro (sunegeivrw), levantar
juntamente con (sun, con, y Nº 1). Se utiliza de la resurrección
espiritual del creyente con Cristo (Ef 2.6: «juntamente con Él nos resucitó»);
voz pasiva en Col 2.12: «fuisteis … resucitados con Él»; 3.1: «Si … habéis resucitado
con».
4. anago (ajnavgw), conducir o
traer arriba, o traer de nuevo (ana). Se traduce en este último sentido
de la resurrección del Señor (Heb 13.20). lit. «Y el Dios de la paz, que trajo
de nuevo de entre los muertos al pastor de las ovejas», traducido «que
resucitó» (rvr).
I. LA RESURECCIÓN
Existen 5 palabras en griego para
definirnos resurrección:
(I)
Abantasis (levantamiento o resurrección de los muertos),
(II)
Exnecron (resurrección de entre los muertos),
(III)
Anastasis (pararse de nuevo, levantamiento),
(IV)
Egersis (resurgir de la muerte, levantar, despertar),
(V)
Exanastasis (levantar de la muerte, levantar, trasladar).
Jesús dijo: “Yo soy la
resurrección…” no especifica tiempo, ni tiempos.
II. LA RESURECCIÓN DE ENTRE LOS MUERTOS POR TURNOS: Es la experiencia que tendrán todos los que
durmieron en Cristo, aunque dentro de estos contextos sucederán varios
acontecimientos. La resurrección para todos los hombres no acontecerá de una
forma simultánea, sino habrá un intervalo de tiempo, años. Se dará por turnos.
A. LA RESURRECCIÓN DE CRISTO: Como fundamento de nuestra fe, Pablo dice que si
Cristo, no hubiera resucitado, vana es nuestra predicación y vana es
nuestra fe. (1 Co.15:13, 17). Los resucitados por Jesús en su ministerio
volvieron a morir, pero Cristo el resucitado, no volvió a ver muerte (Ro. 6:9)
sino que le dio muerte a la muerte (Os. 13:14).
B. LA RESURRECCIÓN DE TESTIGOS (Mt.
27:52): Estos
testificaron que, al resucitar Cristo, también los santos resucitan en Él, pues
dice la escritura que se mostraron a los suyos para que creyeran en Jesús. Son
los testigos del holocausto, salieron a comunicar lo que habían visto. El
Señor en todos los eventos tiene testigos.
C. LA RESURRECCIÓN DE ENTRE LOS
MUERTOS: Cuando
termine el período de la Gracia, la Iglesia fiel, la Esposa de Cristo, será
arrebatada y los muertos en Cristo resucitaran primero, (1 Ts. 4:16) con
cuerpos a semejanza del cuerpo de Cristo, gloriosos (1 Co. 15:42-44).
Fueron los que alcanzaron madurez, los que dieron a entender su corazón, los
que murieron para Él. Los que se guardaron fielmente, consagrados, que buscaron
la santificación.
D. LA RESURRECCIÓN DE LOS DOS
TESTIGOS EN LA GRAN TRIBULACIÓN:
Estos tendrían una función
específica. La escritura no da mucha luz al respecto, sin embargo, dice
que la bestia los vencerá matándolos, pero que al tercer día resucitaran (Ap.
11:1-14).
E. LA RESURRECCIÓN DE LOS SALVOS
DE TODOS LOS TIEMPOS: Los que
no alcanzaron cuerpo celeste (Ap. 20:4) Son los santos del Antiguo Testamento y
los Santos o mártires de la Gran Tribulación. Este acontecimiento se dará al
inicio del milenio.
F. LA RESURRECCIÓN DE LOS
PERDIDOS DE TODOS LOS TIEMPOS: Al final
de los tiempos, después del milenio (Ap. 20:5) también los malos resucitaran
para presentarse ante el Gran Juicio del Trono Blanco donde serán juzgados y
condenados eternamente (Dn. 12:2). Esta es la separación eterna de Dios con los
hombres que no quisieron reconciliarse con Él, ni aceptar su plan de redención,
es decir, creer en Jesucristo, como el mediador entre Dios y los hombres.
Serán todos los que no están inscritos en el libro de la vida.
Por lo consiguiente pasaran al
lago de fuego y azufre. Este lugar fue preparado para Satanás, el falso profeta
y el anticristo (Ap. 20:10-15) y con el irán también sus ángeles caídos.
Finalmente, también la muerte y el Hades serán lanzados al lago de fuego (Ap.
20:14), pues son estos los últimos enemigos a vencer por nuestro Señor
Jesucristo, y así la muerte será eliminada de la historia del hombre (1
Co. 15:26).
CONCLUSIONES
·
Jesucristo
es la resurrección y la vida, y todo aquel que adquirió vida en El, aunque
muera físicamente, El lo resucitara, pues para El, solo duerme.
·
Después
de resucitados, todos pasaran a otra forma de existencia, (Dn. 12:2) habrán
rangos de gloria y rangos de condenación.
·
Después
de la segunda resurrección tendrá lugar el Reino Eterno, son cielos nuevos y
tierra nueva, donde ya no habrá mas muerte, porque será deshecha,
reinando Dios en todo.