viernes, 19 de mayo de 2017

EXANASTASIS II

EXANASTASIS II

El verbo egeiro es traducido de la siguiente manera por la TRADUCION DEL NUEVO MUNDO:

De las 123 formas y variantes de egeiro en 118 ocasiones es traducido mediante el verbo LEVANTAR en sus diferentes conjugaciones.
En las 5 que le faltan como sigue:
SACARLA: en 1 ocasión,
DESPIERTEN: en 1 ocasión,
DESPERTANDO: en 1 ocasión,
DESPERTO: en 1 ocasión,
DESPIERTO: en 1 ocasión

En la única ocasión en que un cuerpo sin vida es levantado y este continua muerto es en Hechos 20: 9 y allí se usa la palabra “Érthé" que es la conjugación en tiempo aoristo, voz pasiva, modo indicativo, en tercera persona del singular del verbo “Airó” (αἴρω).

Según el diccionario de W. E. Vine “Airó” es en su primera acepción:
ALZAR 1. Airó (αἴρω 142) significa: (a) levantar, subir; (b) llevar, acarrear; (c) tomar, recoger. Se usa de alzar la voz; los ojos; la mano.
De modo que si se usara este pasaje como prueba de que “levantar” puede referirse a una persona muerta sepa usted una cosa: NO ES EL MISMO VERBO QUE SE USA EN MATEO 27: 52, 53.
Referencia bíblica Vocablo griego Transliteración Traducción del Nuevo Mundo

Hechos 20: 9 Ηρθη érthé Sentado a la ventana, cierto joven de nombre Eutico se abismó en profundo sueño mientras Pablo seguía hablando, y, desplomándose en el sueño, cayó desde el tercer piso abajo, y lo alzaron muerto.

Vemos así que casi en un 90% el verbo egeiro hace referencia a algún tipo de resurrección sea simbólica o literal, pasada, presente o futura y que en un poquito mas del 10% se la usa para referirse a despertar o levantarse sobre los pies pero en ningún caso se hallo el verbo egeiro para referirse a que una persona sea levantada muerta y que esta continúe así. Siempre tiene que ver con un paso de muerte a vida o de un estado de inactividad a uno activo, de movimiento, de recobro de fuerzas. ¿Podemos afirmar con este ensayo que aquellos Santos fueron resucitados? De ningún modo. El hecho esta consignado solo una vez en las Escrituras y como tal es un poco oscuro el evento como para decidir si fue así. Tampoco puede decirse lo contrario como lo hace la Sociedad Watchtower porque tanto para una opinión o interpretación como para la otra el material y las pruebas son las mismas. Pero la Sociedad Watchtower dice que el cotejo de este pasaje a la luz de otros ejemplos bíblicos pueden llevar a una conclusión un tanto mas cercana a lo que en verdad pudo haber ocurrido, pues bien, si seguimos esta regla propuesta por la Sociedad Watchtower podemos decir que lo que allí ocurrió SI fue una resurrección. Las pruebas que he presentado en este ensayo demuestran que es más cercana la posibilidad de que así fuera, los textos consignados son un antecedente muy superior a los que esgrime la Sociedad Watchtower a favor de su interpretación. Creo firmemente que lo que allí sucedió fue algún tipo de resurrección colectiva a pequeña escala de algunos personajes considerados santos, no se si por la opinión de los religiosos de aquel entonces o bien eran profetas, patriarcas considerados santos por Dios mismo al hacer que se diera cuenta de ellos en su calidad de tales en la Escritura.
Este ensayo no es definitivo. Puede contener algún error involuntario o de tipografía. Esta sujeto a, correcciones y modificaciones. Es libre de copiarlo quien lo desee total o parcialmente respetando la fuente y el autor.

Comentario Jamieson-Fausset-Brown
Y abriéronse los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron—Estos santos dormidos (véase la nota sobre 1 Tes 4:14) eran creyentes del tiempo del Antiguo Testamento, quienes, según la puntuación usual en nuestra versión fueron vueltos a la vida en el momento de la muerte de nuestro Señor, mas quedaron en sus sepulcros hasta la resurrección de él, cuando salieron. Pero es mucho más natural, según pensamos, y consonante con otros pasajes bíblicos, entender que sólo las sepulturas fueron abiertas, probablemente por el terremoto, al morir nuestro Señor, y esto sólo como preparación para la salida subsiguiente de los que dormían en ellas, cuando el Espíritu de vida entrara en ellos por su Señor resucitado, y junto con él salieran como trofeos de su victoria sobre la tumba. Así, al abrirse los sepulcros en el momento que expiraba el Redentor, fue hecha una proclamación simbólica gloriosa de que la muerte que acababa de efectuarse había “sorbida a la muerte con victoria”; (1Co_15:54) y ya que los santos que dormían en ellos podían ser despertados sólo por su Señor resucitado para acompañarlo en su salida de la tumba, era propio que “el Autor de la vida” (Hech_3:15) fuese el primero en resucitar de entre los muertos (Hech._26:23; 1Co_15:20, 1Co_15:23; Col_1:18; Rev_1:5).


vinieron a la santa ciudad—aquella ciudad donde había sido condenado aquél en virtud de cuya resurrección ellos ahora estaban vivos—y aparecieron a muchos—para que hubiese evidencia innegable de la resurrección de ellos, y por medio de ésta, evidencia de la resurrección de su Señor también. Así que como no fue considerado propio que el apareciera otra vez en Jerusalén, salvo a sus discípulos, fue hecha provisión para que el hecho de la resurrección no fuese dejado en duda. Debe notarse, sin embargo, que la resurrección de aquellos santos dormidos no fué como la del hijo de la viuda de Naín, de la hija de Jairo, de Lázaro y del hombre que “revivió, y levantóse sobre sus pies”, cuando su cuerpo muerto tocó los huesos de Eliseo (2Rey.i_13:21), las que fueron meras revocaciones temporales del espíritu alejado, al cuerpo mortal, para ser seguidas por una separación final del cuerpo, hasta el toque de “la final trompeta.” (1Co_1:52). Pero ésta fue una resurrección una vez por todas, a vida eterna; y así no hay lugar para dudar de que ellos fueron a la gloria con su Señor, como trofeos brillantes de la victoria de él sobre la muerte.


Diccionario W. E. Vine
RESURRECCIÓN
Anastasis (G386), denota: Un levantamiento (ana, arriba, y jistemi, poner en pie) (Lc._2:34 «levantamiento»); el Niño iba a ser como una piedra contra la que muchos en Israel tropezarían, en tanto que otros encontrarían en su fortaleza y firmeza un medio de su salvación y vida espiritual;

De la resurrección de entre los muertos:
a) de Cristo (Hech._1:22; 2.31; 4.33; Rom_1:4; 6.5; Flm._3:10; 1Pe_1:3; 3.21); por metonimia, de Cristo como el autor de la resurrección (Jn._11:25);

 b) de aquellos que son de Cristo, en su parusia, véase ADVENIMIENTO (Lc._14:14 «la resurrección de los justos»; Lc._20:33,35,36; Jn._5:29a: «la resurrección de vida»; 11.24; Hech._23:6; 24.15a; 1Co_15:21,42; 2Ti_2:18; Heb_11:35b; Rev_20:5 «la primera resurrección»; de ahí que la inserción de «es» denota la finalización de esta resurrección, de la que Cristo fue «las primicias»; 20.6;

c) del resto de los muertos, después del milenio, cf. Rev_20:5 (Jn._5:29b: «la resurrección de condenación»; Hech._24:15b: «de los injustos»);

d) de aquellos que fueron resucitados en una relación más inmediata con la resurrección de Cristo, y que así ya tuvieron parte en la primera resurrección (Hech._26:23 y Rom_1:4; siendo que en ambos pasajes «muertos» es plural; véase Mat_27:52);

e) de la resurrección mencionada en términos generales (Mat_22:23; Mc 12.18; Lc._20:27; Hech._4:2; 17.18; 23.8; 24.21; 1Co_15:12,13; Heb_6:2);

f) de aquellos que fueron resucitados en los tiempos del AT, para volver a morir (Heb_11:35a, lit. «fuera de resurrección»). 2. exanastasis (ejxanavstasi", 1815), (ek, de, desde, o fuera de, y Nº 1), Flm._3:11, seguido de ek, lit. «fuera de resurrección de entre los muertos». Para su significado véase LLEGAR, Nº 14.3. egersis (e[gersi", 1454), un levantarse (relacionado con egeiro, levantar). Se utiliza de la resurrección de Cristo (Mat_27:53).

Dicanec
RESURRECCIÓN
La característica más extraordinaria de la predicación cristiana es el acento que se pone en la resurrección. Los primeros predicadores estaban seguros de que Cristo se había levantado de entre los muertos, y seguros, en consecuencia, de que los creyentes también serían resucitados en el día señalado. Esto los distinguió de todos los demás maestros del mundo antiguo. Hay resurrecciones en otras partes, pero ninguna como la de Cristo. En general se trata de relatos mitológicos relacionados con el cambio de estación y el milagro anual de la primavera. Los evangelios nos hablan de un hombre que realmente murió, pero que venció la muerte al levantarse nuevamente. Y si bien es cierto que la resurrección de Cristo no se parece en nada a lo que encontramos en el paganismo, también es cierto que la actitud de los creyentes con respecto a su propia resurrección, corolario de la de su Señor, es radicalmente diferente de todo lo que ocurre en el mundo pagano. Nada hay que sea más característico del mejor pensamiento de la época, que su desesperanza frente a la muerte. Resulta claro que la resurrección es de primordial importancia para la fe cristiana.

El concepto cristiano de la resurrección debe distinguirse tanto del concepto griego como del judío. Los griegos pensaban que el cuerpo era algo que impedía la verdadera vida, y esperaban el momento en que el alma se liberaría de su prisión. Concebían la vida después de la muerte en función de la inmortalidad del alma, pero rechazaban firmemente toda idea de resurrección (cf.cf. confer (lat.), compárese la burla ante la predicación de Pablo en Hch. 17.32). Los judíos estaban firmemente persuadidos de los valores del cuerpo, y pensaban que estos no se perderían, por lo que esperaban la resurrección del cuerpo. Pero creían que sería exactamente el mismo cuerpo (Apocalipsis de Baruc 1.2). Los cristianos pensaban que el cuerpo sería resucitado, pero también transformado para convertirse en vehículo adecuado para una vida diferente en la era venidera (1 Co. 15.42ss). El concepto cristiano es, por lo tanto, distintivo.

I. La resurrección en el Antiguo Testamento
Poco hay sobre la resurrección en el AT Antiguo Testamento, lo que no quiere decir que no se la mencione, sino que no alcanza prominencia. Los hombres del AT Antiguo Testamento eran muy prácticos, y se concentraban en la tarea de vivir la vida presente al servicio de Dios; poco tiempo tenían para especular sobre la vida venidera. Además, no debemos olvidar que vivían del otro lado de la resurrección de Cristo, y es esto último lo que da base a la doctrina. A veces empleaban la idea de la resurrección para expresar la esperanza nacional del renacimiento de la nación (p. ej.p. ej. por ejemplo Ez. 37). La declaración más clara sobre la resurrección del individuo la encontramos en Dn. 12.2, “y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua”. Esto claramente contempla la resurrección, tanto de los justos como de los impíos, y también considera las consecuencias eternas de las acciones humanas. Hay otros pasajes que tratan la resurrección, principalmente algunos de los salmos (p. ej.p. ej. por ejemplo Sal. 16.10s; 49.14s). Se disputa el significado preciso de la gran afirmación de Job (Job 19.25–27), pero es difícil pensar que no esté presente allí la idea de la resurrección. A veces los profetas se ocupan del tema también (p. ej.p. ej. por ejemplo Is. 26.19). Pero en general el AT Antiguo Testamento poco nos dice sobre el mismo. Esto quizás se deba a que alguna doctrina sobre la resurrección existía en pueblos como los egipcios y los babilonios. En una época en que el sincretismo constituía un grave peligro, este hecho sin duda disuadiría a los hebreos de prestar demasiada atención a la idea.

Durante el período intertestamentario, cuando el peligro no era tan inminente, la idea se vuelve más prominente. No se alcanza uniformidad, y aun en la época del NT Nuevo Testamento los saduceos todavía negaban que hubiera resurrección. Pero para entonces la mayor parte de los judíos ya había aceptado alguna idea acerca de la resurrección. Generalmente pensaban que el mismo cuerpo volvería a la vida tal como estaba.

II. La resurrección de Cristo
En tres ocasiones Cristo volvió a la vida a ciertas personas (la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín, y Lázaro). Pero estos casos no deben tomarse como casos de resurrección sino de resucitación. No hay indicación de que estas personas hayan hecho otra cosa que volver a la vida que habían dejado. Y Pablo nos dice explícitamente que Cristo es “primicias de los que durmieron” (1 Co. 15.20). Pero estos milagros nos muestran que Cristo es Señor de la muerte. El tema vuelve a hacerse presente en el hecho de que él había profetizado que se levantaría tres días después de su crucifixión (Mr. 8.31; 9.31; 10.34, etc.). Este punto es importante, ya que nos muestra a Cristo en forma suprema como dueño de la situación. Y también significa que la resurrección es de primordial importancia, porque en ella está comprometida la veracidad de nuestro Señor.

Los evangelios nos dicen que Jesús fue crucificado, que murió, y que al tercer día la tumba en que había sido colocado estaba vacía. Unos ángeles les dijeron a algunas mujeres que se había levantado de los muertos. Durante algunas semanas Jesús apareció periódicamente ante sus seguidores. Pablo menciona algunas de estas apariciones, pero no menciona explícitamente la tumba vacía, por lo que algunos eruditos sugieren que ella no figuraba en la tradición de la iglesia primitiva. Pero bien podríamos responder que Pablo da por sentado que la tumba quedó vacía. ¿Qué otra cosa podría significar el que dijera que Jesús “fue sepultado, y que resucitó al tercer día …” (1 Co. 15.4)? No tenía objeto que mencionara expresamente la sepultura si no estaba pensando en la tumba vacía. Además, la mencionan los cuatro evangelios. Debe aceptarse como parte de la auténtica tradición cristiana. Algunos han sugerido que los discípulos acudieron a una tumba equivocada, en la que un hombre vestido de blanco les dijo, “no está aquí”, con lo que quiso decir, “está en otra tumba”. Pero, en primer lugar, esto es pura especulación, y, en segundo lugar, da pie a un sinnúmero de interrogantes. Es imposible sostener que todos se equivocaron de tumba, tanto los amigos como los enemigos. Cuando en las primeras predicaciones se hizo hincapié en la resurrección, podemos estar seguros de que las autoridades habrían hecho todo lo posible por encontrar el cuerpo.

Pero si la tumba estaba realmente vacía parecería que sólo tenemos tres posibilidades: que sus amigos se llevaron el cuerpo, que se lo llevaron sus enemigos, o que Jesús resucitó. Es demasiado difícil sostener la primera hipótesis. Todas las pruebas de que disponemos nos indican que los discípulos no pensaban en la resurrección, y que la noche del primer viernes santo se los ve como hombres sin esperanza. Eran hombres vencidos, descorazonados, que se ocultaban por miedo a los judíos. Además, Mateo nos dice que se colocó una guardia en la tumba, de modo que no podían robar el cuerpo, aun cuando hubieran querido hacerlo. Pero lo más increíble es que estuvieran dispuestos a sufrir posteriormente por predicar la resurrección, como nos dice el libro de Hechos que realmente ocurrió. Algunos sufrieron prisión, y Jacobo fue ejecutado. Nadie sufre una pena así por sostener una mentira conscientemente. También debemos recordar que cuando la secta cristiana llegó a perturbar suficientemente a las autoridades como para que se la persiguiera, los jefes de los sacerdotes habrían pagado con gusto por cualquier información relativa al robo del cuerpo, y el caso de Judas nos basta para demostrar que podría haberse encontrado un traidor en las filas del propio Jesús. La conclusión a que se llega es que es imposible sostener que los creyentes robaron el cuerpo de Cristo.

Igualmente difícil de sostener es la teoría de que sus enemigos se apoderaron del cuerpo. ¿Qué motivo hubieran tenido? No encontramos motivo alguno. Haberlo hecho habría significado echar a rodar rumores de una resurrección que según vemos tenían sumo interés en evitar. Además, la guardia junto a la tumba hubiera sido un obstáculo tan grande para ellos como para los amigos del Señor. Pero la objeción absolutamente decisiva es que no pudieron mostrar el cuerpo cuando empezó la primera predicación. Pedro y sus compañeros pusieron gran empeño en hablar de la resurrección de su Señor. Es evidente que ella hizo un gran impacto en la imaginación de los discípulos. Si en esas circunstancias sus enemigos hubieran mostrado el cuerpo de Jesús, la iglesia cristiana se hubiese disuelto en medio de la burla. El silencio de los judíos es tan significativo como la predicación de los cristianos. El hecho de que los enemigos de Jesús hayan sido incapaces de mostrar su cuerpo es prueba concluyente de que no estaban en condiciones de hacerlo.

Como parece imposible sostener ya sea que sus amigos o sus enemigos robaron el cuerpo, y desde el momento en que la tumba estaba vacía, nos vemos ante la disyuntiva de aceptar o no la hipótesis de la resurrección, hecho que corroboran las apariciones de Jesús después de su resurrección. En total hubo diez apariciones diferentes, según nos lo dicen los cinco relatos de que disponemos (los cuatro evangelios y 1 Co. 15). No es fácil armonizarlos (aunque no es imposible, como a menudo se afirma; el intento que se hizo en la Santa Biblia Anotada de Scofield, por ejemplo, puede o no ser la forma correcta de armonizarlos, pero no cabe duda de que demuestra que es posible hacerlo). Las dificultades no hacen más que demostrar que los relatos son independientes. No se trata de una repetición estereotipada de un relato oficial. Además, existe un notable acuerdo en cuanto a los hechos principales. Hay una gran variedad de testigos. A veces uno o dos vieron al Señor, otras veces un número mayor, como en el caso de los once apóstoles, y una vez un grupo grande de quinientos discípulos. Entre ellos había hombres y mujeres. La mayor parte de las apariciones fueron a creyentes, pero es posible que la aparición a Jacobo se haya producido cuando este todavía no creía. Especialmente importante es la de Pablo. Aquí no se trata de un hombre crédulo, sino de un hombre culto que se oponía enconadamente a los cristianos. Y Pablo es terminante cuando afirma que vio a Jesús después de su resurrección de entre los muertos. Tan seguro estaba de ello que afincó todo el resto de su carrera terrenal en esa certidumbre. El canónigo Kennett lo expresa rotundamente cuando dice que Pablo se convirtió antes de que se cumplieran cinco años de la crucifixión, y afirma que “a muy pocos años de la época de la crucifixión de Jesús, las pruebas de su resurrección estaban en la mente de por lo menos una persona de educación absolutamente irrefutable” (Interpreter 5, 1908–09, pp.pp. página(s) 267). 

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