La gracia de ofrendar
"Asimismo, hermanos, os hacemos saber la
gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia, que en grande prueba
de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en
riquezas de su generosidad" (2ª Cor. 8:1-2)
Como en cualquier otro asunto referido a las
prácticas de la iglesia, para lograr una comprensión cabal del tema que nos
ocupa debemos recurrir necesariamente a la enseñanza de las doctrinas del Nuevo
Testamento, siendo oportuno recordar que el antiguo régimen de la ley no tiene
aplicación en la Asamblea cristiana.
Según leemos en el pasaje bíblico precedente, en el orden del Nuevo Pacto la
generosidad del creyente está motivada por la gracia que Dios le ha dado para
socorrer a otros.
Las Escrituras distinguen apropiadamente el acto de ofrendar como un
"servicio para los santos", utilizando indistintamente términos como:
"ofrenda", "socorro", "donativo",
"contribución", "ministración para los santos", etc. (nunca
"diezmo")
Entonces, el creyente no ofrenda simplemente
por acatar un mandato obligatorio, sino que lo hace impulsado por la gracia que
Dios le concede para dar. Toda contribución forzada carece de valor genuino,
más allá de su cuantía material, porque: "Cada uno dé como propuso en su
corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador
alegre"(2ª Cor. 9:7.
Un pasaje característico sobre el modo de ofrendar se encuentra en 1ª Corintios
16:1-3
Curiosamente, muchos comentaristas comienzan
a considerar la enseñanza desde el versículo 2: "Cada primer día de la
semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado..."
Sin embargo, no debemos pasar por alto lo mencionado en el versículo 1:
"En cuanto a la ofrenda para los santos..."Aquí observamos un aspecto
esencial, hoy en alguna medida descuidado: En todos los casos, el dador, antes
de ofrendar, determina el destino de su contribución. Este principio se reitera
en todas los pasajes que se refieren al tema: "Entonces, los discípulos,
cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos
que habitaban en Judea; lo cual; en efecto hicieron enviándolo a los ancianos
por medio de Bernabé y de Saulo." (Hechos 11:29/30) "Porque Macedonia
y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los
santos que están en Jerusalén." (Romanos 15:26. "En cuanto a la
ministración para los santos, es por demás que yo os escriba..." (2 Cor.
9:1) Entonces, aplicando este criterio general, las contribuciones, si bien
podían ser hechas en forma anónima en cuanto a la identidad de los dadores,
siempre se realizaban con un destino específico, determinado previamente por
los propios ofrendantes. La ignorancia de este principio ha provocado no pocos
conflictos en la historia de la iglesia en relación con el destino de los
fondos recolectados.
A propósito, no encontramos en la iglesia
bíblica ningún tesorero, ni comisión administradora de fondos de uso general.
Cuando los creyentes tenían conocimiento de alguna estrechez, acordaban
contribuir específicamente, cada uno según sus posibilidades, y toda la ofrenda
así recogida se destinaba al fin propuesto, en el caso, ayudar a los
necesitados. Cuando ayudaban a los creyentes necesitados de otras iglesias, los
donativos se entregaban por medio de los ancianos de aquellas. (Hechos 11:30.
Si se trataba del sostenimiento de obreros, éstos eran encomendados a la gracia
de Dios (Hechos 15:40), y Dios daba su gracia a las iglesias, y aún a creyentes
individuales, para que abundaran en generosidad, supliendo sus necesidades.
Observemos que las Escrituras señalan tres fines básicos de las ofrendas:
·
Para los pobres que hay entre los santos (Romanos 15:26)
·
Para los obreros encomendados a la gracia de Dios (Filipenses 4:15-16)
·
Para los ancianos o pastores de la iglesia local (1 Timoteo 5:17-18)
Respecto del primer punto, sólo como
referencia para comprender mínimamente la importancia que encierra, recordemos
el caso de la ciudad de Sodoma, que fue destruida por fuego y azufre. En
Génesis 18:20 leemos: "...Por cuanto el pecado de ellos se ha agravado en
extremo." Pensamos inmediatamente en las repulsivas desviaciones morales
de sus habitantes, por las cuales cayó sobre ellos el justo juicio de Dios. Sin
embargo, es notable lo que la Escritura declara en Ezequiel 16:49: "He
aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: Orgullo, abundancia de pan y
despreocupada tranquilidad tuvieron ella y sus hijas, pero ella no dio la mano
al pobre y necesitado" (Versión R.V. actualizada)
Obviando más detalles; la peor de las maldades de Sodoma fue tener abundancia
de pan, y no dar la mano al pobre y necesitado. Claro que eso ocurrió con los
impíos, pero en la iglesia bíblica el asunto nunca se consideró como un tema
menor. Tanta importancia reviste, que la mayoría de los versículos que se citan
para enseñar sobre la ofrenda, están referidos esencialmente a un sólo tipo: la
ofrenda para los pobres entre los santos. Dios establece que el socorro para
ellos debe provenir de la iglesia, antes que del mundo. Vemos, entonces, que
esto no es secundario, y tiene prioridad sobre cualquier otro proyecto de
inversión. "Para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra
supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la
necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió
mucho no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos. (2Co. 8:14-15)
Aunque el creyente determina el destino de su ofrenda, es preciso recordar que,
como en cualquier otro servicio, lo que damos o hacemos deberá ser siempre
"en el Nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de
Él" (Colosenses 3:16) y "de corazón, como para el Señor y no para los
hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque
a Cristo el Señor servís (Col.3:23-24.
Por lo tanto, dada en el Nombre del Señor, la ofrenda de un creyente no le
otorga a éste ninguna atribución sobre la persona u obra de quien recibe la
ayuda.
Consideremos seguidamente el versículo 2Co.16: "Cada primer día de la semana
cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado,
guardándolo..."
Nos referiremos a tres aspectos en cuanto a la ofrenda para los santos:
1. Cada primer día de la semana: Se nos enseña que el tiempo propicio para
apartar algo como ofrenda para los santos, es cada primer día de la semana. Se
trata entonces de una práctica de frecuencia semanal regular.
2. Cada uno de vosotros ponga aparte algo, ...guardándolo. No se sugiere en el pasaje que las ofrendas
habrían de recogerse necesariamente cuando los creyentes celebraran la Cena del
Señor. En cambio, Pablo indica que cuando él llegara no se recogerían entonces
ofrendas, aunque seguramente sí se reunirían "para partir el pan".
Tampoco puede inferirse que los hermanos entregaran imperiosamente su ofrenda a
la iglesia. Más bien, el énfasis está
puesto en la responsabilidad que tenía cada uno de apartarla para el Señor y
guardarla hasta el momento oportuno. Aunque durante cierto tiempo no se recogerían
ofrendas, no dejarían de apartarlas y guardarlas en forma individual.
3. "...según haya prosperado" Aquí se aplica un principio de
proporcionalidad. "Abundad también en esta gracia...conforme a lo que
tengáis, porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que
uno tiene, no según lo que no tiene". El creyente que tiene, debe dar en
proporción a lo que tiene; el que no tiene, y consecuentemente no puede dar, no
está obligado a hacerlo. Por lo contrario, si alguien padeciera necesidad,
imprescindiblemente debe ser auxiliado con ofrendas de los demás. "Y
poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que,
teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda
buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los pobres; su justicia
permanece para siempre." (2 Cor. 9:8/9).
Por último, es apropiado recordar las palabras finales que Pablo dirige a los
ancianos de Efeso, en su mensaje de despedida en Mileto:
"En todo os he enseñado
que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras
del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir." (Hechos
20:35)