LA
GENÉTICA DE CAÍN
(Génesis 4:25-26)
Dr. Luis Ponce, Ebenezer, California
(El Punzón del Escriba)
El evangelio no es una religión aburrida y
adormecedora, sino Vida, poder de Dios y revelación para corrección del alma
humana.
Dios
hizo el cosmos y lo supervisó diciendo: “Todo es bueno en gran manera”,
¿Si Dios hace todas las cosas buenas por qué el mundo está en caos?. Por el
pecado y la desobediencia del hombre, pero Dios no lo hizo así. ¿Por qué
algunos Cristianos se estancan y otros crecen espiritualmente?, ¿Por qué no
cambia el hombre y deja de hacer lo que le causa daño?.
El
maligno sabía que para destruir a toda la humanidad necesitaba hacer caer al “cabeza
de raza”, Adán, porque el pecado causaría un desorden genético por medio
del cual heredaría a todas sus generaciones deseos pecaminosos, planeó la forma
de reprogramar el alma del hombre de la inocencia al pecado.
Adán
y Eva comieron del árbol de la ciencia del bien y del mal, conociendo extremos
que en su estado de inocencia ignoraban, el impacto emocional fue tan fuerte
que se incubó en su corazón y trastocó su genética; al dar a luz Eva fuera del
paraíso se dio cuenta que sus hijos traían el bien y el mal en su
comportamiento porque les habían trasladado genes dañados, mientras que Caín
degeneraba de manera invisible al ojo humano, Abel era regenerado por el poder
de la sangre de cordero de su altar.
Ambos creían en Dios, construyeron altar y esperaban la promesa de la
simiente que aplastaría la cabeza de la serpiente, la gran diferencia:
La sangre en el altar.
En
la séptima generación de Caín, nació Lamec el primer hombre en tener dos
mujeres, autor de doble homicidio y promulgó el colmo de la venganza al suponer
que el sería vengado 70 veces 7, 490 veces su muerte, para atemorizar a sus
enemigos. Abel no deja descendencia,
pero en el año 130 de la vida de Adán engendró a Set, del que Eva dice: Dios me
ha dado “otra simiente” en lugar del hijo que mató Caín, estaba diciendo
que habían caminado en el proceso de regeneración por lo que este hijo venía
cubierto con la sangre, a Set le nació un hijo llamado Enós y por ese tiempo se
empezó a invocar el nombre del Señor, apareció este ministro en la tercera
generación, el apóstol Pablo reconoce a Timoteo como un Cristiano de tercera
generación al observar en su abuela y en su madre una Fe no fingida, parece ser que en la tercera
generación es notorio el proceso de regeneración del alma, son Cristianos
tremendos.
Los
científicos han descubierto que aun la capacidad de arrepentirse viene escrita
en los genes. La Sangre en el altar
tiene relación con el pecado, la sangre fue dada por Dios para expiación desde
la caída ancestral, por eso vino Jesucristo: El Cordero de Dios para eliminar
el pecado y la muerte, dando una esperanza de Vida, pero también para que
seamos regenerados, preparados para volver a la casa del Padre, la sangre del
Cordero rociada por la Fe nos hacer estar en novedad de vida.
Si deseas un cambio en tu vida espiritual este
conocimiento es definitivo.
Todo
cristiano debe recibir ministración a su genética, esta revelación para que el
que la desee comprender y la practique será su preparación para el encuentro
secreto de Jesucristo y la Iglesia consagrada, separada del pecado.
Los
alcohólicos traen esas tendencias escritas en sus genes; aunque se
desintoxique, sea sermoneado, se arrepienta y salga con la decisión de no
beber, no va a lograrlo si el problema está en la genética, ¿Cómo se soluciona
este problema?, ¡Con Cristo!, dando oportunidad al alma de encontrar a
Jesús, luego una ministración constante a sus genes para que las cosas viejas
pasen.
Se
ministra rociando la Sangre y sembrando la Palabra, oyendo con atención para
dar fruto, cuando la Palabra es clavada en el corazón cambia la manera de ser,
de pensar, somos otros. No se sienta
orgulloso de seguir igual, no permita que se estanque el alma en las manías del
pasado. A los hijos se les debe explicar aunque aparentemente no entiendan,
imponer manos y orar bendiciendo en el nombre de Jesús, desautorizando y
reprendiendo todo trastoque genético, y en su lugar ministrar la genética de
Dios, la regeneración del hombre dada por la sangre de Nuestro Señor
Jesucristo.
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