jueves, 2 de julio de 2015

LA PLAGA DE LA IMPUNTUALIDAD por Jorge Schulz


LA PLAGA DE LA IMPUNTUALIDAD
por Jorge Schulz
Periódicamente llegan plagas a diferentes partes del mundo, y lamentablemente la iglesia no está exenta de ellas. Hay una plaga contagiosa que ha dañado la salud espiritual de un gran número de congregaciones cristianas, creo que es tiempo que nos concienticemos sobre la necesidad de combatir esta mal. El problema al que me refiero es - la plaga de la impuntualidad.
Es cierto que a cualquiera de nosotros a veces le pasa algo imprevisto que impide llegar a la hora indicada. Pero, infelizmente para muchos la impuntualidad se ha vuelto crónica; se ha convertido en un hábito de vida. Y quiero identificar ocho motivos por los que debemos declarar la guerra contra esta plaga.
1. ES SEÑAL DE INDISCIPLINA PERSONAL
"Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora."
"El que guarda el mandamiento no experimentará mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio. Porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio... " (Eclesiastés 3:1; 8:5,6)
Todos tenemos siete días a la semana. Cada día tiene 24 horas. Hay tiempo para cada actividad. Hay tiempo para dormir, para cocinar, para comer y trabajar. Y necesitamos dar tiempo a Dios.
Varias veces por semana, nos reunimos como una iglesia local, dejando los demás quehaceres. Son pocas horas al final de cuentas que nos reunimos como pueblo de Dios. ¿No seríamos capaces de dar al Señor el tiempo que hemos señalado para ese propósito?
Tal vez algunos tendrán que alistar el almuerzo de domingo la noche anterior; otros tendrán que levantarse más temprano. Otros llegan tarde porque están haciendo en el día del Señor lo que deberían hacer en los otros seis días de la semana.
La impuntualidad demuestra indisciplina. Una característica de uno que administra bien su tiempo es la puntualidad. Al llegar siempre tarde, damos a conocer que no sabemos organizar nuestra vida y nuestro tiempo.
El Sr. Donald Whitney dijo: "Una vida piadosa es el resultado de una vida espiritual disciplinada. Y, en el centro de una vida espiritual disciplinada está la disciplina del tiempo."
El Señor Jesús nos da un ejemplo: "Y cuando era la hora, se sentó a la mesa" (Lucas 22:14). Su vida es un modelo de perfecto orden y armonía.
El vino al mundo "en el cumplimiento del tiempo". Y vivía cumpliendo en el momento preciso los propósitos de Dios. Cada cristiano debe tener como meta crecer hacia la semejanza de Cristo y parte de esa semejanza es la puntualidad.
Un hermano presentó una solicitud para trabajar como misionero con una cierta misión. Le citaron a las 3:00 de la mañana para una entrevista.
Era una mañana fría, pero el candidato llegó a la hora citada. El esperó hasta las 8:00 de la mañana hasta que por fin llegó el entrevistador.
La primera pregunta que se le hizo era: "Deletréeme la palabra "panadero".
"P-a-n-a-d-e-r-o"

Beneficios de la sangre de Cristo


INTRODUCCIÓN
Beneficios de la sangre de Cristo

El Antiguo Pacto establecía diversos tipos de sacrificios, en general, suponía en el ofrendante, la conciencia de que la muerte a causa del pecado estaba sobre él, por ello había que ofrendar el sacrificio para que le fuera aceptado de parte de Dios. La sangre del sacrificio debía ser rociada, porque representaba la vida misma (Lv.17:11).


DESARROLLO
Jesucristo, como el “Cordero de Dios” que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29), se presentó como el sacrificio perfecto y su sangre, a diferencia del antiguo pacto, no cubre sino limpia completamente todo pecado. Por ello el hombre perdido y sin esperanza puede ser salvo por medio de la sangre, que fue derramada en la cruz del Calvario por el Cordero de Dios, Cristo Jesús. La Biblia declara que el cristiano es elegido por Dios Padre, por la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre (1 P. 1:2-3).



1.     PURIFICA. El cristiano debe conocer y experimentar los beneficios de esa sangre bendita, puesto que desde que recibió a Jesucristo en su corazón, empezó a actuar en la nueva vida hasta ser presentada puro delante del Señor, y vivir para siempre con Dios. La ley dada por medio de Moisés establecía que todo pecado debía ser purificado con sangre, a través de un sacrificio (Lv. 14:25), y en el libro de Hebreos, se dice que casi todo es purificado con sangre, conforme a la ley de Moisés (He. 9:22a). La palabra, ”purificado”, viene del griego Katharizo, que significa: limpiar y liberar de toda mezcla (Strong 2511), lo que indica que la sangre de Cristo limpia cualquier tipo de pecado (2 Co. 5:17).

2.     EN ELLA HAY REDENCIÓN. La palabra “redención” viene de la raíz griega Lutroo que quiere decir: liberar contra recepción de un rescate (Strong 3084), esto significa liberar mediante el pago de un precio de rescate, por eso la obra de Jesucristo redimió a los hombres de toda iniquidad (Tit. 2:14), Él nos rescató de la vana manera de vivir que se heredó de los padres (1 P. 1:18), de la esclavitud de la tradición, y el único pago de rescate fue la preciosa sangre de Jesucristo.

3.     QUITA EL PECADO. En el Nuevo Testamento se enseña que la sangre de los toros y de los machos cabríos no pueden quitar los pecados (He. 10:4), sino que sólo la de Cristo, quien realizó una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados (He. 10:12) de toda la humanidad (1ª. Jn. 2:2). La sangre de Cristo quita el pecado, porque en Él no hay pecado. (1 Jn. 3:5). La palabra “quitar” viene del griego airos que significa levantar, llevar, tomar arriba o afuera (Strong 142), por lo que Cristo llevó nuestros pecados sobre su hombro, los tomó para que ya no los cargara el creyente.

4.     LIMPIA DE TODO PECADO, 1 Juan 1:7. Cuando se habla de limpiar se refiere a la palabra griega Katharizo que significa: hacer limpio, limpiar de la contaminación del pecado y declarar limpio (puro) (Strong 2511), lo que indica que la sangre de Cristo limpia al creyente de todo pecado, e incluso enfermedades, como al leproso que le dijo a Jesús que si Él quería podía limpiarlo (Mat 8:2).

5.     LIMPIA LA CONCIENCIA, Hebreos 9:14. La sangre de Cristo limpia la conciencia de obras muertas, lo cual permite al creyente servir a Dios. La conciencia se refiere, según el diccionario VINE, a “aquella facultad mediante la cual se llega a saber la voluntad de Dios, como aquello que está dispuesto a gobernar la vida, por ejemplo: el sentido de culpa delante de Dios” (He. 10:2), y por otra parte, la conciencia es “aquel proceso de pensamiento que distingue lo que considera moralmente bueno o malo, alabando lo bueno, condenando lo malo, y así impulsando a hacer lo primero y a evitar lo último”. Utilizando estas definiciones comprendemos que la sangre de Cristo es suficiente para limpiar el pensamiento del creyente, fortaleciéndole la conciencia para que distinga claramente (1 Co. 8:7), entre lo que proviene de Dios y no dejarse influenciar por lo que proviene del enemigo.

6.     TENEMOS PERMANENCIA EN EL HIJO, Juan 6:56. El acto de la Cena del Señor, proporciona permanencia en el Hijo, puesto que Cristo afirmó que quién comiera su carne y bebiera en su sangre, permanecería en Él, y Él en el (creyente).

7.     TENEMOS COMUNIÓN, 1 Corintios 10:16. “Comunión” se deriva del griego Koinonia, que significa: tener en común, compañerismo, la parte que uno tiene en cualquier cosa, participación, un compañerismo reconocido y gozado (Strong 2842). Los creyentes tienen compañerismo con Cristo, por medio de la participación de la Cena del Señor, pues simbólicamente se participa de su muerte y resurrección y se anuncia su venida.

8.     NOS ACERCA A DIOS, Efesios 2:13. La Biblia dice que en otro tiempo, el hombre anduvo lejos de Dios, desobediente (Ro. 11:30), sin embargo, a través de la sangre de Cristo, fue hecho cercano a Dios. La sangre de Cristo cambia el corazón para acercarnos a Dios.

9.     HAY ENTRADA AL LUGAR SANTÍSIMO, Hebreos 10:19. El lugar Santísimo era el lugar del Tabernáculo construido por Moisés, en donde estaba el Arca del Pacto, que representa la presencia de Dios; pero ahora por la Sangre de Cristo tenemos entrada al verdadero Lugar Santísimo, para conocer al Señor más de cerca y gozarnos en Él.

10.  NOS SANTIFICA, Hebreos 10:10. Santificación se deriva del griego jagiazo que significa: hacer santo, poner aparte para Dios, santificar, hacer una persona o cosa lo opuesto a koinos y común (Strong 37). La sangre de Cristo sobre la vida del creyente santifica y regenera, por ello no debemos menospreciarla, ni tenerla en poco, ya que Dios castigará a aquel que la tenga por inmunda (He. 10:29).

11.  NOS TRAE PAZ, Colosenses 1:20. Paz se deriva del griego eirenopoieo, que quiere decir: hacer paz (Strong 1517), esta palabra griega sólo se menciona una vez en la Biblia. El Señor trae la paz a la vida del creyente por medio de su sangre, con el propósito de reconciliarlo con su Padre Dios, y presentarlo ante Él, santo, sin mancha e irreprensible. (Col. 1:22).

12.  NOS HACE APTOS, Hebreos 13:20-21. “Apto” se deriva de la palabra griega Katartizo, que significa: hacer apto, equipar y preparar (Strong 2675). La sangre de Cristo hace apto al creyente para hacer su voluntad, quitando o agregando aspectos en su vida que le permitirán crecer y ser edificado.

13.  ES SEÑAL DE UN NUEVO PACTO, Hebreos 8: 8-13. Dios establece un nuevo pacto, con mejores promesas que el anterior. Jesús es el mediador del nuevo pacto (He. 12:24), que se selló con sangre e hizo suficiente ese sacrificio, de una vez y para siempre, por lo cual somos partícipes y herederos de todas las bendiciones que vienen tras él.

14.  NOS DA VIDA, Juan 6:53: Cuando participamos de su carne y de su sangre, tenemos vida. La palabra “vida” se deriva del griego zoe, que significa: vida como la tiene Dios, aquello que el Padre tiene en sí mismo y que Él dio al Hijo encarnado que tuviera, vida en sí mismo y que el Hijo manifestó en el mundo (Strong 2222). Esta vida eterna, es la posesión presente y real del creyente debido a su relación con Cristo (Jn 5:24; 1 Jn 3:14), que algún día se extenderá al cuerpo, garantizado por la resurrección de Cristo (2 Co. 5:4; 2 Ti. 1:10).


15.   NOS QUITA HERENCIAS ANCESTRALES NEGATIVAS, 1 Pedro 1:18-19. Este pasaje indica que fuimos redimidos de la vana manera de vivir heredada de los padres, por medio de la sangre de Cristo, es decir, el sacrificio de Jesús hace libre al creyente de herencias de maldición familiar, puesto que la genética de maldición en el creyente es cambiada a la genética bendita del Hijo de Dios. La Sangre de Cristo corta cualquier lazo generacional de maldad, para andar en novedad de vida.  Con estos beneficios se entiende el gran amor de Dios para sus hijos (Jn. 3:16), ya que Cristo vino a reconciliar todas las cosas “de las que están en los cielos como las que están en la tierra (Ef. 3:10-11; Col. 1:20; He. 9:23-24).  Debemos saber que la sangre de Cristo fue derramada una sola vez para salvación y es rociada para purificación y perfeccionamiento hasta el día en que todo sea perfecto.

Bendición versus Maldición



Bendición versus Maldición

TEXTO: Génesis 12:3, Deuteronomio 28:1-2, 15, 1 Pedro 3:8-9

INTRODUCCIÓN:
Las bendiciones y las maldiciones pueden venir de Dios, bendición cuando oímos la voz de Dios y maldición cuando no oímos la voz de Dios; pero también hay otros factores por lo cual yo me puedo maldecir a mi mismo y a otros.

I. BENDICIONES DE PARTE DE DIOS.
1. Dios promete bendecirnos, si cumplimos sus mandamientos. Deuteronomio 28:1-2
2. Dios promete bendecirnos, si nosotros bendecimos a los demás. Génesis 12:3
3. Dios promete bendiciones a los limpios de manos, puros de corazón. Salmos 24:4-5

II. MALDICIONES DE PARTE DE DIOS.
1. Dios promete maldecirnos, si nosotros no cumplimos sus mandamientos.    Deuteronomio 28:15
2. Dios promete maldecirnos, si nosotros maldecimos a los demás. Génesis 12:3

III. MALDICIONES QUE TRAEMOS SOBRE OTROS.
1. No debemos maldecir a nuestras autoridades, terrenales.
2. No debemos maldecir a nuestras autoridades, espirituales.
3. No debemos maldecir a nuestros hijos.
            a) Nuestros hijos son una bendición y no maldición.
           
            b) Debemos controlar nuestros temperamento en momentos de enojo e ira,                            porque es ahí donde podemos maldecir e infelizmente muchas maldiciones se          cumplen.
           
            c) Algunos ejemplos mas comunes de maldiciones son:
                        • Vos vas a pagarla caro.
                        • Cuando te cases, vas a ver lo que es bueno.
                        • Cuando necesites algo, nadie te va ayudar.
                        • Tus hijos te van hacer lo que me estas haciendo a mi.
                        • Ojala llegue el día, cuando no tengas que vestirte.
           
            d) Jamás los padres deben decir a los hijos:
                        • Anda al infierno.
                        • Que el diablo te lleve.
                        • No vales ni lo que comes.
                        • Eres una plaga, un imbécil, un burro, un vago, eres desgraciado, etc.

4. Debemos volver al antiguo hábito de bendecir a nuestros hijos, como lo hicieron los patriarcas.
            a) Isaac a Jacob. Génesis 28:1.
            b) Jacob a todos sus hijos. Génesis 49:28
            c) Como padres tenemos la gran responsabilidad de ser SACERDOTES y                         

  PROFETAS.
                        • El sacerdote de escuchar a la familia y hablarle a Dios.
                        • El profeta escucha a Dios y trasmite a su familia.

IV. MALDICIONES QUE VIENEN POR NOSOTROS MISMOS. Salmos 109:17

A. NUESTRA LENGUA EN UNA FUENTE DE MALDICIÓN.
1. La ciencia nos dice que “el centro del habla en el cerebro tiene dominio sobre todos     los demás nervios.”
2. La Biblia ya lo menciona muchos años atrás. Santiago 3:2,6, “la lengua puede dominar todo el cuerpo.”
3. Como ya hemos dicho, podemos maldecirnos con nuestras palabras. Proverbios 18:21
            a) Yo soy un idiota.
            b) Yo no sirvo para nada.
            c) Mi destino es sufrir.
            d) Nací para ser un fracasado.
            e) Yo nunca voy a vencer en la vida.
            f) Nací para ser pobre.
            g) Soy feo o fea, nunca me voy a casar.
            h) El pueblo de Israel se maldijo a si mismo y esto se cumplió en el año 70 d.c. Mateo 27:24-25.

B. MALDICIONES QUE VIENEN POR NUESTROS ACTOS.

1. Por no dar a Dios lo que es de el. Malaquías 3:9
2. Por haber practicado o consultado a hechiceros, brujos, curanderos, parasicólogos, etc.
3. Por haber practicado relaciones sexuales extramatrimoniales.
            a) El sexo en uno de los instintos más poderosos en la vida.
            b) Hombres y mujeres tienen en este punto sus luchas más feroces.
            c) ¿Es malo el sexo? No, pero cuando es usado fuera de lo que Dios estableció, nos trae maldición.
            d) Las relaciones sexuales fuera del matrimonio siempre han traído problemas. Ejemplos:
                        • Abraham con Agar, donde nace Ismael. Génesis 16:15, 21:9-11
                        • Judá con su nuera. Génesis 38:12-30
                        • Los hombres del pueblo de Israel con las hijas de Moab. Números                                     256:1-9. (25 mil muertos)
                        • David, con Betsabe la esposa de Urías. 2 Samuel 11:1-5.
                        • Amnon, con su media hermana. 2 Samuel 13:
            e) A través de la relación sexual extramatrimonial hay transferencia de Espíritus.
                        • La Biblia dice que los dos son una carne.
                        • Pablo hace mención en 1 Corintios 6:16, que el que se une a una                                        ramera, una carne es con ella.

4 Existen muchas personas que no pueden disfrutar de su matrimonio y de la vida cristiana, por haber tenido una experiencia sexual fuera del matrimonio.
5. Y ni que hablar de los que fueron abusados sexualmente sea mujer u hombre.
6. Todos necesitan liberación, y para experimentar la liberación, contamos con el poder de Dios, pero:
            a) Usted debe estar dispuesto a ser liberado
            b) Usted debe arrepentirse de sus pecados.
            c) Usted debe confesar sus pecados.
            d) Usted debe estar dispuesto a apartarse del pecado.

CONCLUSIÓN:
La Biblia nos enseña que: Si confesamos nuestros pecados, el es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. ¿Estas dispuesto a hacerlo ahora?

El Bautismo Cristiano


El Bautismo Cristiano
Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo." (Mateo 28:19).

El bautismo cristiano es una ordenanza establecida por el Señor Jesucristo para todos los creyentes. Por lo tanto, siendo un mandato divino, no es una "opción" personal.

EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA "BAUTISMO":
En el original griego significa: sumergir o hundir. Un estudio del uso de esta palabra en la literatura griega a lo largo de un período de 2000 años permite comprobar que siempre conservó su significado básico sin cambios. Es decir que cada vez que se usa la palabra bautismo invariablemente tiene relación con una acción de inmersión (colocar algo dentro del agua, sumergiéndolo completamente).

EL MODO DEL BAUTISMO:
Considerando el concepto anterior, el bautismo debe ser efectuado por inmersión. Sólo de ese modo se ajusta al modelo bíblico establecido desde la iglesia primitiva.
En cuanto a la práctica de ciertas iglesias de bautizar por aspersión, es preciso advertir que no tiene ninguna base escritural, y que se originó en la creencia errónea de algunos grupos religiosos que le asignaron al bautismo un carácter imprescindible para alcanzar la salvación. De acuerdo con esa falsa interpretación, (que la salvación depende del bautismo) si una persona muriera sin ser bautizada estaría perdida. Por ello, cuando alguien tenía un impedimento (enfermedad, etc.) que le dificultaba bautizarse por inmersión, se lo bautizaba por aspersión a fin de "asegurar" su salvación.

El primer registro del uso de la aspersión fue alrededor del año 250 d.C, cuando Novaciano (disidente del papado romano) yacía enfermo y pensó que iba a morir. Se hizo verter agua encima de la cama como un acto de bautismo.
En 1311 d.C la iglesia Católica, por el Concilio de Ravena, resolvió permitir la aspersión como modo aceptable de bautismo. Asimismo la iglesia Anglicana implantó el bautismo por aspersión en el año 1644, por voto del Parlamento.
Observamos así que la práctica de aspersión fue adoptada por esas iglesias y por otras muchas, sin ningún sustento bíblico, y por admitir doctrinas erróneas.

LAS INTERPRETACIONES FALSAS DEL BAUTISMO:
1) Que es necesario para la Salvación: Como vimos anteriormente, se trata de un serio error doctrinal, porque únicamente obtenemos salvación por la fe en Cristo como Salvador personal, sin que el bautismo sea un requisito para ser salvos.

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8/9)

"Así que arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio" (Hechos 3:19)

No encontramos en las Escrituras ninguna prueba que permita afirmar que el bautismo es ineludible para ser salvo. El ladrón arrepentido crucificado junto al Señor Jesucristo no tuvo oportunidad de ser bautizado pero fue salvo porque creyó en el Señor ( Lc. 23:40-43).

2) Que es necesario bautizar a los infantes: Los grupos religiosos que admiten la práctica errónea de bautizar a los niños pequeños, justifican ese proceder con alguno de los siguientes argumentos:

a)      Que el bautismo es imprescindible para la salvación, y que al bautizarse cualquier persona es introducida en la grey cristiana. Entre ellos los bebés.
Ello carece de fundamento bíblico. Lo imprescindible para la salvación es la fe personal en Cristo. La fe siempre debe preceder al bautismo.
Un bebé no es responsable de pecado ni de sus propios actos. Aún no tiene la comprensión necesaria para tomar decisiones cabales. Por lo tanto, el bautismo no tiene valor ni significado cuando se lo administra a un bebé.
El bautismo no produce regeneración, ni introduce a nadie en la Iglesia de Cristo, ni lo coloca en la esfera cristiana. Es el Señor el que añade a la Iglesia a los que son salvos por la fe en Él. (Hch. 2:47) Lo que sí debe hacerse es instruir a los niños en la Palabra de Dios. "Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús." (2ª Tim. 3:15)
b)     Que el bautismo reemplaza a la circuncisión. Esto no es verdad por los siguientes motivos:

1.      La circuncisión se les practicaba a los bebés varones judíos, pero el Nuevo Testamento registra el bautismo de mujeres. "Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el Nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres"(Hechos 8:12) (Ver también el relato del bautismo de Lidia en Hechos 16:14/15). (Si el bautismo reemplazara a la circuncisión, sólo podrían bautizarse los varones).
2.      La circuncisión era obligatoria para los judíos y no tenía relación con la fe del bebé. Se le practicaba para vincularlo con el pacto de la circuncisión. (Hechos 7:8)
3.      El bautismo no vincula al creyente con ningún pacto, ni guarda relación con su nacionalidad. Un creyente se bautiza porque ya fue salvo por fe.

Por consiguiente, y a la luz de las Sagradas Escrituras, no puede justificarse el bautismo de bebés.

3) El bautismo es por aspersión porque representa la venida del Espíritu Santo sobre el creyente: Quienes afirman esto, razonan que si la Cena del Señor es figura de los acontecimientos del Calvario, no hace falta otra ordenanza como el bautismo para simbolizar el mismo evento. Por lo tanto cambian su significado, y como resultado se confunden en ambas cosas.
Ningún argumento es válido si se apoya en las deducciones humanas, sin el debido fundamento escritural.

¿QUIÉNES DEBEN SER BAUTIZADOS?:
Todos los creyentes, y sólo los creyentes.
"Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados" (Hechos 2:41)
"Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua: ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó" (Hechos 8:36-38)
"Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos." (Hechos 16:14-15)
"Y Crispo, principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados" (Hechos 18:8)

EL SIMBOLISMO DEL BAUTISMO:
Como vimos antes, el bautismo requiere la inmersión completa del creyente en el agua. Esto es así porque el bautismo es una figura simbólica de la identificación espiritual del creyente con la muerte, sepultura y resurrección del Señor Jesucristo. El bautismo en agua es una demostración visual del bautismo en Cristo (ya efectuado en el momento de la conversión). Exhibe al creyente siendo sumergido en las aguas de la muerte (en la persona del Señor Jesús), y presenta al nuevo hombre en Cristo, levantándose para andar en novedad de vida. Al ser sumergido bajo el agua el creyente da testimonio de que todo lo que era como pecaminoso hijo de Adán fue llevado a la muerte en la cruz. Al salir del agua está manifestando que "ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí, y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2:20).

EL PROPÓSITO DEL BAUTISMO:
1)      Obedecer el mandato del Señor: El bautismo no otorga la salvación, pero cada creyente recibe la aprobación del Señor cuando le obedece en su mandato, con el gozo resultante.
2)      Dar testimonio de la identificación del creyente con Cristo, según lo examinado anteriormente.
3)      Dar testimonio de la identificación del creyente con la Iglesia. La identificación con Cristo es al mismo tiempo la identificación con su cuerpo, la Iglesia.
La muerte y resurrección con Cristo no sólo se refieren a la unión personal con Cristo, sino también a la unidad con su cuerpo, compuesto por muchos miembros. "Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo..." (1ª Cor. 12:12/13)
4)      Ser reconocido como miembro de una iglesia local, en función de lo anterior.
En Hechos 2:41-42 leemos textualmente: "Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones."
Luego de convertirse a Cristo, los creyentes fueron bautizados y se añadieron a la iglesia local para "perseverar" en todas las actividades de la misma, incluyendo la participación en la Cena del Señor.



OTRAS OBSERVACIONES:
Referente al agua:
El bautismo se realiza en cualquier lugar donde pueda disponerse de suficiente agua, ya sea un río, el mar o una pileta. El agua, aparte de su composición natural, no posee virtud alguna. No adquiere para el bautismo propiedades espirituales ni milagrosas. Por lo tanto, es y seguirá siendo simplemente agua, y no se la debe considerar como "agua bendita" en el sentido que le otorgan algunas religiones.

Referente a los que intervienen:
El bautismo es un acto público, y se realiza por la previa confesión de fe del hermano bautizado y bajo su responsabilidad.
El bautismo puede ser administrado por cualquier creyente en comunión caracterizado para tal fin.
Ni a través del bautismo, ni por ningún otro medio, los hombres pueden comunicar energía espiritual o facultades extraordinarias. De manera que el valor del bautismo no está dado por los dones o el renombre del que bautiza.
"¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1ª Cor. 1:13).


LA PARTICIPACIÓN EN LA CENA DEL SEÑOR:
En Hechos 2 encontramos que los que fueron bautizados "perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones."
Las ordenanzas para la iglesia son dos:

1)      El Bautismo y
2)      La Cena del Señor.

Ambas fueron ordenadas por el Señor y se refieren a prácticas de significado simbólico en conmemoración o recuerdo de acontecimientos históricos de gran importancia.


martes, 30 de junio de 2015

SALVACIÓN

Salvación (heb. yeµsûa>, gr. soµteµria)
I. En el Antiguo Testamento
El principal término heb.,  traducido “salvación” es yeµsûa> y los derivados correspondientes. Su significado básico es “introducir en un ambiente espacioso” (cf. Sal. 18.36; 66.12), pero tiene desde el comienzo el sentido metafórico de “liberación de toda limitación” y los medios para llegar a ella; e. d. liberación de los factores que constriñen y limitan. Puede referirse a liberación de una enfermedad (Is. 38.20; cf. vv. 9), de los problemas (Jer. 30.7), o de los enemigos (2 S. 3.18; Sal. 44.7). En la gran mayoría de las referencias Dios es el autor de la salvación. Así, Dios salva a su rebaño (Ez. 34.22); rescata a su pueblo (Os. 1.7) y sólo el puede salvarlos (Os. 13.10–14); no hay otro salvador aparte de él (Is. 43.11). Salvó a los padres de Egipto (Sal. 106.7–10), y a sus hijos de Babilonia (Jer. 30.10). Él es el refugio y el salvador de su pueblo (2 S. 22.3). Salva al pobre y al necesitado cuando no tienen otro que los ayude (Sal. 34.6; Job 5.15). En las palabras de Moisés, “estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy” (Ex. 14.13), tenemos la esencia misma del concepto veterotestamentario de la salvación. Así, conocer a Dios en alguna medida es conocerlo como Dios salvador (Os. 13.4), de modo que las palabras “Dios” y “Salvador” son virtualmente idénticas en el AT. El gran ejemplo normativo de la liberación salvífica divina es el éxodo (Ex. 12.40–14.31). La redención de la esclavitud egp. mediante la intervención de Dios en el mar Rojo fue determinante de toda la subsiguiente reflexión de Israel acerca de la naturaleza y la actividad de Dios. El éxodo fue el molde al cual se incorporó toda la subsiguiente interpretación del drama de la historia de Israel. Se lo expresaba con el canto en el culto (Sal. 66.1–7), se lo relataba (Dt. 6.20–24), se lo representaba en el ritual (Ex. 13.3–16). De manera que la noción de la salvación surgió del éxodo, estampada indeleblemente con la dimensión de los poderosos actos de liberación divina en la historia.
Este elemento profundamente significativo sirvió de base, a su vez, para una contribución veterotestamentaria aun mayor a la idea de la salvación cual es la escatología. La experiencia que tuvo Israel en cuanto a Dios como salvador en el pasado le permitió proyectar su fe hacia adelante, hacia la expectativa de su salvación plena y definitiva en el futuro. Precisamente porque Yahvéh se ha hecho conocer como Señor de todos, creador y sustentador de toda la tierra, y porque es un Dios justo y fiel, un día hará efectiva su total victoria sobre sus enemigos y salvará a su pueblo de todos sus males (Is. 43.11–21; Dt. 9.4–6; Ez. 36.22–23). En el período primitivo esta esperanza de salvación se centra más en la intervención histórica inmediata para la reivindicación de Israel (cf. Gn. 49; Dt. 33; Nm. 23s). En el período profético encuentra expresión en función de un “día de Yahvéh” en el cual el juicio habrá de combinarse con la liberación (Is. 24.19s; 25.6–8; Jl. 2.1s, 28–32; Am. 5.18s; 9.11s). La experiencia del exilio proporcionó tanto una imagen concreta como un marco concreto para la expresión de esta esperanza como un nuevo éxodo (Is. 43.14–16; 48.20s; 51.9s; cf. Jer. 31.31–34; Ez. 37.21–28; Zac. 8.7–13); pero los desalentadores y limitados resultados de la restauración proyectaron la esperanza hacia adelante nuevamente, y la transmutaron en lo que se ha denominado la escatológica-trascendental (Is. 64.1s; 65.17s; 66.22), la esperanza del >olaµm habba<, el nuevo mundo al final de la era presente, en el que el gobierno soberano y el carácter justo de Dios se manifestarán en todas las naciones.

REDENCIÓN, REDENTOR

Redención, Redentor
Redención significa liberación de algún mal mediante el pago de un precio. Es algo más que simple liberación. Los prisioneros de guerra pueden ser liberados mediante el pago de un precio que se llama “rescate” (gr. lytron). El grupo de palabras basado en lytron se formó específicamente para trasmitir esta idea de liberación mediante el pago de rescate. En este círculo de ideas, podemos considerar que la muerte de Cristo fue “un rescate por muchos” (Mr. 10.45).
También podían ser liberados los esclavos mediante un mecanismo de rescate. En la compra ficticia por un dios, el esclavo podía pagar el precio de su libertad al tesoro del templo, y entonces debía pasar por la solemne formalidad de ser vendido al dios “para libertad”. Técnicamente, seguía siendo esclavo del dios, y en consecuencia podía asignársele alguna obligación piadosa. Pero en lo que se refería a los hombres, quedaba libre a partir de ese momento. Alternativamente, el esclavo podía simplemente pagar el precio a su amo. Lo característico de ambas formas de liberación es el pago del precio del rescate (lytron). “Redención” es el nombre que se da a este procedimiento.
Entre los hebreos podemos ver una situación diferente, bien ilustrada en Ex. 21.28–30. Si un hombre poseía un buey peligroso, debía tenerlo guardado. Si se escapaba y corneaba a alguien, de modo que le producía la muerte, la ley era clara: “el buey será apedreado, y también morirá su dueño”. Pero aquí no se trata de un homicidio voluntario o alevosamente premeditado. Por ello está estipulado que puede pagarse un rescate (heb. koµfer). Podía pagar una suma de dinero, y de ese modo redimir su vida prendada.
Otros usos del rescate en la antigüedad se refieren a la redención de la propiedad, etc., pero los tres que hemos detallado son los más importantes. Los tres tienen en común la idea de una libertad asegurada mediante el pago de un precio. Fuera de la Biblia no varía prácticamente el uso. Vemos unos pocos pasajes metafóricos, pero estos sirven para aclarar el significado básico del término. El pago de un precio para obtener la libertad es lo fundamental y característico.
Esto es lo que hace tan útil el concepto para los cristianos primitivos. Jesús les había dicho que “todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Jn. 8.34). Consecuentemente, Pablo se considera “carnal, vendida al pecado” (Ro. 7.14), vendido como bajo un cruel amo de esclavos. A los romanos les recuerda que en épocas pasadas ellos también habían sido “esclavos del pecado” (Ro. 6.17). Desde un punto de vista diferente, los hombres fueron condenados a muerte por su pecado, “porque la paga del pecado es la muerte” (Ro. 6.23). Los pecadores son esclavos. Están condenados a morir. Cualquiera sea el concepto que adoptemos, el mundo antiguo habría considerado que la situación era tal que se hacía necesaria la redención. De no ser así, la esclavitud continuaría y tendría que llevarse a cabo la sentencia de muerte. Contra Pelag ese trasfondo aparece la cruz de Cristo. La cruz es el precio pagado para liberar a los esclavos y poner en libertad al condenado.
Lo que da fuerza a la metáfora es la constante presencia de la idea del pago de un precio. Pero es precisamente esto lo que disputan algunos, que consideran que redención es simplemente otra manera de decir “liberación”. La razón principal por la que así piensan es la existencia de algunos pasajes del antiguo testamento  en los que se dice que Yahvéh ha redimido a su pueblo (Ex. 6.6; Sal. 77.14s, etc.), y que sería ridículo pensar que él tenga que pagarle algo a alguien. Pero deducen demasiado. La metáfora no ha perdido su significado (cf. el dicho “vendió cara su vida”). A veces el AT muestra a Yahvéh con tanto poder que toda la potencia de las naciones resulta insignificante en comparación. Pero en esos pasajes no entra el concepto de la redención. Cuando aparece la redención gira en torno a la idea de esfuerzo. Yahvéh redime “con brazo extendido”, hace conocer su fuerza. Dado que ama a su pueblo o redime, pagando él mismo el precio correspondiente. Su esfuerzo se entiende como el “precio” que se paga. Esta es la razón por la cual se emplea terminología redentora.
La voz característica neotestamentaria referida a la redención es apolytroµsis, palabra poco usada en otras partes, comparativamente. La encontramos diez veces en el NT, pero aparentemente sólo ocho veces aparece en el resto de la literatura griega. Es posible que esto indique la convicción de los cristianos primitivos de que la redención lograda por Cristo fue única. No significa, como algunos han querido verlo, que entendían que la redención no era más que “liberación”. Para esto último empleaban términos como rhyomai, ‘rescate’. apolytroµsis significa liberación mediante el pago de un precio, que en este caso fue la muerte expiatoria del Salvador. Cuando leemos acerca de “redención por su sangre” (Ef. 1.7), evidentemente se entiende que la sangre de Cristo es el precio de la redención. Lo mismo ocurre con Ro. 3.24s, “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre”. Aquí Pablo se vale de tres metáforas, la del tribunal de justicia, la de los sacrificios, y la de la manumisión. A nosotros nos interesa la última. Pablo ve un mecanismo de liberación, pero mediante el pago de un precio, la sangre de Cristo. También en He. 9.15 la redención está relacionada con la muerte de Cristo. Además, a veces aparece la mención de precio, pero no de redención, como en las referencias al haber sido “comprados por precio” (1 Co. 6.19s; 7.22s). La idea básica es la misma. Cristo compró a los hombres mediante el precio de su sangre. En Gá. 3.13 el precio de la redención se expresa con las palabras “hecho por nosotros maldición”. Cristo nos redimió al tomar nuestro lugar, al cargar con nuestra maldición. Esto nos hace ver claramente la idea de la sustitución en la redención, idea que a veces se destaca, como ocurre en Mr. 10.45 (“en rescate por muchos”).
La redención no sólo vuelve la mirada al Calvario, sino también hacia la libertad de que gozan los redimidos. “Habéis sido comprados por precio”, dice Pablo, “glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu” (1 Co. 6.20). Precisamente, porque han sido redimidos a ese costo los creyentes deben ser hombres de Dios. Deben mostrar en su manera de vivir que ya no están sujetos al cautiverio del que han sido liberados, y se los exhorta a mantenerse, por lo tanto, “firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres” (Gá. 5.1).
Bibliografía. L. Richard, El misterio de la redención, 1966; W. T. Conner, El evangelio de la redención, s/f; H. Ringgren, “Redimir”, °DTAT, 1973, t(t). I, cols. 901–907; J. J. Stamrn, “Kedimir”, °DTMAT, t(t). I, cols. 549–564; W. Mundle, J. Schneider, “Redención”, °DTNT, t(t). IV, pp. 54–69; G. von Rad, Teología del Antiguo Testamento, 1978, t(t). I, pp. 230–234; K. Rahner, “Redención”, Sacramentum mundi, 1974, t(t). IV, cols. 758–776; K. H. Schelkle, Teología del Nuevo Testamento, 1977, t(t). II, pp. 164–181.

LAE, pp. 318ss; L. Morris, The Apostolic Preaching of the Cross³, 1965, cap(s). 1; B. B. Warfield, The Person and Work of Christ, eds. S. G. Craig, 1950, cap(s). 9; O. Procksch, F. Büchsel, en TDNT 4, pp. 328–356; C. Brown et al., en NIDNTT 3, pp. 177–223.

CONVERSIÓN

Conversión
I. significado de la palabra
Un volverse, o regresar, a Dios. Las principales palabras para expresar esta idea son, en el AT, sûuÆb_ (trad. “volverse”), y en el NT, strefomai (Mt. 18.3; Jn. 12.40: la voz media expresa la cualidad refleja de la acción, cf. el francés “se convertir”); epistrefoµ (usado invariablemente en la LXX para traducir sûuÆb_) y (solamente en Hch. 15.3) el sustantivo relacionado epistrofeµ. epistrefo no se usa en voz pasiva en el NT. sûuÆb_ y epistrefo pueden usarse en forma transitiva e intransitiva: en el AT se dice que Dios vuelve los hombres hacia sí mismo (15 veces); en el NT se dice que los predicadores hacen volver los hombres a Dios (Lc. 1.16s, que se hace eco de Mal. 4.5–6; Stg. 5.19s; prob. Hch. 26.18). El significado básico que expresa el grupo de palabras vinculadas a strefoµ, igual que sûuÆb_, es volver hacia atrás (retornar: así Lc. 2.39; Hch. 7.39) o darse vuelta (media vuelta: así Ap. 1.12). El significado teológico de estos términos representa una transferencia de esta idea al reino de las relaciones del hombre con Dios.
II. El uso en el Antiguo Testamento
El AT habla mayormente de conversiones nacionales, una vez de una comunidad pagana (Nínive; Jon. 3.7–10), en las restantes oportunidades de Israel; aunque también hay algunas referencias a conversiones individuales, además de ejemplos (cf. Sal. 51–13, y los relatos de Naamán, 2 R. 5; Josías, 2 R. 23.25; Manasés, 2 Cr. 33.12s), juntamente con profecías de conversiones mundiales (cf. Sal. 22.27). La conversión en el AT significa, simplemente, volverse a Yahvéh, el Dios del pacto con Israel. Para los israelitas, miembros de la comunidad del pacto por derecho de nacimiento, la conversión significaba volver a “Jehová tu Dios” (Dt. 4.30; 30.2, 10) en plena sinceridad de corazón después de un período de deslealtad a las condiciones establecidas en el pacto. Por lo tanto, en Israel la conversión constituía, esencialmente, la vuelta de los apóstatas a Dios. La razón por la cual los individuos, o la comunidad, tenían que “volver al Señor” era que le habían dado las espaldas y se habían descarriado del camino. Por esta razón los movimientos nacionales de regreso al Señor se caracterizaban frecuentemente por la celebración por parte del gobernante y del pueblo de “un *pacto” que consistía en hacer juntos una nueva y solemne profesión de que en adelante serían enteramente leales al pacto divino que habían guardado muy ligeramente en el pasado (como sucedió bajo Josué, Jos. 24.25; Joiada, 2 R. 11.17; Asa, 2 Cr. 15.12; Ezequías, 2 Cr. 29.10; Josías, 2 Cr. 34.31). La base teológica de estas profesiones públicas de conversión estaba en la doctrina del pacto. El pacto que Dios había hecho con Israel entrañaba una relación permanente; el entregarse a la idolatría y al pecado exponía a Israel al castigo señalado en el pacto (cf. Am. 3.2), pero no podía provocar la anulación del pacto; y si Israel volvía de nuevo a Yahvéh, él se volvía a ellos con bendiciones (cf. Zac. 1.3) y la nación era restaurada y sanada (Dt. 4.23–31; 29.1–30.10; Is. 6.10).
Sin embargo, el AT destaca el hecho de que la conversión comprende más que meras señales exteriores de pesar y de reforma de costumbres. Una verdadera vuelta a Dios bajo cualesquiera circunstancias ha de incluir la humillación personal interior, un verdadero cambio de corazón, y una sincera búsqueda de Dios (Dt. 4.29s; 30.2, 10; Is. 6.9s; Jer. 24.7), y será acompañada por una nueva claridad en el conocimiento de su ser y de sus caminos (Jer. 24.7; cf. 2 R. 5.15; 2 Cr. 33.13).
III. El uso en el Nuevo Testamento
En el NT el vocablo epistrefoµ se utiliza una sola vez de la vuelta a Cristo de un cristiano que ha caído en pecado (Pedro: Lucas 22.32). En otras partes, los que han caído en pecado son exhortados, no a la conversión, sino al arrepentimiento (Ap. 2.5, 16, 21s; 3.3, 19), y las palabras tocantes a la conversión se refieren únicamente a aquella decisiva vuelta a Dios mediante la cual, por la fe en Cristo, el pecador, sea judío o gentil, se asegura la entrada presente en el reino escatológico de Dios, y recibe la bendición escatológica del perdón de los pecados (Mt. 18.3; Hch. 3.19; 26.18). Esta conversión asegura la salvación que Cristo ha traído. Se trata de un acontecimiento que ocurre una sola vez y para siempre, y es irrepetible, como lo indica el uso habitual del aoristo en los modos oblicuos de los verbos indicados. Se describe como un volverse de la obscuridad de la idolatría, el pecado, y el dominio de Satanás, para adorar y servir al Dios verdadero (Hch. 14.15; 26.18; 1 Ts. 1.9) y a su Hijo Jesucristo (1 P. 2.25). Consiste en el ejercicio del *arrepentimiento y la *fe, que tanto Cristo como Pablo vinculan entre sí para resumir entre ambos la demanda moral del evangelio (Mr. 1.15; Hch. 20.21). El arrepentimiento significa un cambio de mente y corazón hacia Dios; la fe significa creer en su palabra y confiar en su Cristo; la conversión abarca ambas cosas. Por lo tanto encontramos el arrepentimiento y la fe ligados a la conversión, el concepto más estrecho con el más amplio (arrepentimiento y conversión, Hch. 3.19; 26.20; fe y conversión, Hch. 11.21).
Aunque el NT registra una serie de experiencias de conversión, algunas más violentas y dramáticas (p. ej. la de Pablo Hch. 9.5ss; la de Cornelio, Hch. 10.44ss; cf. Hch. 15.7ss; la del carcelero de Filipos, Hch. 16.29ss), otras más tranquilas y carentes de espectacularidad (p. ej. la del eunuco, Hch. 8.30ss; la de Lidia, Hch. 16.14), los escritores no muestran mayor interés en la psicología de la conversión como tal. Lucas dedica espacio a consignar tres relatos de las conversiones de Pablo y de Cornelio (Hch. 10.5ss; 22.6ss; 26.12ss; y 10.44ss; 11.15ss; 15.7ss) debido a la gran significación de estos acontecimientos en la historia de la iglesia primitiva, no por algún interés particular en las manifestaciones que las acompañaron. Los escritores conciben la conversión como algo dinámico – no como una experiencia, algo que se siente, sino como una acción, algo que se hace – y la interpretan teológicamente, en función del evangelio al cual el convertido asiente y responde. Teológicamente la conversión significa entregarse a esa unión con Cristo que se simboliza con el bautismo: unión con él en su muerte, lo que trae consigo liberación de la pena y del dommio del pecado, y unión con él en su resurrección de la muerte, para vivir para Dios por intermedio de él y caminar con él en novedad de vida por el poder del Espíritu Santo que mora en el convertido. La conversión cristiana es la entrega incondicional a Jesucristo como divino Señor y Salvador, y esta entrega significa que se reconoce que la unión con Cristo es un hecho real y que la vida debe vivirse en consonancia con esta creencia. (Véase Ro. 6.1–14; Col. 2.10–12, 20ss; 3.1ss.)
IV. Conclusión general
El volver a Dios en cualquier circunstancia, considerado psicológicamente, es un acto del hombre mismo, que elige libremente y que se lleva a cabo en forma espontánea. No obstante, la Biblia deja sentado que es también, en un sentido más fundamental, obra de Dios en él. El AT dice que los pecadores se vuelven a Dios únicamente cuando él los vuelve a sí mismo (Jer. 31.18s; Lm. 5.21). El NT enseña que cuando los hombres lo desean y ponen de su parte para que se cumpla la voluntad de Dios respecto a su salvación, es la obra de Dios en ellos lo que los impulsa a obrar de esa manera (Fil. 2.12s). También, describe la conversión inicial de los incrédulos como resultado de una obra divina en ellos en la cual, por su misma naturaleza, ellos mismos no podrían tener parte, ya que se trata esencialmente de la eliminación de la impotencia espiritual que hasta ese momento les ha impedido volver a Dios: un levantamiento de la muerte (Ef. 2.1ss), un nuevo nacimiento (Jn. 3.1ss), un abrir del corazón (Hch. 16.14), un abrir y darle vista a ojos enceguecidos (2 Co. 4.4–6), y el otorgamiento de entendimiento (1 Jn. 5.20). El hombre responde al evangelio sólo porque Dios primeramente ha obrado en él de esta manera. Además, los relatos de la conversión de Pablo, y diversas referencias al poder de convencimiento que el Espíritu imparte a la palabra que convierte (cf. Jn. 16.8; 1 Co. 2.4s; 1 Ts. 1.5) demuestran que Dios atrae a sí mismo los hombres al influjo de un fuerte, más todavía, un irresistible sentido de compulsión divina. Por ello la costumbre de algunas versiones (av, p. ej.) de expresar el verbo activo “volverse” en forma pasiva, “ser convertido”, aunque sea una traducción mala, representa, sin embargo, buena teología bíblica. (* Regeneración )

Bibliografía. G. Bertram, TDNT 7, pp. 722–729; F. Laubach, J. Goetzmann, U. Becker, NIDNTT 1, pp. 354–362.

Ministerios Apostolicos y Profeticos en el Nuevo Testamento


APÓSTOLES

La palabra “apóstol” se traduce del griego “apostolos”, que significa: Uno que es enviado y mensajero. (Strong 652) y de “apostello” que quiere decir: Enviar para un servicio o una comisión (Strong 649).  Este vocablo describe la relación que existe entre el ministro y Cristo (Diccionario Vine), que si fuera necesario no le importa morir para cumplir con su llamamiento (Hch. 20:24) La Biblia muestra tres tipos de apóstoles:

A. Enviados por el Padre, He. 3:1
La Biblia indica que Jesucristo fue el apóstol enviado por el Padre para realizar su Obra.

B. Enviados por el Hijo, Mt. 10:2-4; Ap. 21:14
Los doce discípulos fueron los elegidos por el Señor para ejercer el ministerio apostólico. Ellos lo acompañaron en su ministerio terreno, vivieron con él, fueron testigos oculares de la manifestación de su poder. Las instrucciones para ellos fueron: Ir a las ovejas perdidas de la casa de Israel a predicar que el reino de los cielos se había acercado, que sanaran enfermos, resucitaran muertos, limpiaran leprosos, expulsaran demonios, dando de gracia lo que de gracia recibieron (Mt. 10:6-8), al ser escogidos y enviados por el Hijo, la Biblia los identifica como “Apóstoles del Cordero”.

C. Enviados por el Espíritu Santo
Posterior al ascenso de Jesucristo a los cielos, fue el Espíritu Santo el encargado de escoger y designar a quienes desarrollarían las funciones apostólicas (Ef. 4:11-13), por ejemplo:
  • Bernabé (Hch. 14:4,14)
  • Pablo (Hch. 14:4, 14)
  • Sóstenes (1 Co. 1:1; 4:9; 9:5)
  • Silas (1 Ts. 1:1; 2:6)
  • Timoteo (1 Ts. 1:1; 2:6)

D. FUNCIONES APOSTÓLICAS
I. Establecer doctrina, (Hch. 2:41-42; Ef. 2:20) Los apóstoles establecen la sana doctrina como fundamento para crecer hasta ser un templo santo en el Señor.

II. Cubrir, Mt. 28:18-20
Cuando el Señor Jesús resucitó, le fue dada toda potestad en el cielo y en la tierra, y prometió que estará cubriendo a los suyos todos los días hasta el fin del mundo. Ese poder fue delegado a los cinco ministerios. (Mt. 23:37-39; Ef. 2:20-22)

III. Enviar, Hch. 7:35, 9:5-18; Mt. 10:6-8 Así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo enviaron a sus mensajeros con comisiones específicas, así el apóstol, guiado por el Espíritu Santo, tiene la facultad de enviar a ministros para realizar la obra de Dios.


PROFETAS

La palabra “profeta” se deriva del griego “profetes” que significa: Uno que habla pública y abiertamente, proclamador de un mensaje divino. (Strong 4396), y es una palabra formada de las raíces griegas “pro” que significa: Antes de. (Strong 4253), y de “phemi” que significa: Hacer conocidos los pensamientos de uno, declarar y para decir. (Strong 5346).

También existe el término griego “prophetis” que significa: Profetiza, es decir, una mujer a quien se le revelan eventos futuros o cosas escondidas a través de inspiración, sueños o visiones (Strong 4398; Lc. 2:36). Algunos ejemplos de profetas en el Nuevo Testamento son:

·         Juan el bautista, Mt. 11:9-10.
·         Ana, Lc. 2:36.
·         Agabo, Hch. 11:27-28; 21:10.
·         Las hijas de Felipe, Hch. 21:9

E. FUNCIONES PROFÉTICAS EN LA IGLESIA.
La Biblia enseña que las funciones del ministerio profético, en el cuerpo de Cristo son:

I.                   Hablar de parte de Dios, He.1:1
Dios envía mensajes por medio de los profetas anunciando su consejo, el profeta debe mantener sus sentidos espirituales sensibles a la voz de Dios, para hablar de parte de Él, y no de su propia cuenta (Dt.18:18-20).

II.                II. Proteger, Mt. 23:37-39; Lc. 13:34
En el Antiguo Testamento vemos cómo Dios envió profetas para reunir a su pueblo bajo sus alas protectoras y ahora en el tiempo de la gracia, Dios levanta profetas cuyo propósito es proteger al pueblo de Dios que manifiesta a su pueblo el beneficio de los dones del Hijo; para alcanzar la estatura del varón perfecto y la plenitud de Cristo, de manera de estar preparados para cuando el Señor Jesucristo regrese por su Novia.



PROFETA

PROFETA

Terminología
El término hebreo, nabi traducido «profeta», probablemente se deriva de una raíz que significa «anunciar» o «proclamar». El Antiguo Testamento lo aplica a una variedad de personas (Gn 20.7; Éx 7.1; 1 R 17–19; Mal 4.5).

Orígenes
Es sumamente discutido el origen del profetismo en Israel y su posible relación con otros fenómenos semejantes. Varios pasajes hablan de «videntes» y 1Sam. 9.9 sugiere que así se le llamaba originalmente al profeta. Además, había un profetismo «extático» (en trance o posesión) en las religiones cananeas (1R 18.20–40), y es posible que hubiera alguna relación entre este fenómeno y algunas manifestaciones en Israel (1S.19.18–24).

Por otra parte, los grandes profetas (Isaías, Amós, Jeremías) tenían experiencias extáticas (extraordinarias tanto para su tiempo como para nosotros), en las que hallaban un acceso especial a la «palabra de Jehová» y esta llevaba en sí misma una singular señal de autenticidad divina. Indudablemente no se trataba de un trance de absorción, sino de una concentración próxima a la oración, en la que la «palabra» recibida era meditada y articulada por el profeta en un mensaje (Is 10.6ss).

También se ha discutido mucho la relación de los profetas con el culto. Aunque había «bandas» proféticas en los lugares de culto, los profetas del Antiguo Testamento no parecen pertenecer a ellas y en algunos casos evidentemente repudiaron esta dudosa institución (Jer 29.26–30). Entre estos profetas de santuario, ocupados de los detalles y pequeños problemas políticos, y el profeta bíblico, con su visión de la acción de Dios en la historia, había una enorme diferencia.

Sin embargo, es erróneo pensar, basándonos en unos pocos pasajes tomados aisladamente (Am 5.21–24; Is 1.11, 12, 14–17), que los grandes profetas se oponían al culto del templo y al sacerdocio, o a toda religión institucionalizada. Se trataba, más bien, de la crítica a la corrupción del culto, ya fuera por la idolatría o por la injusticia: «No puedo aguantar iniquidad y día solemne» (Is 1.13, VM ofrece la traducción más correcta). Los profetas conocen el culto y a menudo citan su ritual, himnos y oraciones. Algunos (Jeremías, Ezequiel) vienen de un trasfondo sacerdotal y otros (Habacuc, Nahum, Joel) muy probablemente participaban en el culto.

En los libros proféticos de la Biblia tenemos la obra directa de los propios profetas (Is 30.8; Jer 29.1s, entre otros pasajes, muestran que los profetas escribían y no solo anunciaban verbalmente sus oráculos). También hay casos de un testimonio indirecto, como el de Baruc, secretario de Jeremías (Jer 36). Y finalmente, existían escuelas de discípulos de un profetas (por ejemplo, Is 8.16; cf. 50.4) los cuales compilaban sus mensajes.

Características E Historia

Aunque el mensaje de la profecía bíblica se halla principalmente en los libros conocidos como «proféticos», no debemos olvidar el profetismo anterior a Amós, ilustrado por figuras como Natán, Elías, Miqueas (1 R 22.8–38) y Eliseo, cuya función fue anunciar el juicio y la voluntad de Dios principalmente a los reyes. El nombre «profeta» se aplica también a Abraham (Gn 20.7), Aarón (Éx 7.1), María y Débora (Éx 15.20; Jue 4.4) y Moisés (Dt 18.18; 34.10). El profeta bíblico reúne algunas características que se resume bien como «un llamado específico y personal de Dios» (Is 6; Jer 1.4–19; Ez 1–3; Os 1.2; Am 7.14, 15,); la conciencia de la acción de Dios en la historia; la valiente confrontación de reyes, sacerdotes o pueblos con las demandas y el juicio divinos; el uso de medios simbólicos de expresión y el ejercicio de una función intercesora o sacerdotal ante Dios.

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