viernes, 5 de septiembre de 2014

¿Un Cristiano Perfecto?


¿Un Cristiano Perfecto?
En un mundo tan perfectamente imperfecto, la mayor parte de la gente ha tenido que aceptar que perfecto no siempre significa sin defecto. Pero Jesús dijo, ”Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48).

La palabra “perfecto” aparece 42 veces en el Nuevo Testamento y usualmente es traducida del griego “teleios”. El diccionario Strong lo define como “completo en el trabajo, crecimiento, carácter mental y moral, de edad madura.” He aquí otros ejemplos donde es usado “teleios”:

• “Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad” (Juan 17:23).
• “Así, todos los que somos perfectos, sintamos esto mismo” (Filipenses 3:15).
• “Si alguno no ofende en palabras, es varón perfecto” (Santiago 3:2).

La palabra “perfecto” aparece unas 57 veces en el Antiguo Testamento y usualmente es traducida de la palabra hebrea “tamiym”, que el diccionario Strong define como “entero, integridad, verdad, sin mancha, completo, lleno, sinceramente, sano, sin tacha, recto, cabal, total.”

• “Noé fue un varón justo y perfecto entre los de su tiempo” (Génesis 6:9).
• “Yo Soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí y sé perfecto(Génesis 17:1).
• “Perfecto serás ante el Señor tu Dios” (Deuteronomio 18:13).
El TemaTabú
E
l tema de la perfección cristiana es un asunto teológico tan volátil que la mayor parte de los predicadores rehúsa  aventurarse a tratarlo. Si un ministro es tan osado que admite su creencia de que Dios desea que dejemos de pecar, se convierte de inmediato en blanco de la siguiente pregunta: “¿Ha dejado usted de pecar?”
 Creo que Dios quiere que dejemos de pecar. “¿Pastor, ha dejado usted de pecar?”

No. Pero me encuentro en buena compañía. Pablo también confesó que no lo había logrado. ”No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo, por ver si alcanzo aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago, olvido lo que queda atrás, me extiendo a lo que está delante y prosigo a la meta, al premio al que Dios me ha llamado desde el cielo en Cristo Jesús” (Filipenses 3:12-14).

Además, no vamos a interpretar la verdad basándonos en experiencias personales.  La idea de que somos salvos con nuestros pecados y no en última instancia de nuestros pecados ha surgido de la tendencia popular de interpretar la Biblia de acuerdo al consenso de la mayoría.  Del mismo modo, como hay tantos cristianos impostores, mucha gente ha llegado a pensar que el concepto de cristiano perfecto es tan remoto como encontrar un político honesto.
“Y el Señor dijo a Satanás: ¿Has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?” (Job:2:3).
“Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida y pocos la hallan” (Mateo 7:14).

Como hay tantos fracasos e imperfecciones en el mundo y en la iglesia, muchos concluyen que Dios se conforma conque los santos lleven halos deshonestos hasta que Jesús venga. Pero creo que, aunque no somos llamados a ser robots, somos llamados a rendirnos totalmente, a la entrega perfecta.

‘Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos', una justificación inconsciente para llevar una vida cristiana pobre. Casi sería mejor para uno, el exagerar las posibilidades de santificación en su ávida búsqueda de la santidad, que minimizarlas en una actitud de satisfacción y complacencia con la tradicional falta de santidad. Si consideramos como herejía la doctrina de perfección sin pecado, consideramos que la satisfacción con la imperfección pecaminosa es una herejía mayor.”
¿Dios desea Perfección?
¡P
or supuesto que sí! ¿Cómo puede un Dios perfecto y santo estar complacido con una norma imperfecta? ¿O como puede un Creador perfecto, que originalmente hizo una creación perfecta, estar satisfecho con una creación imperfecta?
¿Tolera Dios la imperfección en ocasiones? ¡Una vez más, claro que sí! De otro modo, nos destruiría a usted y a mí ahora mismo. Toda la humanidad sería instantáneamente aniquilada si Dios no tolerara, al menos temporalmente, la imperfección. ¡Aunque es claro que Dios no vino a condenar a los pecadores, tampoco vino a eximir el pecado!

¿Recuerda la historia en el evangelio de Juan sobre la mujer atrapada en adulterio? De acuerdo a la ley, debería ser apedreada. Muchos piensan que era María Magdalena y que este era su primer encuentro con Jesús.

Mientras ella temblaba ante Jesús esperando su sentencia, Jesús escribía en el polvo. Uno por uno, sus acusadores se fueron.
Cuando Jesús se levantó y únicamente vio a la mujer, le dijo, “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?” (Juan 8:10).

Creo que ella vio amor y compasión en el rostro de Jesús. Ella creyó en Su gracia y la recibió cuando Él le dijo, “Ni yo te condeno.” Pero para que no interpretemos mal la naturaleza mortal del pecado, Él claramente añadió, “vete y no peques más” (versículo 11).

¿Nos pide Jesús que seamos libres de pecado? Absolutamente. Jesús nunca puede pedir menos que eso. El pecado era la enfermedad que destruía a María. ¿Qué desearía usted que dijera Jesús? “¿Ve y peca un poco menos” o “Vete y reduce tu vida de pecado?” Jesús no vino a salvarnos con nuestro pecado, sino de nuestro pecado (Mateo 1:21) -esto significa de las consecuencias, del castigo, el poder y fundamentalmente, de la presencia del pecado.
Verdadero Arrepentimiento
A
lgunos dicen que cuando Jesús dijo a María, “Ni yo te condeno; vete y no peques más” esto era prueba de que la ley se abolió. ¡Pero lo que ocurrió fue lo opuesto! “El pecado es la transgresión de la Ley” (1 Juan 3:4). Jesús le estaba diciendo a María, “Yo tomaré tu castigo porque te amo. El pecado te lastima a ti y a mí. Seré el sacrificio en tu lugar, vete y no peques (no quebrantes la ley) más.

Pero en las Escrituras, el arrepentimiento genuino reclama consistentemente tristeza por el pecado y el abandono del mismo como condición para recibir la misericordia. “El que encubre sus pecados, no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13). “Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1Juan 1:9).

La mayor parte de la humanidad acepta gustosamente las bendiciones de Dios y luego las desperdicia egoístamente como el hijo pródigo. ¿Pero cómo piensa usted que Jesús se siente cuando un cristiano profeso se aleja de Su presencia luego de recibir misericordia y vida y regresa a lo mismo que tanto sufrimiento le costó a Él para salvarnos? Cuando vemos y entendemos algo sobre lo que nuestros pecados le costaron a Cristo, nunca más desearemos abrazar al monstruo que destrozó a nuestro Señor.

Jesús no vino a morir en la cruz para comprarnos una licencia para seguir pecando. Vino a salvarnos del pecado. Ese amor es el poder que nos capacita para alejarnos del pecado. “¿O menosprecias la riqueza de su bondad, paciencia y generosidad, ignorando que su bondad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4).

Setenta veces Siete
E
l que nosotros podamos repetir los mismos errores y recaer en el mismo pecado más de una vez, no significa que Dios nos haya desamparado. Evidentemente, María Magdalena tuvo la misma lucha.

“También algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios” (Lucas 8:2). “Porque siete veces cae el justo y se vuelve a levantar; pero los impíos se hunden en la desgracia” (Proverbios 24:16).

No se desanime si, como María, usted se encuentra arrepintiéndose de los mismos errores varias veces. Dijo Jesús, “Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano peca contra ti, amonéstalo. Si se arrepiente, perdónalo. Y si siete veces al día peca contra ti y siete veces al día se vuelve a ti y te dice: ‘Me arrepiento', perdónalo” (Lucas 17: 3,4).

“Entonces Pedro se acercó y le preguntó: ‘¿Señor, cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano, si peca contra mí? ¿Hasta siete?' Respondió Jesús: No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21,22). Si Dios nos pide que nos perdonemos siete veces al día o setenta veces siete, ¿hará Él menos por nosotros? Dios nos perdonará cada vez que mostremos arrepentimiento sincero.

Pero existe el peligro de que lleguemos al punto de presumir de Su gracia y que al abusar de Su perdón, endurezcamos nuestros corazones. “Si voluntariamente seguimos pecando después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados” (Hebreos 10:26).

Los primeros versículos de Romanos 6 añaden, “¿Qué diremos, pues? ¿Perseveraremos en pecado para que abunde la gracia? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”

Se requiere esfuerzo para negarnos a nosotros mismos y vivir la vida cristiana. Dice la Biblia que nosotros batallamos, luchamos, corremos, peleamos y nos esforzamos. Pero la pelea es la buena batalla de la fe. Debemos luchar para confiar en el plan de Dios y su voluntad para nosotros antes que en la nuestra. Debemos esforzarnos para permanecer cerca de Jesús. María se sentía segura cuando estaba con Jesús. “Todo el que permanece en Él, no sigue pecando” (1 Juan 3:6).

Los Cristianos siguen a Cristo
A
fin de cuentas, Jesús vino a este planeta por tres razones principales. Primero, a mostrarnos al Padre (Juan 14:9,10). Segundo, a morir como nuestro sustituto por nuestros pecados (1 Corintios 15:3; 1 Juan 4;10). Y tercero, para darnos un ejemplo de cómo ser victoriosos. Note las formas en que somos invitados a reflejar a Jesús:

• “Como me envió el Padre, también os envío yo” (Juan 20:21).

• “Para eso fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2:21).
• “Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15).
• “Soportaos y perdonaos unos a otros, si alguno tuviera queja del otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también perdonaos mutuamente vosotros” (Colosenses 3:13).
• “Un nuevo mandamiento os doy, que os améis unos a otros. Que os améis así como yo os he amado” (Juan 13:34).

Somos enviados al mundo como lo fue Jesús, llamados a caminar como Él, hacer como Él hizo, perdonar como Él perdonó y amar como Él amó. A la luz de estos principios ¿por qué un cristiano profeso resistiría la verdad cuando somos llamados a ser santos (perfectos) como lo es Él?

“Satanás tiene suficiente poder para tentarme a pecar, pero Jesús no es suficientemente poderoso para alejarme del pecado.” Aún así, la Biblia me dice “el que está con vosotros es mayor que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

Aquel que intenta justificar su pecado, niega su justificación. El punto central de la misión de Jesús fue salvarnos del castigo y el poder del pecado. “El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto se manifestó el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8).

Obediencia Constante
S
i realmente piensa acerca de esto, todos obedecen a Dios parte del tiempo -al menos mientras duermen. Pero el Señor está buscando a un pueblo que le obedezca persistentemente. Por esto le dijo a Moisés, “¡Ojalá que me reverencien y guarden todos los días, todos mis Mandamientos! ¡Así les irá bien a ellos y a sus hijos para siempre!” (Deuteronomio 5:29). Observe que el Señor pide que guardemos todos sus preceptos siempre -no para que seamos miserables, sino para nuestra máxima felicidad y la de nuestros hijos.

El rey Darío le dijo a Daniel, “Tu Dios, a quien tú continuamente sirves, te libre” (Daniel 6:16). Recuerde que los que obedecen fielmente a Dios, son a menudo los últimos en saberlo. (De hecho, trate de evadir a los que hacen alarde de su llamada perfección).

Además, cuando Daniel tuvo una visión de Dios, dijo “Quedé sin fuerza y desfallecí, sin retener vigor alguno” (Daniel 10:8). Esto es porque mientras más nos acercamos a la luz de Dios, más notamos nuestras imperfecciones.

Promesas con Poder para Obedecer
L
a Biblia está colmada de “preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguemos a participar de la naturaleza divina y nos libremos de la corrupción que está en el mundo por causa de los malos deseos” (2 Pedro 1: 4).

Estas son solamente algunas de ellas:
• “Considera al íntegro, mira al justo, porque hay un porvenir dichoso para él” (Salmos 37:37).
• “Pero Dios que nos ama, nos ayuda a salir más que vencedores en todo” (Romanos 8:37).
• “Pero gracias a Dios, que nos lleva siempre al triunfo en Cristo Jesús, y por nuestro medio manifiesta en todo lugar la fragancia de su conocimiento” (2 Corintios 2:14).
• “Por eso Jesús puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder por ellos” (Hebreos 7:25).
• “A aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros sin falta ante su gloria, con gran alegría” (Judas 1:24).
• “Porque la gracia de Dios que trae salvación, se manifestó a todos los hombres y nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos y a vivir en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:11,12).

Aquellos que rehusan creer que podemos vivir vidas victoriosas están acusando a Dios de una injusticia crasa y cruel: Pedirnos que hagamos lo imposible para luego castigarnos por no hacerlo.

Por ejemplo, Dios dice, “Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo ” (Levítico 19:2).
También, “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta” (1 Pedro 1:15). Note la palabra “sed”. Cuando Dios creó el mundo Él dijo, Sea la luz. Y fue la luz” (Génesis 1:3, énfasis añadido).

Cuando Jesús limpió al leproso, ordenó, “Sé limpio.” ¡Y se limpió! Del mismo modo, cuando dijo, “Sed, pues, perfectos” (Mateo 5:48), el propio poder capacitador está en la palabra divina “ser.” Cuando Dios nos pide que vivamos una vida santa, a veces nos parece imposible de lograr, pero recuerde, cuando Dios nos pide que crucemos un océano sin barca, Él abrirá las aguas o nos habilitará para caminar sobre ellas.

“Porque separados de mí, nada podéis hacer”, expresa Jesús (Juan 15:5). Y Pablo añade “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
Amor Perfecto
¿C
uál es, entonces, la esencia de la perfección cristiana? Si miramos al contexto de Mateo 5, Jesús habla de amar a nuestros enemigos. Cuando llegamos al versículo 48 donde Jesús dice, “Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” se hace evidente que Él habla del amor perfecto. Encontramos prueba adicional de este concepto en Lucas 6:36, donde Jesús lo expresa en forma distinta: “Sed, pues, misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso.”

Así que, ¿ cuál es la perfección cristiana? Perfecto amor y misericordia perfecta. El amor perfecto se demuestra en la disposición a obedecer. “Si me amáis, guardaréis mis Mandamientos” (Juan 14:15). Por ejemplo, Sadrac, Mesac y Abednego amaban a Dios más que a sus propias vidas y estaban dispuestos a entrar al horno ardiente antes de deshonrarlo. Igualmente, Daniel estuvo dispuesto a ir al foso de los leones antes de avergonzarse de su Dios. ¡Aunque este amor es raro, es real y alcanzable para todos los que creen!

Fe en la Victoria
E
l pecado es más que una sencilla ofensa; es un estilo de vida. Antes de ser rescatados por Jesús, somos esclavos del pecado. Después que Cristo nos salva, podríamos resbalar, pero “el pecado no tendrá dominio sobre vosotros” (Romanos 6:14). Para el cristiano, donde una vez estuvo entronizado el pecado, ahora está sentado Jesús como Rey y Señor en el trono de nuestros corazones.

“No reine el pecado en vuestro cuerpo mortal, para obedecer a sus malos deseos” (Romanos 6:12).

Esto no significa que los cristianos genuinos no cometerán errores. Existen múltiples ejemplos en la Biblia donde lo hicieron. Es por esto que Juan escribió, “Hijitos míos, esto os escribo para que no pequéis. Pero si alguno hubiera pecado, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). Pero los errores deben ser la excepción y no la regla.
El carácter se da a conocer, no por la obras buenas o malas que de vez en cuando se ejecutan, sino por la tendencia de las palabras y de los actos en la vida diaria”
Cuando nosotros aceptamos la verdad de que Jesús ahora reina y tiene “toda autoridad” y que permanece siempre con nosotros, ¡también podemos ser libres! “Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que habiten conmigo. El que ande en el camino de la perfección, éste me servirá” (Salmos 101:6).

“Todo el que nace de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4). 

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