martes, 18 de septiembre de 2018

LA HERENCIA DE DANIEL


LA HERENCIA DE DANIEL
(16 de agosto de 1992)


"Y el Señor entregó en sus manos a Joacim, rey de Judá, y algunos de los utensilios de la casa de Dios; los llevó a la tierra de Sinar, a la casa de su dios, colocando los utensilios en la casa del tesoro de su dios." Daniel 1:2 (LBA)

INTRODUCCION
Con el objetivo de obtener favores de sus dioses, el pueblo babilónico realizaba una serie de prácticas religiosas que, generalmente, culminaban en el ofrecimiento de una víctima a través del sacrificio.
Un culto altamente practicado por este pueblo era el culto fálico. En este culto a la fertilidad, cuyo símbolo era un órgano sexual masculino, se ofrecían en sacrificio, aunque no de muerte, aquellos jóvenes provenientes de otros pueblos y que eran capturados en la guerra. 

Tan grande influencia ejerció en su época este culto que inclusive en la actualidad existen lugares que perpetuan la memoria de estas prácticas. Hoy en día estos lugares se encuentran en medio de plazas públicas y son conocidos como obeliscos. Al reunirse en semejantes lugares, muchas personas, incluyendo cristianos, inconscientemente mantienen vivo el recuerdo de estos cultos y de estas abominaciones.

DESARROLLO
La palabra utensilio, tiene su raiz en el hebreo antiguo kely. Este vocablo tiene varias acepciones. Como visto, una de ellas es utensilio, sin embargo, otra es órgano sexual masculino.   En 1a Samuel 21:4 y 5, la Biblia dice: "Respondió el sacerdote a David, y dijo: No hay pan común a mano, pero hay pan consagrado; siempre que los jóvenes se hayan abstenido de mujer. Y David respondió al sacerdote, y le dijo: Ciertamente las mujeres nos han sido vedadas; como anteriormente, cuando he salido en campaña, los cuerpos de los jóvenes se han mantenido puros, aunque haya sido un viaje profano; cuánto más puros estarán sus cuerpos hoy?"


Algunas versiones traducen "cuerpos de los jóvenes" por "vasos (kely) de los jóvenes". Por eso Saúl le pidió a David que le presentara cien prepucios filisteos  por la dote de su hija (1a Samuel 18:25).

El culto a la fertilidad del mundo: esterilidad espiritual
Cuando un hijo del pueblo de Israel era capturado por los babilónicos, generalmente era ofrecido a sus dioses en un culto fálico; de esta manera la víctima era transformada en eunuco.
Un eunuco era una persona que había sido sacrificada de tal manera que sus funciones fisiológicas sexuales no podían ser nunca más desarrolladas. Un eunuco perdía totalmente su capacidad reproductora.
El cristiano que afrenta sistemáticamente a Dios, a la manera de Joacim, se expone a ser entregado al rey de Babilonia y ser transformado en eunuco espiritual.
En esta triste condición, el cristiano manifiesta actitudes temerosas, actitudes carentes de virilidad; perdiendo la promesa contenida en 2a Timoteo 1:7 "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio."
También pierde su fertilidad y se convierte en esteril. En la era del Padre, descrita en el Antiguo Testamento, la reproducción física era un símbolo de bendición y prosperidad; la esterilidad en cambio, era una señal de maldición y un estigma (Exodo 23:26 y Deuteronomio 7:14). En la era del Espíritu, el Apostol Pablo traslada la importancia de la reproducción a la esfera espiritual y la destaca inclusive sobre la física (1a Corintios 4:15, 1a Corintios 4:17, Gálatas 4:19 y Filemón 1:10).
El cristiano debe dar a luz cristianos en el evangelio y esta reproducción espiritual es producto del buen testimonio. Este es el tipo de paternidad al que exhorta el Apostol Pablo. Esto es ser padre a nivel espiritual.

El Padre del Espíritu es Dios, el Padre del Tabernáculo Terrenal es el Padre Natural y el Padre del Alma es un determinado tipo de ministro (1a Corintios 4:15, 1a Corintios 4:17, Gálatas 4:19 y Filemón 1:10)

El cristiano debe reproducirse espiritualmente, debe engendrar hijos en el evangelio, a la manera del Apostol Pablo (1a Corintios 4:15, 1a Corintios 4:17, Gálatas 4:19 y Filemón 1:10), y producir luz en medio de las tinieblas (Mateo 5:14). Si la capacidad reproductora se pierde, entonces el cristiano se constituye en sal insípida, desechada de Dios y pisoteada por los hombres (Mateo 5:13).

Según la zoología, las ovejas deben dar a luz una vez al año. El no hacerlo es síntoma de enfermedad.

La importancia de la paternidad es tan grande que los libros de Esdras y Nehemías indican que la restauración de Jerusalén comenzó cuando los jefes de las casa paternas se levantaron para reedificar la ciudad. El cristiano aún dentro de una congregación necesita padres espirituales. A los pastores les fue encargado el cuidado de las almas de las ovejas.

El proceso de la caida
La caida y destrucción es un proceso. La esencia de este proceso es el engaño: "Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo." (2a Corintios 11:3)
Inicialmente el cristiano se encuentra en Jerusalén, acto seguido es llevado a Sinar, después a la casa del dios del rey de Babilonia y finalmente es colocado entre el tesoro de este dios; constituido de esta manera en trofeo para la burla y el menoscabo de los habitantes de Babilonia.
De hecho, el hacer burla de los derrotados era parte de las costumbres de guerra en las sociedades antiguas. Los vencidos eran capturados y exhibidos ante los habitantes del pueblo vencedor.
Por eso, al referirse a la victoria del Señor Jesucristo, Colosenses 2:15 dice: "Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de El."
Cuando el diablo  derrota a un cristiano lo exhibe para humillación. Exactamente a la manera de Sansón: "Y sucedió que cuando estaban alegres, dijeron: Llamad a Sansón para que nos divierta. Llamaron, pues, a Sansón de la cárcel, y él los divertía. Y le pusieron de pie entre las columnas." (Jueces 16:25).
En resumen, el cristiano que se ve envuelto en este proceso de engaño comenzará perdiendo su comunión con Dios y con su pueblo. Será partícipe de Egipto y Babilonia donde perderá su fertilidad y su visión y su fin estará en el menosprecio.
Sin embargo, y gracias a la misericordia de Dios: " (...) donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia."(Romanos 5:20) y más: "Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo." (1a Juan 2:1)
De esta última cita, se puede observar que al momento de fallarle a Dios, el cristiano se encuentra en un juicio. El Juez es el Padre, el Abogado defensor es el parakletos (constituido por el Hijo en el Cielo y el Espíritu Santo en la Tierra) y el acusador el diablo.

Dios honra a los que le honran
El Señor Jesucristo, en reiteradas oportunidades, indicó que aquel que deseara salvar su vida la perdería y el que la menospreciara por casua de su Nombre, la salvaría (Mateo 10:30, Mateo 16:25, Marcos 8:35, Lucas 9:24, Lucas 17:33 y Juan 12:25).  En muchas ocasiones Daniel arriesgó su vida por causa de Dios. En este momento destacan dos de esas tantas ocasiones.
La primera se encuentra cuando este varón se propuso mantenerse puro y sin contaminación (Daniel 1:8). Este hombre, conjuntamente con sus tres amigos, fueron probados en plenitud (Daniel 1:12 al 15) y Dios se agradó tanto de esta actitud que les concedió una victoria tan grande (Daniel 1:17) que el rey de Babilonia confirmó por sí mismo lo sucedido (Daniel 1:20).
La segunda se describe cuando el rey decretó la muerte de todos los sabios de su reino, incluyendo por supuesto a Daniel y a sus tres amigos (Daniel 2:12). Este varón temeroso de Dios, intercedió delante del capitán de la guardia y, al rey, le solicitó tiempo para declararle la interpretación (Daniel 2:14 al 16). Nuevamente Dios se agradó de la vida de este siervo y le reveló el misterio de la visión y su interpretación (Daniel 2:19). Inmediatamente Daniel honró a Dios (Daniel 2:19) y reconoció delante del rey a Aquel que le reveló el misterio (Daniel 2:28). Como resultado, el rey honró a Daniel y le engrandeció en su reino (Daniel 2:48).
En cada prueba Daniel demostró su virilidad y de todos los frutos que las pruebas le produjeron, tal vez el más importante fue que al término de cada una, este varón creció espiritualmente.

Tipos de cristianos
Un aspecto muy importante que el cristiano debe entender es la diferencia que existe entre la salvación otorgada por Dios y los galardones que se pueden alcanzar.  Con su sacrificio en la cruz, el Señor Jesucristo ha concedido a todo aquel que en El crea la vida eterna: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:16).
La salvación es una e igual para todos los hijos: "Porque uno es el Señor, una la fe y uno el bautismo." (Efesios 4:5)
Al referirse a los galardones, el Apostol Pablo indica: "Prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús." (Filipenses 3:14)

El galardón es una recompensa al amor, a la fidelidad y a la consagración: "Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible." (1a Corintios 9:25) Y añade el Apostol Pablo: "En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no solo a mi, sino también a todos los que aman su venida." (2a Timoteo 4:8)

La salvación es una dádiva de Dios, o sea, un regalo inmerecido para con la humanidad. Los galardones también provienen de Dios pero, a diferencia de la salvación, se obtienen como consecuencia de una consagración hacia el Señor. No todos los cristianos se consagran en la misma medida, no todos alcanzan la misma estatura espiritual y no todos tendrán la misma recompensa. Este hecho se describe en la parábola de los talentos (Mateo 25:14 al 30) y en la parábola de las minas (Lucas 19:11 al 27).
Para no perder estos premios, los Apóstoles Santiago y Juan exhortan a perseverar en la fe y a no desmayar en medio de las pruebas:
"Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman." (Santiago 1:12)
"Vengo pronto; retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona." (Apocalipsis 3:11)

Los galardones son dones que Dios otorga a aquellos que los buscan. Esta realidad se cumplió en Daniel y en sus tres amigos.   En Daniel 1:17, la Biblia indica: "A estos cuatro jóvenes Dios les dio conocimiento e inteligencia en toda clase de literatura y sabiduría; además Daniel entendía toda clase de visiones y sueños." (Daniel 1:17)
Como figura del Pueblo de Dios, estos cuatro jóvenes eran salvos. Estos cuatro jóvenes tipifican dos tipos de cristianos: aquellos que a la manera de los tres amigos de Daniel tenían conocimiento e inteligencia en toda clase de literatura y sabiduría; y aquellos que a la manera de Daniel, además de esto, tenían toda clase de visiones y sueños.

Los tres amigos de Daniel se encontraban en la administración de la provincia de Babilonia (Daniel 2:48) cuando enfrentaron a la estatua de oro y entraron al horno de fuego siete veces calentado (Daniel 3). Estos tres jóvenes tipifican a un grupo de cristianos que, debido a su falta de amor, se dejarán envolver en los negocios de la Babilonia espiritual de los últimos tiempos y se encontrarán, súbitamente, en medio de la gran tribulación.
Este grupo de cristianos tendrá inteligencia en literatura y sabiduría, o sea, poseerá gran conocimiento de teología y de la Palabra de Dios pero que, desafortunadamente, no vive lo que predica (Juan 14:15, Juan 14:21 y Juan 15:10).
Daniel, en cambio, se encontraba en el palacio del rey (Daniel 2:49). Este varón representa a un grupo de cristianos que, además de conocer literatura y sabiduría, es versado en visiones y sueños. Este grupo de cristianos se deleita en el palacio del Rey: "Una cosa he pedido al Señor, y ésa buscaré: que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor, y para meditar en su templo." (Salmo 27:4)
La madurez espiritual es producto del equilibrio entre los cuatro elementos mencionados en Daniel 1:17, o sea, la revelación o apocalupsis, conocimiento o gnosis, profecía o profetella y enseñanza o didache.
Esto lo confirma el Apostol Pablo en su carta a la Iglesia de Corinto: "Ahora bien, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿de qué provecho os seré a menos de que os hable por medio de revelación, o de conocimiento, o de profecía, o de enseñanza?" (1a Corintios 14:6)
El cristiano equilibrado estará en el Palacio del Rey todo el tiempo que dure la prueba en Babilonia.

CONCLUSION
Los pueblos antiguos practicaban una serie de rituales hacia sus dioses. Un ritual altamente difundido era el culto a la fertilidad en donde se sacrificaban jóvenes cautivos de otros pueblos. Las víctimas eran transformadas en eunucos.  El cristiano que con engaño es llevado a Babilonia perderá su fertilidad y su final será de humillación.
En muchas oportunidades Daniel arriesgó su vida y Dios siempre respaldó su actitud al punto de honrarlo sobre los demás. Al final de cada prueba la estatura espiritual de Daniel crecía.
Los dos grupos tipificados en Daniel y sus tres amigos eran salvos. Sin embargo, la consagración hizo una diferencia entre estos grupos: el primero permanece en el Palacio del Rey y el segundo en los negocios de Babilonia.
El cristiano que no alcance la madurez espiritual se enfrentará a la estatua de oro (anticristo) y entrará en el horno de fuego siete veces calentado (gran tribulación).
Para obtener la madurez espiritual se necesita equilibrio entre la revelación o apocalupsis, el conocimiento o gnosis, la profecía o profetella y la enseñanza o didache.
Esta madurez la obtendrá cristiano que la anhele, gracias a la promesa del Señor para el Israel Espiritual (la Iglesia) a ser cumplida en el final de los tiempos: "Y sucederá que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones." (Joel 2:28)

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