domingo, 2 de noviembre de 2014

ALABANZA

ALABANZA
En el AT 
los términos comúnmente utilizados para alabanza son haµlal, cuya raíz significa hacer ruido; yaµd_aÆ, que originalmente estaba relacionada con las acciones y gestos corporales que acompañan la alabanza; y zaµmar, que está relacionada con la música o el canto.

En el NT
eujaristein (lit. ‘dar gracias’) es el término favorito, que sugiere en la persona que alaba, una actitud de mayor intimidad con la persona que es objeto de la alabanza que en el caso de eulogein, bendecir’, que es más formal.

La Biblia toda está llena de explosiones de alabanza. Surgen espontáneamente del gozo que señala la vida del pueblo de Dios. Dios se complace y se deleita en las obras de su creación (Gn. 1; Sal. 104.31; Pr. 8.30–31), y toda la creación, expresa su gozo en alabanza (Job 38.4–7; Ap. 4.6–11).

También el hombre fue creado para regocijarse en las obras de Dios (Sal. 90.14–16) y cumple este propósito cuando acepta las dádivas de Dios (Ec. 8.15; 9.7; 11.9; Fil. 4.4, 8.

La llegada del reino de Dios está enmarcada por la restauración del gozo y la alabanza en el pueblo de Dios y en toda la creación (Is. 9.2; Sal. 96.11–13; Ap. 5.9–14; Lc. 2.13–14 en el que la alabanza surge del puro gozo que despierta la presencia de Dios (Dt. 27.7; Nm. 10.10; Lv. 23.40).

La alabanza a Dios se rinde en la tierra por sus obras de creación y redención (Sal. 24; 136), alabanza en el cielo (Ap. 4.11; 5.9–10). En consecuencia, la alabanza es una marca del pueblo de Dios (1 P. 2.9; Ef. 1.3–14; Fil. 1.11).
la marca de los impíos (Ro. 1.21; Ap. 16.9). El acto de alabar encierra la más íntima comunión con aquel a quien se alaba.

Pero con frecuencia también se ordena a los hombres alabar a Dios como un deber, y evidentemente en este caso la alabanza no puede depender del estado de ánimo, de los sentimientos o las circunstancias, compárese] Job 1.21). El “alegrarse delante de Jehová” es parte de la vida cotidiana de su pueblo (Dt. 12.7; 16.11–12), en que los hombres se estimulan y se exhortan mutuamente a la alabanza.

Aunque hay salmos que expresan la alabanza del individuo, siempre se ha considerado que la alabanza se expresa mejor en la congregación (Sal. 22.25; 34.3; 35.18), donde la alabanza  agrada a Dios (Sal. 50.23), también obra como testimonio de y ante el pueblo de Dios (Sal. 51.12–15).

Los levitas eran los encargados de la alabanza en el templo. Se utilizaban salmos y en las procesiones sagradas con “voces de alegría y de alabanza” (Sal. 42.4).  La danza, desde los tiempos más antiguos medio de expresión de alabanza (Ex. 15.20; 2 S. 6.14), también se utilizaba para este fin en el templo (Sal. 149.3; 150.4). El Sal. 150 proporciona una lista de instrumentos musicales que se utilizaban en la alabanza.

Los cristianos primitivos continuaron concurriendo al culto en el templo para expresar su alabanza (Lc. 24.53; Hch. 3.1). Pero al haber experimentado nueva vida en Cristo, era inevitable que dicha experiencia se expresase en nuevas formas de alabanza (Mr. 2.22). El gozo era el estado de ánimo dominante de la vida cristiana, y aunque no se describe la adoración y la alabanza formales, la razón es que su práctica se daba por sentado.

Así como aquellos que fueron testigos del poder sanador de Cristo estallaban en alabanza espontáneamente (Lc. 18.43; Mr. 2.12), también en la iglesia apostólica hay frecuentes ejemplos de tales testimonios espontáneos, que se iban manifestando a medida que los hombres comenzaban a ver y comprender el poder y la bondad de Dios en Cristo (Hch. 2.46; 3.8; 11.18; 16.25; Ef. 1.1–14).

Indudablemente se utilizaban los salmos para expresar la alabanza de la iglesia primitiva (Col. 3.16; Mt. 26.30;  Ap. 5.8–14), a los que se hace referencia en Col. 3.16; 1 Co. 14.26. Tenemos ejemplos de tal inspiración hacia nuevas formas de alabanza en (Lc. 1.46–55, 68–79; 2.29–32).

En otras partes del texto del NT hay ejemplos de la alabanza formal de la iglesia primitiva. Parece probable, por su contenido y su forma literaria, que Fil. 2.6–11 fue compuesto y utilizado como himno de alabanza a Cristo. Probablemente haya ecos o citas de himnos primitivos en pasajes como Ef. 5.14 y 1 Ti. 3.16; Ap. 1.4–7; 5.9–14; 15.3–4) deben haberse empleado en el culto público para expresar la alabanza de la congregación.

Debemos notar la íntima relación que existe entre la alabanza y el sacrificio. En el ritual de los sacrificios del AT [AT Antiguo Testamento] había lugar para el sacrificio de acción de gracias, como así también para el de expiación, compárese] Lv. 7.11–21).
La gratitud debía ser un motivo fundamental de la ofrenda de las primicias llevadas ante el altar (Dt. 26.1–11). En el ofrecimiento sincero de la alabanza hay ya un sacrificio que agrada a Dios (He. 13.15; Os. 14.2; Sal. 119.108).

En la ofrenda sacerdotal que Jesucristo hizo de su propia persona está presente este aspecto de la acción de gracias (Mr. 14.22–23, 26; Jn. 17.1–2; Mt. 11.25–26). Por consiguiente, la vida misma del cristiano debe constituir una ofrenda de gratitud (Ro. 12.1) en cumplimiento de su sacerdocio real (Ap. 1.5–6; 1 P. 2.9), y el hecho de poder hacer de una manera real y verdadera una ofrenda de esta naturaleza en medio de los sufrimientos, vincula entre sí el sufrimiento y la alabanza en la vida cristiana (Fil. 2.17). La acción de gracias santifica no sólo el sufrimiento sino todos los aspectos de la vida del cristiano (1 Ti. 4.4–5; 1 Co. 10.30–31; 1 Ts. 5.16–18). Cualquiera sea el objeto de nuestra oración, ella debe incluir la alabanza (Fil. 4.6).

Bibliografías:
A. B. Macdonald, Christian Worship in the Primitive Church, 1934).
(C. S. Lewis, Reflections on the Psalms, 1958, pp. [pp. página(s)] 95).

W. Eichrodt, Man in the Old Testament, 1951, pp. [pp. página(s)] 35). 

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