ALABANZA
En
el AT
los
términos comúnmente utilizados para alabanza son haµlal, cuya raíz significa hacer ruido; yaµd_aÆ, que
originalmente estaba relacionada con las acciones
y gestos corporales que acompañan la alabanza; y zaµmar, que está
relacionada con la música o el canto.
En
el NT
eujaristein (lit. ‘dar gracias’) es el término favorito,
que sugiere en la persona que alaba, una actitud de mayor intimidad con la
persona que es objeto de la alabanza que en el caso de eulogein, ‘bendecir’,
que es más formal.
La
Biblia toda está llena de explosiones de alabanza. Surgen espontáneamente del
gozo que señala la vida del pueblo de Dios. Dios se complace y se deleita en
las obras de su creación (Gn. 1; Sal. 104.31; Pr. 8.30–31), y toda la creación,
expresa su gozo en alabanza (Job 38.4–7; Ap. 4.6–11).
También
el hombre fue creado para regocijarse en las obras de Dios (Sal. 90.14–16) y
cumple este propósito cuando acepta las dádivas de Dios (Ec. 8.15; 9.7; 11.9;
Fil. 4.4, 8.
La
llegada del reino de Dios está enmarcada por la restauración del gozo y la
alabanza en el pueblo de Dios y en toda la creación (Is. 9.2; Sal. 96.11–13;
Ap. 5.9–14; Lc. 2.13–14 en el que la alabanza surge del puro gozo que despierta
la presencia de Dios (Dt. 27.7; Nm. 10.10; Lv. 23.40).
La
alabanza a Dios se rinde en la tierra por sus obras de creación y redención
(Sal. 24; 136), alabanza en el cielo (Ap. 4.11; 5.9–10). En consecuencia, la
alabanza es una marca del pueblo de Dios (1 P. 2.9; Ef. 1.3–14; Fil. 1.11).
la
marca de los impíos (Ro. 1.21; Ap. 16.9). El acto de alabar encierra la más
íntima comunión con aquel a quien se alaba.
Pero
con frecuencia también se ordena a los hombres alabar a Dios como un deber, y
evidentemente en este caso la alabanza no puede depender del estado de ánimo,
de los sentimientos o las circunstancias, compárese] Job 1.21). El “alegrarse
delante de Jehová” es parte de la vida cotidiana de su pueblo (Dt. 12.7;
16.11–12), en que los hombres se estimulan y se exhortan mutuamente a la
alabanza.
Aunque
hay salmos que expresan la alabanza del individuo, siempre se ha considerado
que la alabanza se expresa mejor en la congregación (Sal. 22.25; 34.3; 35.18),
donde la alabanza agrada a Dios (Sal.
50.23), también obra como testimonio de y ante el pueblo de Dios (Sal.
51.12–15).
Los
levitas eran los encargados de la alabanza en el templo. Se utilizaban salmos y
en las procesiones sagradas con “voces de alegría y de alabanza” (Sal. 42.4). La danza, desde los tiempos más antiguos medio
de expresión de alabanza (Ex. 15.20; 2 S. 6.14), también se utilizaba para este
fin en el templo (Sal. 149.3; 150.4). El Sal. 150 proporciona una lista de
instrumentos musicales que se utilizaban en la alabanza.
Los
cristianos primitivos continuaron concurriendo al culto en el templo para
expresar su alabanza (Lc. 24.53; Hch. 3.1). Pero al haber experimentado nueva
vida en Cristo, era inevitable que dicha experiencia se expresase en nuevas
formas de alabanza (Mr. 2.22). El gozo era el estado de ánimo dominante de la
vida cristiana, y aunque no se describe la adoración y la alabanza formales, la
razón es que su práctica se daba por sentado.
Así
como aquellos que fueron testigos del poder sanador de Cristo estallaban en
alabanza espontáneamente (Lc. 18.43; Mr. 2.12), también en la iglesia
apostólica hay frecuentes ejemplos de tales testimonios espontáneos, que se
iban manifestando a medida que los hombres comenzaban a ver y comprender el
poder y la bondad de Dios en Cristo (Hch. 2.46; 3.8; 11.18; 16.25; Ef. 1.1–14).
Indudablemente
se utilizaban los salmos para expresar la alabanza de la iglesia primitiva
(Col. 3.16; Mt. 26.30; Ap. 5.8–14), a
los que se hace referencia en Col. 3.16; 1 Co. 14.26. Tenemos ejemplos de tal
inspiración hacia nuevas formas de alabanza en (Lc. 1.46–55, 68–79; 2.29–32).
En
otras partes del texto del NT hay ejemplos de la alabanza formal de la iglesia primitiva.
Parece probable, por su contenido y su forma literaria, que Fil. 2.6–11 fue
compuesto y utilizado como himno de alabanza a Cristo. Probablemente haya ecos
o citas de himnos primitivos en pasajes como Ef. 5.14 y 1 Ti. 3.16; Ap. 1.4–7;
5.9–14; 15.3–4) deben haberse empleado en el culto público para expresar la
alabanza de la congregación.
Debemos
notar la íntima relación que existe entre la alabanza y el sacrificio. En el
ritual de los sacrificios del AT [AT Antiguo Testamento] había lugar para el
sacrificio de acción de gracias, como así también para el de expiación,
compárese] Lv. 7.11–21).
La
gratitud debía ser un motivo fundamental de la ofrenda de las primicias
llevadas ante el altar (Dt. 26.1–11). En el ofrecimiento sincero de la alabanza
hay ya un sacrificio que agrada a Dios (He. 13.15; Os. 14.2; Sal. 119.108).
En
la ofrenda sacerdotal que Jesucristo hizo de su propia persona está presente
este aspecto de la acción de gracias (Mr. 14.22–23, 26; Jn. 17.1–2; Mt.
11.25–26). Por consiguiente, la vida misma del cristiano debe constituir una
ofrenda de gratitud (Ro. 12.1) en cumplimiento de su sacerdocio real (Ap.
1.5–6; 1 P. 2.9), y el hecho de poder hacer de una manera real y verdadera una
ofrenda de esta naturaleza en medio de los sufrimientos, vincula entre sí el
sufrimiento y la alabanza en la vida cristiana (Fil. 2.17). La acción de
gracias santifica no sólo el sufrimiento sino todos los aspectos de la vida del
cristiano (1 Ti. 4.4–5; 1 Co. 10.30–31; 1 Ts. 5.16–18). Cualquiera sea el objeto
de nuestra oración, ella debe incluir la alabanza (Fil. 4.6).
Bibliografías:
A.
B. Macdonald, Christian Worship in the Primitive Church, 1934).
(C. S. Lewis, Reflections on the Psalms, 1958,
pp. [pp. página(s)] 95).
W. Eichrodt, Man in the Old Testament, 1951,
pp. [pp.
página(s)] 35).
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