“Autoridad sobre
las naciones”
Apocalipsis 2:26-28
Apocalipsis 2:26-28
“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin,
yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y
serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi
Padre; y le daré la estrella de la mañana” (Apocalipsis
2:26-28).
-Esta promesa Cristo se ha hace a
los miembros de la iglesia en Tiatira, una de las
siete iglesias de la provincia romana de Asia que fueron recipientes de cartas
dictadas por el mismo Señor y enviadas por el apóstol Juan hacia fines del primer
siglo de la Era Cristiana.
¿A quién se le hace la promesa?: ¿A
quién se le promete “autoridad sobre las naciones”? “Al que venciere
y guardare mis obras hasta el fin.” Es decir, “hasta la muerte”,
como dice Apocalipsis 2:10. “Venciere” es sinónimo de morir “en el
Señor” (Apocalipsis 14:13).
¿Cuándo recibe el cristiano esta
“autoridad”?: ¿Cuándo recibiría el cristiano
triunfador de Tiatira “autoridad sobre las
naciones”? ¡Después de la muerte! No durante su vida terrenal sino
después de la muerte de su cuerpo carnal.
-A los cristianos fieles Cristo
les hace “reyes y sacerdotes” (Apocalipsis 1:6) durante su peregrinaje
terrenal. En cambio, la “autoridad sobre las naciones” es poder que al
cristiano fiel de Tiatira se le otorgaría al pasar
victorioso a la vida del más allá.
¿Dónde se cumple la promesa?: ¿Dónde
recibe el cristiano vencedor “autoridad sobre las naciones”? ¿La recibe,
estando allá en la esfera espiritual de Dios, o acaso tiene que volver a la
tierra para recibirla y ejercerla? ¿Resucitar en la tierra? ¿Tomar, de nuevo,
en la tierra su cuerpo mortal resucitado? Hay quienes dicen que sí, que esto
mismo es lo que va a pasar, que los vencedores resucitarán en el planeta Tierra
para reinar, en cuerpos de carne y sangre, sobre las naciones terrenales por
mil años (el Milenio). Sin embargo, ni la promesa de Apocalipsis 2:26-28, ni
los demás textos relevantes de la Biblia, obligan a esta conclusión.
Consideremos:
-La expresión “como yo
también la he recibido de mi Padre” (2:27) enseña que el cristiano vencedor
de Tiatira recibiría “autoridad” de la
misma manera que Cristo ya la había recibido de Dios. “La he
recibido”: pretérito perfecto indicativo, igual a decir –“Ya la
tengo; ya la recibí”. En el primer siglo de la Era Cristiana, cuando Cristo
dictó cartas a las siete iglesias, ¡él ya había recibido de su Padre
autoridad sobre las naciones! ¿La recibió durante su ministerio en la
tierra, antes de ser crucificado? ¡De modo alguno! Bien se sabe que la recibió
cuando la “fuerza” del Padre “operó en Cristo, resucitándole de los
muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo
principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra” (Efesios
1:20-21). ¡La recibe “en los lugares celestiales”! Que conste:
¡Cristo no tuvo que volver a la tierra para recibir autoridad sobre las
naciones, ni tampoco para ejercerla! Pues, ¡TAMPOCO el cristiano vencedor!,
ya que la recibe “COMO” Cristo la recibió. “Como yo también
la he recibido.” Definitivamente, no es necesario que el cristiano
victorioso retorne al planeta Tierra, morando de nuevo en su cuerpo mortal,
para que se cumpla en él la promesa de Cristo que trata de “autoridad sobre
las naciones”. Tal cual Cristo la recibió “en los lugares celestiales”,
también el alma triunfante la puede recibir estando en los mismos “lugares
celestiales”.
Ya
que el que vence hasta el fin no se ve obligado a encarnarse de nuevo en la
tierra para recibir la “autoridad” prometida, ¿en qué etapa, o
tiempo, de su existencia allá en las regiones celestiales se le da tan
grandioso honor? Salido airosamente el espíritu del cuerpo muerto, y
llevado por los ángeles al lugar celestial designado (Lucas 16:19-31), ¿recibe,
de inmediato, “autoridad sobre las naciones”? La promesa de Cristo a la
iglesia de Tiatira no cubre este detalle. Solo dice “le
daré”, futuro; en el futuro “le daré autoridad”.
-Cristo no dice: “Le daré
autoridad sobre las naciones desde la hora de su entrada a los lugares
celestiales hasta el fin del tiempo, bien sean dos mil años, doscientos años o
cinco meses”.
-No dice: “Le daré autoridad
sobre las naciones siete años después de mi Segunda Venida cuando inicie mi
Reino milenario en la tierra”.
-No dice: “Le daré autoridad
sobre las naciones durante mil años después de mi Segunda Venida; luego, se la
quitaré durante el poco de tiempo cuando Satanás estará suelto”.
-Solo dice “le daré”. Con
todo, a nuestro entender, ciertas consideraciones, más información revelada en
otros pasajes, señalan hacia un tiempo particular.
-En primer lugar, es importante
determinar para quiénes es esta promesa sorprendente. ¿Se pronunció la promesa
solo para los cristianos vencedores de la iglesia en Tiatira
de aquel tiempo, o se hace extensiva a los demás fieles de todas las
congregaciones, tanto de aquel tiempo como de toda la Era Cristiana? Hasta
dónde entendamos, tales promesas son para toda la iglesia, irrespectivo de
lugar o tiempo. De ser así, todos los cristianos que vencen “hasta
el fin” tendrán, en algún tiempo determinado por Dios, “autoridad
sobre las naciones”.
-Al tenerla, ¿qué hacen? Rigen “con
vara de hierro” a las naciones. El “hierro” es pesado y duro; la “vara”
es un instrumento de castigo. La “vara de hierro” no es un cayado o
cetro para tiempos pacíficos, sino un instrumento para lastimar, azotar,
romper, destruir, matar.
-Cristo mismo tiene autoridad
para regir a las naciones “con vara de hierro”. Conforme a la profecía
sobre él, recibe “por herencia las naciones” (Salmo 2:8). Él es “el
soberano de los reyes de la tierra” (Apocalipsis 1:5). Y de él se dice: “Los
quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás” (Salmo
2:9). ¿Se fija usted en los verbos violentos “quebrantarás” y “desmenuzarás”?
La “vara de hierro”, ¿para qué sirve? ¡Para quebrantar y desmenuzar!
¿Aplica Cristo la “vara de
hierro” a las naciones durante todo el tiempo que el Padre le concede “toda
potestad… en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18), es decir, durante toda
la Era Cristiana? La historia de la Era Cristiana desde su inicio hasta el
presente indica que no lo hace. Por ejemplo, el Imperio Romano, el Imperio
Bizantino, el Sacro Imperio Romano, el imperio de los musulmanes, los reinos de
los bárbaros, ¿fueron quebrados por Cristo con la “con vara de hierro”?
Bien se sabe que estas entidades políticas pervertidas y sublevadas contra Dios
persiguieron impunemente a Cristo y su iglesia verdadera durante muchos siglos.
Entonces, ¿cuándo aplica Cristo la “vara de hierro” a las naciones? La
respuesta se encuentra en Apocalipsis 19:11-21: ¡la utiliza al venir como el
jinete que monta el caballo blanco, en su rol de “Fiel y Verdadero”
que “con justicia juzga y pelea” contra “la bestia… los
reyes de la tierra y… sus ejércitos, reunidos para guerrear” contra “El
Verbo de Dios”! “De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a
las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y el pisa el lagar del
vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso” (19:15). En su Segunda
Venida, el “Rey de reyes y Señor de señores” (19:16) aplica,
literalmente, la terrible “vara de hierro” a las naciones ateas,
rebeldes, impenitentes, incorregibles e intransigentes que se reúnen contra
él en “Armagedón” (Apocalipsis 16:16). Las quebranta;
las desmenuza “como vasija de alfarero”. Y ¿qué queda de ellas después
de tan violento encontronazo con las fuerzas celestiales? ¡NADA! En el
polvo de la tierra quedan postradas, para no levantarse de nuevo. Pedazos de
vasijas que ni Satanás mismo pudiera unir de nuevo. Tal cual explicó el ángel a
Daniel, son destruidas y arruinadas “hasta el fin” (Daniel 7:26).
-Pues bien, y ¿quiénes componen “los
ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio” que
respaldan al Rey Cristo en la aplicación de la “vara de hierro” a las
naciones incorregibles? Efectivamente, ¡son todos los cristianos vencedores
de toda la Era Cristiana! En preparación para su Segunda Venida, Cristo
resucita a todos los que murieron en él y transforma, poco antes del día de su
retorno, a los santos vivos en la tierra. “Así también traerá Dios con
Jesús a los que durmieron en él. Los muertos en Cristo resucitarán primero.
Luego nosotros los que vivimos… seremos arrebatados juntamente con ellos” (1
Tesalonicenses 4:13-18). Unidos todos los santos triunfantes a su Capitán y Rey
celestial, en cuerpos espirituales, gloriosos, poderosos, incorruptibles e
inmortales (1 Corintios 15:35-58), y no resucitados en débiles cuerpos mortales
en la tierra, integran los espléndidos y poderosos “ejércitos celestiales”.
Al igual que su glorioso e invencible Rey, cuentan con “autoridad sobre las
naciones” viles e intransigentes en su rebeldía. Al igual que él, les
aplican, literalmente, la “vara de hierro”. Al igual que él, las
quebrantan y las desmenuzan, justamente conforme a la promesa de Cristo a todo
vencedor: “las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de
alfarero”. Y así es que la promesa de Cristo se cumple al pie de la letra,
no, de cierto, a lo largo de la Era Cristiana, ni tampoco durante mil años
proyectados, erróneamente, para después de la Segunda Venida, sino,
precisamente, en el tiempo específico cuando Cristo y sus ejércitos de
vencedores quebrantan a las naciones rebeldes, dejándolas como cantos rotos de
vasija de alfarero.
-A propósito, quienes pautan mil
años (el Milenio) para DESPUÉS de la Segunda Venida de Cristo, sostienen que “las
naciones de la tierra estarán gobernadas por el Cristo y su Iglesia” (“Toda
la verdad acerca del Milenio”, del libro “Las 21 tesis”, por Tito Martínez. http://las21tesis.webcindario.com). Según
esta “tesis”, Cristo y la iglesia, obrando directamente en la tierra y no desde
el cielo, ¡quebrantan y desmenuzan a las naciones por mil años! Al regirlas con
“vara de hierro” por mil años, como se proyecta, las quebrantan y
desmenuzan durante mil años, pues quebrantar y desmenuzar es, exactamente, lo
que se hace con la “vara de hierro”. Pero, ¿no aseguran los premilenialistas que el Milenio será tiempo de perfecta paz,
justicia y santidad?
¿Autoridad sobre cuáles
naciones?: “Autoridad sobre las naciones” dice la
promesa. ¿Cuáles naciones?
-No dice: “Sobre
todas las naciones en todo el mundo desde el primer siglo de la Era Cristiana
hasta el fin del tiempo”.
-Tampoco dice: “Sobre todas
las naciones que haya en la tierra después de mi Segunda Venida, por mil años (el
Milenio) exactos, ni un día más, ni un día menos, hasta la hora cuando mi
ángel suelte a Satanás de nuevo”.
-De la manera que las
revelaciones de Apocalipsis 19:11-21 nos enseñan cuándo Cristo y sus
vencedores harían uso de la “vara de hierro” para quebrantar y
desmenuzar a las naciones, asimismo identifican cuáles naciones sufren,
en carne viva, la intervención directa y literal del jinete con sus “ejércitos
celestiales”. Ya lo hemos indicado previamente en esta explicación: se
trata de “las naciones” reunidas para “guerrear contra el que
montaba el caballo, y contra su ejército” (19:19). Son las mismas que los “tres
espíritus inmundos a manera de ranas, pues son espíritus de demonios”, engañan
con “señales”, reuniéndolas “a la batalla de aquel gran día del Dios
Todopoderoso”; las mismas que se reúnen en “Armagedón”,
conforme a las profecías de la sexta copa “de la ira de Dios” (Apocalipsis
16:12-16). Y, por ende, son las mismas engañadas por Satanás después de los mil
años (Apocalipsis 20:7-10). No se trata de naciones pacíficas o benévolas de
equis tiempo, sino de las totalmente depravadas que quedan después de la súbita
transformación de los santos vivos en la tierra cuando el “Fiel y Verdadero”
está próximo a entrar con sus “ejércitos celestiales”. En ellas no
se encuentran personas sanas, buenas, que respeten a Dios. ¡Todas son “enemigos”
de Cristo y su iglesia! (Apocalipsis 11:7-14). Son los “enemigos” que,
a pesar de los castigos divinos (plagas) traídos sobre ellos para que
recapacitaran, “no se arrepintieron” (Apocalipsis 9:20-21). Por
lo tanto, merecen ser quebrantadas y desmenuzadas “hasta el fin”, hasta
ser acabadas para siempre.
Conclusión
Amado estudiante de la Sagrada Biblia, esta interpretación y aplicación de la
asombrosa promesa hecha a la iglesia de Tiatira me
edifica mucho y me satisface, llenándome de una expectativa sumamente
emocionante. Al triunfar de una vez para siempre sobre el pecado, sobre
Satanás, muriendo “en el Señor”, para luego recibir en la resurrección
cuerpo espiritual e inmortal, o siendo transformado, ¡vendré con el Rey
de reyes en su Segunda Venida, en juicio y castigo fulminante literal para las
naciones perseguidoras de Dios y su pueblo! Mi participación no será la de
observador pasivo, sino activa y personal, como la de quien también tiene “autoridad”,
y, además, “vara” para imponerla. ¡Fantástico! A Dios gracias por esta
promesa de tenerme por digno, al vencer este siervo hasta el fin, de ser
partícipe activo en sus justos juicios contra la bestia, el falso profeta y las
naciones obstinadas en su oposición al Cordero y el Reino espiritual.
Su servidor en Cristo,
Homero Shappley de Álamo.
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