jueves, 6 de febrero de 2014

LA EDAD PATRIARCAL


La edad patriarcal

El mundo de los patriarcas ha sido el punto focal del intensivo estudio de las recientes décadas. Nuevos descubrimientos han iluminado las narra­ciones bíblicas, al suministrar un extenso conocimiento de las culturas con­temporáneas del Próximo Oriente.
Geográficamente, el mundo de los patriarcas está identificado como el del Creciente Fértil. Extendiéndose hacia el norte desde el Golfo Pérsico, a lo largo de las corrientes del Tigris y el Eufrates y sus cuencas y después hacia el sudoeste a través de Canaán hacia el fértil Nilo y su valle, esta zona fue la cuna de las civilizaciones prehistóricas. Cuando los patriarcas surgen en escena en el segundo milenio a. de C, las culturas de Mesopotamia y Egipto, ya ostentaban de un pasado milenario. Con Canaán como el centro geográfico de los comienzos de una nación, el relato del Génesis está interrelacionado con el ambiente de dos tempranas civilizaciones que comienzan con Abraham en Mesopotamia y terminando con José en Egipto (Gen. 12-50).

El mundo de los patriarcas
Los comienzos de la historia coinciden con el desarrollo de la escritura en, Egipto y en Mesopotamia (ca. 3500-3000 a. C). Los descubrimientos ar­queológicos nos han proporcionado una perspectiva que atañe a las culturas que prevalecieron durante el tercer milenio a. C. El período 4000-3000 a. C., o la llamada Edad Calcolítica, está usualmente considerada como civili­zación precinta que descansa poco en materiales escritos. Las ciudades estra­tificadas de tales tiempos indican la existencia de una sociedad organizada. Consecuentemente, el cuarto milenio a. C., que revela la primera creación de grandes edificios, establece los límites de la historia en términos acepta­bles para el historiador. Lo que se conoce de las civilizaciones precedentes, es denominado, con frecuencia, como prehistórico.

Esquema 1 CIVILIZACIONES DE LOS TIEMPOS PATRIARCALES*
Egipto—Valle del Nilo

Palestina y Siria

Valle  del  Tigris-Eufrates  y Asia Menor

Prehistórico—antes del 3200

Período primitivo—3200-2800
Egipto unido bajo las
I y II dinastías.

Antiguo Reino—2800-2250
Dinastías IV-VI
—grandes pirámides
—textos  religiosos

Declive y resurgimiento— 2250-2000
Dinastías  VII-X
Dinastía XI
—poder   centralizador
en Tebas
Reinado Medio—2000-1780
Dinastía XII
—gobierno  central
poderoso con capital
en Menfis y en
Faiyun
Literatura clásica
(Dinastías X-XII)

Decadencia y ocupación—
1780-1546
Dinastías XIII-XIV
—oscuridad
Dinastías XV-XVI
—los hicsos como
invasores  ocupan
Egipto con caballos
y carros de guerra
Dinastía XVII
—los hicsos son
expulsados por los
reyes tebanos

Nuevo Reino—1546-1085
Dinastías XVIII-XX
(Edad Amarna—1400-
1350)

















2100 a.C.



Patriarcas
en


Canaán 1700 a.C.














Los israelitas

están en

Egipto








Cultura sumeria—2800-2400
—primera literatura en Asia
—tumbas reales
—el poder extendido hasta el Mar Mediterráneo

Supremacía Accadia—2360-2160
—Sargon el gran rey
—invasión guti—ca. 2080




Tercera dinastía de Ur—2070-1950 —presión hurriana desde el norte





Primera dinastía babilónica—
1800-1500
(Amoreos o semitas
occidentales, 1750)
Zimri-Lim rey en Mari
(Shamshi-Adad I en Nínive)

Hamurabi—el más grande de
los reyes—1700


Declive de Babilonia

a. Antiguo Imperio Hitita— 1600-1500

b. Reino Mitanni—1500-1370

c. Nuevo Imperio Hitita— 1375-1200

d. Resurgimiento  de  Asiría— 1350-1200

.
* Todos estos datos deben ser considerados sólo como aproximados a la realidad.

EL MUNDO DE LOS PATRIARCAS
Mesopotamia
Los súmenos, un pueblo no semita, controlaba la zona más baja del Eufrates, o Sumer, durante el período de la Primitiva Dinastía, 2800-2400 a. C. Estos sumerios nos proporcionarían la primera literatura de Asia, ya que el mundo cuneiforme sumerio se convirtió en la lengua clásica y flore­ció en la escritura de las culturas de la totalidad de Babilonia y Asiría, hasta aproximadamente el primer siglo a. C. si bien fue hablada de forma discontinuada hasta aproximadamente 1800 a. C. El origen de la escritura sumeria permanece todavía sumido en la oscu[1]ridad. Pudo muy bien haber sido tomada en préstamo de un pueblo anterior, más primitivo, aunque letrado, con respecto al cual, desafortunadamente, no se dispone de textos inteligibles.
La avanzada cultura sumeria de la Primera Dinastía de Ur, la última fase del período de la Primitiva Dinastía, ha sido desenterrada en un cemen­terio excavado por C. Leonard Woolley.[2] Los ataúdes de madera de las gen­tes comunes, en donde se encontraron alimentos, bebidas, armas, utensilios, collares, objetos de adorno en cajitas y brazaletes, sugiere la idea de que aquellas gentes, ya anticipaban una vida después de la muerte. Las tumbas reales contenían una amplia provisión de objetos para la ultratumba, inclu­yendo instrumentos musicales, joyas, ropas, vehículos e incluso sirvientes, que aparentemente bebieron sin violencia de la droga que se les suministró al efecto, quedando sumidos en el último sueño. En la tumba del Rey Abargi se encontraron sesenta y cinco víctimas. Evidentemente, era conside­rado esencialmente religioso el sacrificar seres humanos en el enterramiento de las personas sagradas, tales como reyes y reinas, esperando, en consecuen­cia, el asegurarse la servidumbre en el más allá.
En el campo de la metalurgia, al igual que en las obras artesanas de los joyeros y cortadores de piedras preciosas, los sumerios no tuvieron rival en la antigüedad. Informes comerciales preservadas en las tablas de arcilla, revelan un detallado análisis de su vida económica. Un panel de madera (56x26 cms.) en una de las tumbas, representan escenas tanto de la guerra como de la paz. Los carros guerreros ya estaban en uso para los lanzadores de la jabalina durante el combate. La falange, que tan efectiva­mente fue utilizada por Alejandro Magno, muchas centurias más tarde, ya era conocida por los sumerios. Los principios básicos para la construc­ción, utilizados por los arquitectos modernos, también les resultaban familia­res. Con éxito en los cultivos agrícolas y prósperos en el comercio general, la civilización sumeria alcanzó un avanzado estadio de cultura (2400 a. C.) e indudablemente fue desarrollado a lo largo de un período de varios siglos. Su último gran rey, Lugalzaggisi, extendió el poder sumerio lejos hacia el oeste y alcanzó el Mediterráneo.
Mientras tanto, un pueblo semítico, conocido como el acadio, fundó la ciudad de Acad al norte de Ur sobre el Eufrates. Comenzando con Sargon, esta dinastía semítica, sobrepasó a la sumeria y de esta forma mantuvieron la supremacía por casi dos siglos. Tras haber derrocado a Lugal-zaggisi, Sargon nombró a su propia hija como gran sacerdotisa de Ur en reconocimiento de la diosa-luna Nannar. Así extendió su dominio por toda Babilonia, de tal forma que Finegan habla de él como el "más poderoso monarca" que jamás hubiese gobernado la Mesopotamia.[3]
Su dominio se extendió hasta el Asia Menor.
Que los acadios no tuviesen ninguna hostilidad cultural, parece estar reflejado en el hecho de que adoptaron la cultura de los sumerios. Su escri­tura fue adoptada por la lengua semítica babilónica. Tablillas descubiertas en Gasur, que más tarde fue conocida como Nuzu en tiempo de los huma­nos, los horcos bíblicos, indican que este antiguo período acadio fue un tiempo de prosperidad, en el cual el plan de instalación fue utilizado comercialmente por toda la extensión del imperio. Un mapa de arcilla, entre lo extraído de las excavaciones, es el mapa más antiguo conocido por el hombre.[4]
Bajo la égida de Naram-Sin, el nieto de Sargon, el poder acadio alcanzó su punto culminante. Su estela de victorias puede admirarse en el Louvre de Paris. Contiene el testimonio de sus triunfales campañas en las Montañas Zagros. La supremacía de su gran reino semítico, declinó bajo los gobernan­tes que le sucedieron.
La invasión gutiana procedente del norte (ca. 2080 a. C.), terminó con el poder de la dinastía acadia. Aunque se conoce poco de estos invasores caucásicos, estos ocuparon Babilonia por casi un siglo. Un gobernante en Erech en Sumer, acabó con el poder de los gutianos y preparó el camino para un resurgimiento de la cultura sumeria, que llegó a su máximo esplen­dor bajo la Tercera Dinastía de Ur. El fundador de la dinastía, Ur Nammu, erigió un gran ziggurat en Ur. Ladrillo tras ladrillo, excavados de esta gran estructura (61 por 46 mts. en la base y alcanzando una altura de 24 mts.), tienen escrito el nombre del Rey Ur-Nammu con el título de "Rey de Sumer y Acad". Aquí, Nannar, el dios-luna y su consorte Nin-Gal, la diosa luna, fueron adorados durante la edad dorada de Ur.
Tras un siglo de supremacía, esta dinastía neo-sumeria quedó colapsada y la tierra de Sumer revirtió al viejo sistema de las ciudades-estados. Esto permitió a los amoreos, o semitas occidentales, que se habían ido gradual­mente infiltrando en Mesopotamia, una oportunidad para ganar ascendencia en la cuestión. Virtualmente toda la Mesopotamia fue pronto absorbida por los semitas. Zimri-Lin, cuya capital era Mari sobre el Eufrates, extendió su influencia (1750 a. C.) desde el curso medio del Eufrates en Canaán, como el gobernante del estado más importante. El magnífico palacio de Mari tuvo pronto casi trescientas habitaciones construidas en una extensión de quince acres de terreno; de los desperdicios, los arqueólogos han reco­brado algo así como 20.000 tablillas cuneiformes. Estos documentos de arci­lla que revelan los intereses políticos y comerciales de los gobernantes amoreos, demuestran una eficiente administración de un imperio de altos vuelos.
Sobre el 1700 (a. C.) Hamurabi, que había hecho desarrollar la pequeña ciudad de Babilonia en un gran centro comercial, estuvo en condiciones de conquistar Mari con sus extensos dominios.[5] No solo dominó el alto Eufra­tes, sino que también subyugó el reino de Sami-Adad I, cuya capital estaba en Asur, sobre el río Tigris. Marduc, el rey dios de Babilonia, ganó una prominente posición en el reino. Lo más significativo de los logros de Hamurabi, fue su Código de la Ley descubierto en 1901 en Susa, que había sido tomado por los elamitas cuando cayó el reinado de Hamurabi. Puesto que las antiguas costumbres sumerias estaban incorporadas en esas leyes, es muy verosímil que ellas representen la cultura que prevaleció en Mesopotamia en los tiempos patriarcales. Muchas de las cartas de Hamurabi que han sido descubiertas, indican que fue un eficiente gobernante, emitiendo sus órdenes con claridad y con atención al detalle. La Primera Dinastía de Babilonia (1800-1500 a. C.) se hallaba en su cima, bajo el mando de Hamurabi. Sus sucesores fueron perdiendo gradualmente prestigio hasta la invasión de los casitas, que conquistaron Babilonia en 1500 (a. C.)

Egipto
Cuando Abraham llegó a Egipto, esta tierra podía presumir de una cul­tura de más de un milenio de antigüedad. El comienzo de la historia en Egipto, se inicia usualmente por el rey Menes (3000 a. C.) quien unió dos reinos, uno en el Delta del Nilo y otro en el Valle.[6] Los gobernantes del primero y segundo período dinástico, tuvieron su capital en el Alto Egipto cerca de Tebas.[7] Las tumbas reales excavadas en Abydos, han mostrado vasos de piedra, joyas, vasijas de cobre y otros objetos enterrados con los reyes, reflejando así una alta civilización durante aquel primitivo período. Fue la primera era de comercio internacional en tiempos históricos.
La edad clásica de la civilización egipcia, conocida como el período del Antiguo Reino (2700-2200 a. C.), y que comprende las dinastías III-VI, testifica un número de notables logros. Gigantescas pirámides, las maravillas de los siglos que seguirían, proveen un amplio testimonio de la avanzada cultura de esos primitivos gobernantes. La Pirámide escalonada de Saqqara, la más primitiva gran estructura hecha de piedra, fue construida como un mausoleo real por Inhotep, un arquitecto que también ganó renombre como sacerdote, autor de proverbios y mago. La Gran Pirámide en Gizeh alcanza un techo de 147 metros por una base de casi cuatro hectáreas de base. La gigantesca esfinge que representa al Rey Kefrén de la Cuarta Dinastía, es otra obra que no ha tenido parigual. Los "Textos de las Pirá­mides" inscritos durante la Quinta y la Sexta Dinastía sobre los muros de las cámaras y salones, indican que los egipcios en su adoración al sol se anticiparon a la posteridad. Los proverbios de Pathotep, que sirvió como Gran Visir bajo un Faraón de la Quinta Dinastía, son realmente notables por sus consejos prácticos.[8]
Las siguientes cinco dinastías que gobernaron a Egipto (2200-2000 a. de C.), surgieron en un período de decadencia. Decreció el gobierno centrali­zado. La capital fue trasladada de Menfis a Herakleópolis. La literatura clá­sica de este período refleja un gobierno débil y cambiante. Hacia el fin de este período, la Undécima Dinastía, bajo el agresivo Intefs y Mentuhoteps, se construyó un estado fuerte en Tebas.
El Reino Medio (2000-1780 a. C.) marca la reaparición de un poderoso gobierno centralizado. Aunque nativa para Tebas la Dinastía Duodécima estableció su capital cerca de Menfis. La riqueza de Egipto aumentó de valor por un proyecto de irrigación que abrió el fértil Fayum con su valle para la agricultura. Simultáneamente una enorme actividad en edificar gran­des edificios se produjo en Karnak, cerca de Tebas y en otros lugares del país. Además de promover operaciones de minería para la extracción del cobre en la península del Sinaí, los gobernantes también construyeron un canal que conectaba el Mar Rojo con el Nilo; esto les capacitó para man­tener mejores relaciones comerciales con la costa somalí de África oriental. Hacia el Sur, Nubia fue anexionada hasta la tercera catarata del Nilo y allí se mantuvo una colina comercial fortificada. Los objetos egipcios encon­trados por los arqueólogos en Siria, Palestina y en Creta, atestiguan las poderosas actividades comerciales de los egipcios en la esfera del Medite­rráneo oriental.
Mientras que el Antiguo Reino se recuerda por su originalidad y su ge­nio en el arte, el Reino Medio hizo su contribución en la literatura clásica. Las escuelas de Palacio entrenaban oficiales en leer y escribir durante el próspero reinado de los Amenhemets y Sen-userts de la Duodécima Dinas­tía. Aunque la masa permanecía en la pobreza, resultaba posible para el individuo medio en aquella época de feudalismo entrar al servicio del gobierno por medio de la educación, entrenamiento, y especial capacidad. Los textos de instrucción inscritos en los ataúdes de personas ajenas a la realeza, indican que muchas personas entonces gozaban, de la posibilidad de entrar en "la otra vida". "La historia de Sinuhé" es el más fino ejemplo de la literatura procedente del antiguo Egipcio destinado a entretener. "The Song of Harper" (El Canto del Arpista) es otra obra maestra del Reino Medio, enriquece a los hombres para que gocen de los placeres de la vida.[9]
Dos siglos de desintegración, declive e invasión, siguieron al Reino Me­dio; consecuentemente este período es bastante oscuro para el historiador. Las débiles dinastías XIII y XIV dieron paso a los hicsos o pueblo amurito. estos intrusos, que probablemente llegaron desde el Asia Menor, destruye­ron a los egipcios por medio de carros guerreros tirados por caballos y del arco compuesto, ambas armas desconocidas para las tropas egipcias. Los hicsos establecieron Avaris en el Delta como su capital. Sin embargo, ios egipcios quedaron autorizados para mantener una especie de autoridad en, lebas. Poco después de 1600 a. C., los gobernantes de Tebas se hicieron poderosos, lo bastante como para expulsar a aquel poder extraño y estable­cer la Dinastía XVIII, introduciendo así el Nuevo Reino.

Canaán
El nombre de "Canaán" se aplica a la tierra que existe entre Gaza en el sur y Hamat en el norte, a lo largo de la costa oriental del Mediterráneo (Gen. 10:15-19). Los griegos, en su comercio con Canaán, durante el primer milenio a. C. se refieren a sus habitantes como fenicios, un nombre que probablemente tiene en origen en la palabra griega para designar la "púrpura" designando el color rojizo de un tinte textil desarrollado en Ca­naán. Ya en el siglo XV a. C. el nombre "Canaán" se aplicaba en general la provincia egipcia en Siria o al menos a la costa fenicia, un centro de la industria de la púrpura.[10] Consecuentemente, las palabras "cananeo" y "fenicio" tienen el mismo origen cultural geográfico e histórico. Más tarde, esta zona se conoció como Siria y Palestina. La designación "Palestina" tiene su origen en el nombre "Filisteo".
Con la emigración, de Abraham hacia Canaán, esta tierra llegó a ser el punto focal de interés en el desarrollo histórico y geográfico de los tiempos de la Biblia. Estando estratégicamente localizado entre los dos grandes centros que acunaban las primitivas civilizaciones, Canaán sirvió como un puente natural que eslabonaba Egipto a la Mesopotamia. Con­secuentemente, no es sorprendente encontrar una población mezclada en aquella tierra.[11] Ciudades de Canaán, tales como Jericó, Dotan y otras, fueron ocupadas siglos antes de los tiempos patriarcales.[12] Con el primer gran movimiento semítico (amoreo) en Mesopotamia, parece probable que los amoreos extendieron sus establecimientos hacia la Palestina. Durante el Reino Medio los egipcios avanzaron sus intereses políticos y comerciales hasta llegar a Siria por el norte.[13] Mucho antes de 1500 a. C. el pueblo de Caftor quedó establecido sobre la Llanura Marítima.[14] No menos entre los invasores, fueron los hititas, que penetraron en Canaán procedentes del norte y aparecieron como ciudadanos bien establecidos cuando Abraham compró la cueva de Macpela (Gen. 23). Los refaítas, un pueblo algo obscu­ro más allá de las referencias escritúrales, han sido recientemente identifica­dos en la literatura Urgarítica.[15] Se conoce muy poco respecto a otros habi­tantes que se anotan en el relato del Génesis. La designación "cananea", muy verosímilmente abraza la mixtura compuesta de gentes que ocupaban la tierra en la época patriarcal.

Geografía[16]
Extendiéndose en una longitud de 241 kilómetros desde Beerseba por el norte hacia Dan, Palestina tiene un área de 9.656 kilómetros cuadrados entre el mar Mediterráneo y el río Jordán. La anchura media es de 64 kilómetros con un máximo de 87 desde Gaza hasta el mar Muerto, estre­chándose hasta los 45 kms. en el mar de Galilea. Con la adición de 6.437 kms. Cuadrados al este del Jordán cuya zona es llamada con frecuencia TransJordania, esta tierra comprende aproximadamente 16.093 kms. cuadrados.
Además de tener una situación central y estratégica relativa a los centros de civilización y grandes naciones de los tiempos del Antiguo Testamento, Palestina tiene también una variada topográfica que tuvo un efecto signifi­cativo sobre el desarrollo histórico de los acontecimientos. Por causa de esa situación Palestina estuvo sujeta a los invasores y su neutralidad en manos del poder más fuerte. Los acontecimientos locales con frecuencia surgen de factores de topografía.
Para un análisis de estas características físicas, Palestina puede ser divi­dida en cuatro áreas principales: La llanura Marítima, el País de las Colmas, el Valle del Jordán y la Meseta Oriental.
La llanura Marítima costera consiste en la zona costera del mar Medite­rráneo. La línea de la costa es poco aprovechable para facilidades portuarias; consecuentemente el comercio, en su totalidad, era dirigido hacia Sidón y Tiro, en el Norte. Incluso Gaza, que fue uno de los más grandes centros de comercio de la antigua Palestina y situada solo a cinco kms. del Medi­terráneo, no tuvo tampoco facilidades portuarias. Esta rica tierra a lo largo de la costa, puede fácilmente ser dividida en tres áreas: La llanura de Acó, o Acre, que se extiende al norte desde el pie de las colinas de monte Carmelo por casi 32 kms. con una anchura que varía de 3 a 16 kms. Al sur del monte Carmelo, está la llanura de Sarán, de aproximadamente 80 kms. de longitud, alcanzando un máximo de anchura de 19 kms. La llanura Filistea, comienza a 8 kms. al norte de Joppa, se alarga 113 kms., hacia el sur y se expande ha­cia unos 40 kms. de anchura en dirección a Beerseba.
El País de las Colinas, o la Comarca Montañosa, situada entre el Jordán y su valle y la llanura Marítima, es la más importante sección de Palestina. Las tres zonas más importantes, Galilea, Samaría y Judea, tienen una eleva­ción aproximada que varía desde 610 a 1.220 metros sobre el nivel del mar. Galilea se extiende al sur desde el río Orantes, inmediatamente al este de Fenicia y a la llanura de Acre. Está dotada de un suelo fértil, donde se cultivan las uvas, los olivos, las nueces y otras cosechas, al igual que algunas áreas de pastoreo. Uno de os valles más pintorescos y productivos para el cultivo de las tierras en Palestina separa las colinas de Galilea y Samaría. Conocido como el valle de Jezreel, o Esdraelón, esta zona es vitalmente im­portante en su localización estratégica a través de los tiempos de la Biblia, igual que sucede hoy en nuestros días. Al sudeste del monte Carmelo, esta fértil llanura se extiende aproximadamente por 64 kms., en longitud hacia monte More, desde donde se divide en dos valles y continúa hasta el Jordán. En los tiempos del Antiguo Testamento, los hebreos distinguían entre las zonas oriental y occidental, conocidas respectivamente como los valles de Jezreel y Esdraelón. La ciudad de Jezreel, a unos veinticuatro kms. del río Jordán, marcaba la entrada a este famoso valle. La sección occidental era también conocida por la llanura de Meguido, puesto que el famoso paso entre montañas de Meguido era de crucial importancia para los invasores. Desde la colina de More en el valle de Jezreel, esta fértil llanura puede ver­se con el monte Carmelo en el oeste, monte Tabor hacia el norte y monte Gilboa hacia el sur. El centro geográfico de Palestina, la ciudad colina de Samaría, surge abruptamente, comenzando con monte Gilboa y continúa al sur hacia Betel. Las quebradas colinas y valles de esta fértil elevación, ofrecían un paraíso a los pastores lo mismo que a los que trabajan la tierra en la agricultura. Siquem, Dotan, Betel y otras poblaciones de esta zona eran frecuentadas por los patriarcas. Las tierras altas de Judea se extienden al sur desde Betel aproximadamente a 97 kms. hacia Beerseba con una ele­vación de unos 762 metros en Jerusalén, alcanzando un pico más elevado de casi 914 metros cerca de Hebrón. Comenzando en la vecindad de Beerse­ba, las colinas de Judea se extienden y desparraman en ondulentas llanuras en el gran desierto, con frecuencia mencionado, del Neguev, o tierras del Sur, con Cades-barnea marcando el extremo sur. Hacia el este de las colinas de Judea, está la gran extensión que se designa como "el desierto de Judá". Hacia el oeste de este occidente geográfico está el Siquem, conocido también por las tierras bajas. En esta área estratégicamente importante para la defensa y valiosa económicamente para los cultivos agrícolas estaban situadas las ciudades fortificadas de Laquis, Debir y Libna.
El valle del Jordán representa una de las más fascinantes zonas del mun­do. Más allá, a unos 64 kms. hacia el norte del mar de Galilea, se cierne en la altura monte Hermón con una altitud de 2.793 metros. Hacia el sur, el valle del Jordán alcanza su punto más bajo en el mar Muerto, a unos 389 metros por debajo del nivel del mar. Cuatro corrientes de agua, una procedente de la llanura occidental y tres de monte Hermón, se combinan para formar el río Jordán a unos dieciséis kms., al norte del lago Hule. Desde el lago Hule[17], que estaba a unos seis kms. de longitud y a dos metros por encima del nivel del mar, el río Jordán desciende en un curso de 32 kms. a 209 metros por debajo del nivel del mar hacia el mar de Galilea. Esta masa líquida de aproximadamente 24 kms. de longitud, era también conocida como el mar de Cineret en tiempos del Antiguo Testamento. En una distan­cia de 97 kms. el Jordán, con una anchura media de 27 a 30 metros., zigza­guea hacia el sur en un curso de 322 metros hacia el mar Muerto, cayendo 183 metros más por debajo del nivel marítimo. La zona del valle, que es actualmente un gran paso natural entre dos filas de montañas, es a veces conocida como Ghor. Comenzando con una anchura de seis kms. en el mar de Galilea, se abre hasta once kms. en Betsán, estrechándose hasta unos tres kms. antes de expandirse a veintitrés kms. en Jericó, dentro de ocho kms. del mar Muerto. En los tiempos bíblicos este lago llamado el "Mar Salado" puesto que sus aguas tienen un contenido de un 25 por ciento de sal. Muy verosímilmente el valle de Sidim en el extremo meridional de este mar de 74 kms. de longitud, era el lugar en que estaban ubicadas las ciu­dades de Sodoma y Gomorra en los días de Abraham.[18] Al sur de mar Muer­to, se extiende la región desolada y desértica conocida por el Araba. En los 105 kms. de distancia hasta Petra, este desierto se eleva a 600 metros descendiendo después hasta el nivel del mar a 80 kms. de distancia en el Golfo de Acaba.
La Meseta Oriental, o de TransJordania, puede generalmente ser divi­dida en cuatro áreas principales: Basan, Galaad, Amón y Moab. Basan, con su rico suelo, se extiende al sur de monte Hermón hacia el río Yarmuk en una anchura de 72 kms. y a una elevación de casi 610 metros por enci­ma del nivel del mar. Bajo él, está el bien conocido territorio llamado Ga­laad, con su principal río, el Jaboc. Extendiéndose al nordeste del mar Muerto y hasta donde Jaboc alcanza su máxima altura, está el territorio de Amón. Directamente al este del mar Muerto y al sur del río Arnón, está Moab, cuyos dominios se extendieron mucho hacia el norte en varias ocasiones.

El relato bíblico—Génesis  12-50
El actual consenso de los eruditos conceda a los patriarcas un lu­gar en la historia del Creciente Fértil, en la primera mitad del segundo mile­nio a. C. La aserción de que el relato bíblico consiste en nada más que una leyenda fabricada, ha sido reemplazada por un respeto general para la cali­dad histórica del Génesis 12-50.[19] En gran parte responsables para este re­volucionario cambio, fue el descubrimiento y publicación de las tablillas Nuzu, lo mismo que otras informaciones arqueológicas que se han dado a la luz pública desde 1.925. Aunque no hay una evidencia concreta para iden­tificar cualquier nombre específico o sucesos procedentes de fuentes exter­nas a lo mencionado en los relatos del Génesis, es fácil reconocer que el medio cultural es el mismo para ambos. La sola evidencia para la existen­cia de Abraham procede de la narrativa hebrea, pero muchos eruditos del Antiguo Testamento reconocen ahora su persona por el lugar que ocupa en los principios de la historia hebrea.[20]
La cronología de los patriarcas todavía permanece como un punto dis­cutible. Dentro de este período general, la fecha abogada para Abraham varía desde el siglo XXI al XV. Con las cronologías para esta era en un estado de flujo, será preciso tomar nota de varias apreciaciones respecto a la fecha de los patriarcas.
Sobre la base de ciertas notaciones cronológicas dadas en las Escrituras, la entrada de Abraham en Canaán, se calcula que tuvo lugar en el año 2.091 a. C. Esto permite 215 años para la vida patriarcal en Canaán, 430 años para el cautiverio de Egipto y una temprana fecha para el éxodo de Egipto (1.447 a. C.).[21] La correlación entre los acontecimientos seculares y bíblicos basados sobre esta cronología ha sido sujeta a nuevo ajuste en el cálculo. La teoría, identificando a Amrafel (Gen. 14) con Hamurabi, exige una rein­terpretación de los datos bíblicos con la aceptación de una cronología ba­bilónica más baja.[22]
Aunque Gordon sugiere una fecha más tardía, la Edad Patriarcal parece encajar mejor en el período aproximado de 2000-1750 a. C., de acuerdo con Kenneth A. Kitchen.[23] Resalta que los principales acontecimientos e historia externa tales como la densidad de la población, los nombres de los Reyes Orientales (ver Gen. 14) y el sistema de las alianzas mesopotámicas se comparan favorablemente con los nombres existentes en documentos mesopotámicos y egipcios de este período. Fue también durante ese tiempo en que el Neguev fue ocupado temporalmente.
Una fecha razonable para la emigración de Abraham a Canaán es a principios del siglo XIX a. C. A la vista de la cronología reajustada reciente­mente para el Creciente Fértil, esta fecha parece permitir una mejor corre­lación entre los sucesos bíblicos y los seculares. Esto igualaría la entrada de Jacob y José en Egipto con el período de los hicsos y llevar el tiempo de Abraham, Isaac y Jacob a una más cercana asociación con la era de Hamu­rabi y la cultura reflejada en el Nuzu y en los documentos Mari. Los docu­mentos Mari revelan la situación política en Mesopotamia alrededor de 1750-1700 a. C. Mientras que las tablillas de Nuzu reflejan las instituciones sociales entre los humanos (los horeos bíblicos), alrededor de 1500 a. C., se conoce que algunas de esas costumbres probablemente prevalecieron en la cultura de la Mesopotamia del norte, ya por el año 2000 a. C. La presen­cia de una colonia hitita en los días de Abraham, también apunta a una fe­cha después de 1900 a. C. (Gen. 23).[24] Aunque no se halla respuesta a ningún problema en la fecha del siglo XIX para Abraham, esta perspectiva parece tener lo más importante a su favor.
Sobre la base de los personajes importantes de la narrativa de la edad patriarcal, puede convenientemente ser dividida como sigue: Abraham, Gen. 12:1-25:18; Isaac y Jacob, Gen. 25:19-36:43; José, Gen. 37:1-50:26.

Abraham (Gen. 12:1-26:18)

I. Abraham establecido en Canaán                                                   12:1-14:24
Transición desde Harán a Siquem,
Betel y el País del Sur                                                           12:1-9
Permanencia en Egipto                                                         12:10-20
Separación de Abraham y Lot                                              13:1-13
La tierra prometida                                                               13:14-18
Lot rescatado                                                                        14:1-16
Abraham bendecido por Melquisedec                                  14:17-24
II. Abraham espera el hijo prometido                                               15:1-22:24
El hijo prometido                                                                  15:1-21
El nacimiento de Ismael                                                        16:1-16
La promesa renovada — La alianza y su hijo                       17:1-27
Abraham el intercesor — Lot rescatado                               18:1-19:38
Abraham liberado de Abimelec                                            20:1-18
Nacimiento de Isaac — Expulsión de Israel                         21:1- 21
Abraham habita en Beerseba                                                21:22-34
La alianza confirmada en obediencia                                               22:1-24
III. Abraham provee por la posteridad                                             23:1-25:18
Abraham adquiere un lugar de enterramiento                       23:1-20
La novia para el hijo prometido                                            24:1-67
Isaaac designado como heredero — Muerte de
Abraham                                                                               25:1-18

Mesopotamia, la tierra entre dos ríos, fue el hogar y la patria de Abra­ham (Gen. 12:6; 24:10, y Hechos 7:2). Situada sobre el río Balikh, un tributario del río Eufrates, Harán constituyó el centro de cultura donde vi­vió con sus parientes. Los nombres de la parentela de Abraham, Taré, Nacor, Peleg, Serug y otros, están atestiguados en los documentos Mari y asirios como nombres de ciudades en esta zona.[25] En obediencia al mandato de Dios, de dejar la tierra y parentesco, Abraham dejó Harán para estable­cerse con un nuevo hogar en la tierra de Canaán.
Abraham había vivido en Ur de los caldeos antes de llegar a Harán (Gen. 11:28-31). La identificación más generalmente aceptada de Ur es la moderna Tell el-Muqayyar, que está situada a catorce kms. al oeste de Nasiriyeh, sobre el río Eufrates al sur de Iraq. Se han dado algunas conside­raciones a las notaciones geográficas modernas en los tiempos de Abraham a una ciudad llamada Ur, ubicada al norte de la Mesopotamia.[26] El lugar meridional de Ur (Uri) fue excavado en 1922-34, conjuntamente por el Museo Británico y el Museo de la Universidad de Filadelfia, bajo la direc­ción de Sir Leonard Woolley. Trazó la historia de Ur desde el cuarto milenio a. C. hasta el año 3000 a. C. cuando esta ciudad fue abandonada. En este lugar fueron encontradas las ruinas del ziggurat que había sido construido por el próspero rey sumerio Ur Nammu, quien gobernó por poco tiempo antes del 2000 a. C. Esta ciudad continuó siendo la gran capital de la Terce­ra Dinastía de Ur. La diosa-luna Nannar que fue adorada en Ur fue también la principal deidad en Harán.[27]
La vida de Abraham conduce por sí misma a una variedad de tratamien­tos. Geográficamente se pueden trazar sus movimientos comenzando con la ciudad altamente civilizada de Harán. Dejando a sus parientes, aunque acompañado por Lot, su sobrino, viajó cosa de 647 kms., hacia la tierra de Canaán, donde se detuvo en Siquem aproximadamente a 48 kms. al norte de Jerusalén. Además de una excursión a Egipto obligado por el hambre, Abraham se detuvo en lugares tan bien conocidos como Betel, Hebrón, Gerar y Beerseba. Sodoma y Gomorra, las ciudades de la llanura hacia las cuales emigró Lot, estaban directamente esparcidas al este del País del Sur o Neguev, donde se estableció Abraham.
Frecuentes referencias indican que Abraham fue un hombre de conside­rable riqueza y prestigio. Lejos de ser un nómada errabundo en el sentido beduino, Abraham disponía de intereses mercantiles. Aunque la valoración de sus posesiones está modestamente resumida y expresada en una sencilla declaración "todas las cosas que habían reunido y las almas que habían con­seguido en Harán" (12:5) es muy verosímil que esta riqueza suya estuviese representada por una gran caravana cuando emigró a Palestina. Una fuerza de 318 sirvientes utilizada para libertar a Lot (14:14) y una caravana de diez camellos (24:10) no significa sino una indicación de los recursos con que contaba Abraham.[28] Los sirvientes estaban acumulados por compra, do­nación y nacimiento (16:1; 17:23; 20:14). Sus rebaños y manadas de gana­do en, constante crecimiento, la plata y el oro, y los sirvientes para cuidar tan extensas posesiones, indican que Abraham fue un hombre de grandes medios. Los caudillos palestinos reconocieron a Abraham como a un príncipe con quien podían hacer alianzas y concluir tratados (Gen. 14:13; 21:22; 23:6).
Desde el punto de vista de las instituciones sociales, el relato del Génesis de Abraham resulta un estudio fascinante. Los planes de Abraham para hacer de Eliezer heredero de sus posesiones, puesto que no tuvo un hijo (Gen. 15:2) reflejan las leyes de Nuzu, que determinaban que una pa­reja sin hijos podía adoptar como hijo a un sirviente fiel, que pudiera os­tentar derechos legales y quien podía ser recompensado con la herencia, como pago por sus cuidados constantes y el entierro en caso de fallecimiento. Las costumbres maritales de Nuzu, lo mismo que el código de Hamurabi, proveían que, si la esposa de un hombre casado no tenía hijos, el hijo de una criada podía ser reconocido como legítimo heredero. La relación de Agar con Abraham y Sara es algo típico de las costumbres que prevalecían en Mesopotamia. La preocupación de Abraham por el bienestar de Agar puede también ser explicada por el hecho de que legalmente una criada que pariese un hijo no podía ser vendida para la esclavitud.
Un estudio devocional de Abraham puede resultar altamente provechoso. La promesa séxtuple hecha al patriarca tiene un gran alcance en las im­plicaciones de la historia. La promesa de Dios de hacer con él una gran na­ción se realiza subsiguientemente en los acontecimientos del Antiguo Tes­tamento. "Yo te bendeciré", pronto se hizo una realidad en su experiencia personal. El nombre de Abraham se hizo grande, no solo como padre de los israelitas y mahometanos, sino también como el gran ejemplo de fe para los creyentes cristianos, según los escritos del Nuevo Testamento, en Romanos, Calatas, Hebreos y Santiago. Por añadidura, la actitud del hombre hacia Abraham y sus descendientes habría tenido una directa influencia en la bendición o maldición sobre el género humano; esto aseguró a Abraham un lugar único en el designio providencial para la raza humana. Ciertamente, la promesa de que Abraham sería bendito, fue literal­mente cumplida durante su vida, lo mismo que en los tiempos subsiguientes. Finalmente, la promesa de bendecir todas las familias de la tierra se descu­bre en su alcance a escala mundial cuando Mateo comienza su relato de la vida de Jesucristo, estableciendo que él es el "hijo de Abraham".
La alianza juega un papel importante en la experiencia de Abraham. Nótense las sucesivas revelaciones de Dios tras la promesa inicial a la cual Abraham responde con obediencia. A medida que Dios hace mayor su pro­mesa, Abraham ejerció la fe, que se le reconoce como justicia en Génesis 15. En esta alianza, la tierra de Canaán fue específicamente dada en prenda a los descendientes de Abraham. Con la promesa del hijo, la circuncisión se convierte en el signo del pacto (Gen. 17). Esta promesa de la alianza fue sellada finalmente en el acto de obediencia de Abraham, cuando estuvo dis­puesto a llevar a cabo el sacrificio de su único hijo Isaac (Gen. 22).
La religión de Abraham es un tema vital en los relatos bíblicos, patriar­cales. Procedente de un fondo politeísta donde la diosa-luna Nannar era reconocida como el dios principal en la cultura de Babilonia, Abraham llega a Canaán. Que su familia sirvió a otros dioses queda claramente es­tablecido en Josué 24:2. En Canaán, y en medio de un entorno idólatra y pagano, la meta de Abraham fue la de "construir un altar al Señor". Tras que hubo rescatado a Lot y el rey de Sodoma, rehusó una recompensa, reconociendo que él se hallaba por completo dedicado por devoción única a Dios, el "hacedor de los cielos y la tierra". La íntima comunión y camara­dería existente entre Dios y Abraham está bellamente retratada en el capítulo 18 donde él intercede por Sodoma y Gomorra. Tal vez es sobre la base de Is. 41:8 y Santiago 2:23 que la Septuaginta insertó las palabras "mi amigo" en 18:17. Al paso de los siglos la puerta meridional de Jerusalén, que conduce hacia Hebrón y Beerseba, ha sido citada siempre como la "puerta de la amistad" en memoria de la relación íntima entre Dios y Abraham.
Isaac, el hijo prometido, fue el heredero de todo lo que Abraham poseía. Otros hijos de Abraham, tal como Ismael, de donde descienden los árabes y Madián, el padre de los madianitas, recibieron regalos cuando partieron de Canaán, dejando el territorio a Isaac. Antes de su muerte, Abraham de­jó a Rebeca por esposa de Isaac. Abraham también compró la cueva de Macpela[29], que se convirtió en el sepulcro de Abraham, Isaac y Jacob, así como el de sus esposas.

Isaac y Jacob (Gen. 25:19-36:43)

I. La familia de Isaac                                                                                                25:19-34
Rebeca la madre de los gemelos                                                       25:19-26
            Esaú y Jacob intercambian los derechos de primogenitura               25:27-34
II. Isaac establecido en Canaán                                                                    26:1-33
            La alianza confirmada a Isaac                                                           26:1-5
            Dificultades con Abimalec                                                               26:6-22
            La bendición de Dios sobre Isaac                                                     26:23-33
III. La bendición patriarcal                                                                           26:34-28:9
            Isaac favorece a Esaú                                                                        26:34-28:9
            La bendición robada: inmediatas consecuencias                              27:5-28:9
IV. Las aventuras de Jacob con Labán                                                         28:10-32:2
            El sueño en Betel                                                                              28:10-22
            Familia y riqueza                                                                               29:1-30:43
            La separación con Labán                                                                  31:1-32:2
V. Jacob vuelve a Canaán                                                                             32:3-35:21
            Reconciliación de Esaú y Jacob                                                        32:3-33:17
            Dificultades en Siquem                                                                     33:18-34:31
            Adoración en Betel                                                                           35:1-15
            Raquel enterrada en Belén                                                                35:16-21
VI. Descendientes de Isaac                                                                          35:22-36:43
            Los hijos de Jacob                                                                             35:22-26
            Entierro de Isaac                                                                               35:27-29
            Esaú y su clan en Edom                                                                    36:1-43

            El carácter de Isaac, según se describe en el Génesis, está en, cierta forma obscurecido por los acontecimientos de la vida tanto del padre como del hijo. Con el anuncio de la muerte de Abraham, el lector queda inme­diatamente presentado a Jacob, quien emerge como el eslabón de la suce­sión patriarcal. Puede ser que muchas de las experiencias de Isaac fuesen similares a las de Abraham, por lo que haya poco que narrar al respecto.
            Aunque Isaac heredó la riqueza de su padre y continuó la misma pauta de vida, es interesante notar que se comprometió en cuestiones de agricul­tura cerca de Gerar (26:12). Abraham en cierta ocasión se había detenido en Gerar, en territorio filisteo, pero pasó mucho tiempo en los alrededores de Hebrón. Cuando Isaac comenzó a cultivar la tierra, obtuvo cosechas que le proporcionaron el ciento por uno. Aquel éxito tan poco corriente en las labores del campo, excitó la envidia de los filisteos de Gerar de forma que Isaac tuvo que desplazarse, por considerarlo necesario, hacia Beerseba con objeto de mantener relaciones pacíficas.
            La presencia de los filisteos en Canaán durante los tiempos patriarcales, ha sido considerada un anacronismo. El establecimiento caftoriano en Ca­naán alrededor de 1200 a. C. representó una migración tardía del Pueblo del mar que previamente se había establecido en otras ocasiones durante un largo período de tiempo. Los filisteos se habían establecido en pequeños grupos mucho antes de 1500 a. C. Con el tiempo se mezclaron con otros habitantes de Canaán, pero el nombre de "Palestina" (Filistia) continúa lle­vando el testimonio de su presencia en Canaán. La cerámica caftoriana por todo el sur y la parte central de Palestina, al igual que las referencias litera­rias, testifican la superioridad de los filisteos en las artes y habilidades ma­nuales. En los días de Saúl monopolizaron los trabajos metalúrgicos en Palestina.[30]
            Polémico en conducta, Jacob surgió como el heredero de la alianza. De acuerdo con las costumbres de Nuzu, negoció con Esaú para asegurarse la herencia y sus derechos. Su capacidad de negociador se hace pronto aparen­te en su adquisición de los derechos de primogenitura por el escaso precio de un plato de lentejas. El irreal sentido de Esaú del valor de las cosas, pudo haber sido a la fatiga temporal y al agotamiento de una expedición de caza que no tuvo ninguna recompensa. Por añadidura, Jacob ganó la bendi­ción en el lecho de muerte valiéndose de algún truco y la decepción, instiga­do por Rebeca, su madre. El significado de esta adquisición se comprende mejor por comparación con las leyes contemporáneas que hacían tales ben­diciones orales legalmente valederas. Es de notar, sin embargo, el hecho de que el relato bíblico recargue el énfasis del lugar que ocupa la jefatura familiar por encima de las bendiciones materiales.
            Temiendo el probable matrimonio de Jacob con mujeres hititas lo mismo que la venganza de Esaú, Rebeca concibió e instrumentó un plan para enviar a su hijo favorito a Padan-aram. De camino, Jacob responde a un sueño en, Betel con una promesa condicional para servir a Dios y una tentativa de dar el diezmo de sus rentas. Habiendo recibido una cordial acogida en su hogar ancestral, Jacob entra en un acuerdo con Labán, hermano de Rebeca. De acuerdo con las costumbres de Nuzu, esto podía haber sido más que una simple labor de contrato para el matrimonio. Aparentemente, Labán no tenía un hijo en aquella época, por lo que Jacob fue constituido como he­redero legal. Típico de los tiempos, fue el regalo de Labán de una criada a cada una de sus hijas, Raquel y Lea. La esposa de Labán dio a luz más tarde otros hijos, por lo que Jacob dejó de ser el heredero principal. Aquel giro de los asuntos no fue del agrado de Jacob; deseó marcharse, pero fue disuadido por un nuevo contrato que le abría la posibilidad de obtener ri­queza mediante los rebaños de Labán. En el transcurso del tiempo, Jacob llegó a ser tan próspero, a pesar del reajuste del contrato de Labán, que la relación existente entre el padre y el yerno se alteró.
            Alentado por Dios para volver a la tierra de sus padres, Jacob reunió todas sus posesiones y partió en el momento oportuno cuando Labán se hallaba ausente en un negocio de ganado. Tres días más tarde Labán se enteró de la marcha de Jacob y envió en, su busca. Tras siete días le dio alcance en las colinas de Galaad. Labán estaba grandemente perturbado por la desaparición de sus dioses lares. El terafín, que Raquel había escondido con éxito mientras Labán buscaba las posesiones de Jacob, pudo haber sido más legal que de significación religiosa para Labán.[31] De acuerdo con la ley Nuzu, un yerno que tuviese en su poder los dioses lares podía reclamar la herencia de la familia ante un tribunal. De esa forma Raquel inten­taba obtener cierta ventaja de su marido, al robarle los ídolos. Pero Labán había anulado cualquier beneficio de esa índole por un convenio con Jacob antes de que se separasen.
            Continuando hacia Canaán, Jacob anticipó el terrible encuentro con Esaú. El temor le venció aunque en toda crisis del pasado había terminado con ventaja para él. A punto de no volver Jacob se encaró en una crucial experiencia (32:1-32). Dividiendo todas sus posesiones en el río Jacob, en preparación para el encuentro con Esaú, se volvió hacia Dios en oración. Reconoció humildemente que era inmerecedor de todas las bendiciones que Dios le había otorgado. Pero de cara al peligro, suplicó por su liberación. Durante la soledad de la noche, luchó a brazo partido con un hombre. En esta extraña experiencia, en la cual reconoció un encuentro divino, su nombre fue cambiado por el de "Israel" en lugar de seguir lla­mándose Jacob. Después de eso, Jacob no fue el impostor; en su lugar estuvo sujeto a la decepción y a los sufrimientos por sus propios hijos.
            Cuando llegó Esaú, Jacob se postró siete veces —otra vieja costumbre mencionada en los documentos Ugarísticos y de Amarna— y recibió la segu­ridad del perdón por su hermano. Declinando cortésmente la generosa ayuda ofrecida por Esaú, Jacob continuó lentamente hacia Sucot mientras que Esaú volvió a Seir.
            En ruta hacia el Hebrón, Jacob acampó en Siquem, Betel, y Belén. Aun­que adquirió algunas tierras en Siquem, el escándalo y la perfidia de Leví y Simeón le hicieron imposible el continuar viviendo en aquella región (34: 1-31). Este incidente, lo mismo que el ofensivo de Rubén (35:22), tuvo que ver con la bendición de Jacob por sus hijos (49).
            Cuando recibió instrucciones de Dios para trasladarse a Betel, Jacob preparó para su vuelta a aquel lugar sagrado al suprimir la idolatría de su hogar. En Betel erigió un altar. Allí, Dios renovó la alianza con la segu­ridad de que no solo una nación, sino un grupo de naciones y reyes surgi­rían de Israel (35:9-15).
            Mientras viajaban hacia el sur, Raquel murió al dar a luz a Ben­jamín. Fue enterrada en la vecindad de Belén en un lugar llamado Efrata. Siguiendo su viaje con sus hijos y posesiones, Jacob llegó finalmente al Hebrón, el hogar de su padre Isaac. Cuando murió Isaac, Esaú volvió desde Seir para reunirse con Jacob en el entierro de su padre.
            Los edomitas, aparentemente, contaban con una ilustrativa historia. Poco es lo conocido respecto a ellos, más allá del relato somero relatado en Gen. 36:1-43, lo que indica que tenían diversos reyes incluso antes de que cual­quier rey reinase en Israel. En este aspecto, la narrativa del Génesis dispone de líneas colaterales antes de resumir el relato patriarcal.

José (Gen. 37:1-50:26)

I. José el hijo favorito                                                                       37:1-36
            Odiado por sus hermanos                                                     37:1-24                                   Venida a Egipto                                                                       37:25-36
II. Judá y Tamar                                                                               38:1-30
III. José: esclavo y gobernante                                                         39:1-41:57
            José en prisión                                                                       39:1-20
            Interpretación de los sueños                                                 39:21-41:36
            Gobernante cerca del Faraón                                                41:37-57
IV. José y sus hermanos                                                                   42:1-45:28
            El primer viaje—Simeón tomado en rehén                           42:1-38
            Segundo viaje incluyendo a Benjamín—
            José se identifica a sí mismo                                                 43:1-45:28
V. La familia de José se establece en Egipto                                    46:1-50:26
            Gosén distribuido a los israelitas                                          46:1-47:28
            Las bendiciones patriarcales                                                 47:29-49:27
            El entierro de Jacob en Canaán                                             49:28-50:14
            La esperanza de José para Israel                                           50:15-26

            En una de las más dramáticas narraciones de la literatura mundial, las experiencias de José entreteja la vida patriarcal en Egipto. Mientras que los contactos anteriores habían sido primariamente con el ambiente de Mesopotamia, la transición a Egipto resultó en una mezcla de costumbres consecuencia de aquellas dos formas tan adelantadas de civilización. En esta narrativa, notamos la continuidad de la antigua influencia, la adapta­ción al ambiente egipcio y por encima de todo, toda la guía protectora y de control de Dios en las fascinantes fortunas de José y su pueblo.
            José, el hijo de Raquel, fue el orgullo y la alegría de Jacob. Para mos­trar su favoritismo, Jacob le engalanó con una túnica, aparentemente la marca exterior de un jefe de tribu.[32] Sus hermanos, que ya estaban resentidos contra José por los malos informes que les concernían, fueron incitados por este hecho a un odio extremo. La cuestión llegó a su punto álgido cuan­do José les relató haber tenido dos sueños pronosticando su exaltación.[33] Los hermanos mayores dieron suelta a su rencor jurando quitarse de encima a José a la primera ocasión.
            Enviado por su padre a Siquem, José no pudo encontrar a sus hermanos hasta que llegó a Dotan, aproximadamente a 130 kms. al norte del Hebrón.[34] Tras someterle al ridículo y al abuso, los hermanos le vendieron a los mercaderes madianitas e ismaelitas, quienes en consecuencia, dispusie­ron de él como de un esclavo para Potifar en Egipto. Al mostrársele ensangrentado la capa que vestía José, Jacob lloró y se enlutó por la pérdida de su hijo favorito en la creencia de que había sido muerto por las bestias salvajes (37:1-36).
            El lector queda en suspenso por el bienestar de José con el episodio de Judá y Tamar (38:1-30). Este relato tiene significación histórica, por lo que suministra en pasado genealógico de la línea davídica (Gen. 38:29; Rut 4:18-22; Mateo 1:1). Además de esto, a despecho de la conducta poco ejemplar de Judá, la práctica del levirato es mantenida en el matrimonio. La demanda de Judá de que Tamar fuese quemada por el delito de prosti­tución, puede reflejar una costumbre llevada a Canaán por los indo-euro­peos, tales como los hititas y los filisteos. Las fuentes ugaríticas y mesopotámicas atestiguan el uso de tres artículos para significar la identificación personal. Tamar estableció la culpabilidad de Judá por su impregnación al utilizar su sello, su cinturón y el báculo como prueba. Puesto que la ley hitiía permitía a un padre hacer cumplir las obligaciones del levirato al casar a una nuera viuda, Tamar no fue sometida al castigo bajo la ley local por su estratagema en embrollar el plan de Judas al ignorar sus derechos de ma­trimonio. En la legislación mosaica, la estipulación fue hecha para el matri­monio del levirato (Deut. 25).[35]
            El establecimiento de las experiencias de José en la tierra del Nilo, han quedado mostradas como auténticas en muchos detalles (39-50). Los nombres egipcios y títulos ocurrieron, como podía esperarse. Potifar es de­signado como "capitán de la guardia" o "jefe de los ejecutores" que era usado como el título que se daba a la guardia personal del rey. Asenat (nombre egipcio), la hija de un sacerdote de On (Heliópolis), se convirtió en la esposa de José. Oficiales importantes de la corte egipcia están apropiadamente identificados como "jefe de mayordomos" y "jefe de los panaderos". Las costumbres egipcias están asimismo reflejadas. Siendo José un semita, llevaba barba; pero para su presencia ante el Faraón, tuvo que ser afeitado de conformidad con las formas egipcias. La fina ropa de lino, el collar de oro y el anillo con el sello adornaron a José en la típica forma egipcia cuan­do asumió el mando administrativo bajo la divina autoridad del Faraón. "Abrech", probablemente una palabra egipcia que significa "tomar nota", es la orden para todos los egipcios al producirse el nombramiento de José (Gen. 41:43). El embalsamiento de Jacob y la momificación de José, tam­bién seguían las normas egipcias del cuidado propio de los fallecidos.
            Son también de gran valor los paralelos en la vida de José y en la litera­tura egipcia. La transición de José desde ser un esclavo a convertirse en un gobernante, tiene un gran parecido con el clásico egipcio, "El campesino elocuente". Los siete años de abundancia, en los sueños del Faraón, compor­tan igualmente una gran similitud con una vieja tradición egipcia.[36]
            A todo lo largo de esos años de adversidad, sufrimientos y éxito, la re­lación humano-divina es claramente aparente. Tentado por la esposa de Potifar, José no cedió. No quería pecar contra Dios (Gen. 39:9). En prisión, José confesó francamente que la interpretación de los sueños solo corres­pondía a Dios (40:8). Cuando apareció frente al Faraón, José reconoció que Dios se valía de los sueños para revelar el futuro (41:25-36). Incluso en el hecho de ponerle nombre a su hijo, Manases, José reconoció a Dios como la fuente de su promoción y el alivio de los dolores (41:51). También tomó a Dios en consideración en su interpretación de la historia: al revelar su identidad a sus hermanos, humildemente dio crédito a Dios por llevarle a él a Egipto. No dijo de ningún modo que ellos le habían vendido como esclavo (41:4-15). Después de la muerte de Jacob, José les volvió a dar la seguridad una vez más de que no buscaría venganza alguna. Dios había ordenado los eventos de la historia por el bien de todos (50:15-21).
            La magnificación hecha de Dios por José a través de muchas vicisitudes, fue recompensada por su propia elevación. En la casa de Potifar, fue tan fiel y tan notable y eficiente que fue elevado a la categoría de superinten­dente. Metido en prisión por falsas acusaciones, José pronto fue considerado con responsabilidades de supervisión que utilizó sabiamente para ayudar a sus compañeros de encarcelamiento. A través del mayordomo, quien por dos años falló en recordar su ayuda, José fue llevado súbitamente a la presencia del Faraón para interpretar los sueños del rey. Fue ciertamente un momen­to oportuno: el gobernante de Egipto tenía la necesidad de contar con un hombre como José, que probó su valía. Como jefe administrador, no sola­mente guió a Egipto a través de los años cruciales de la abundancia y del hambre, sino que fue el instrumento adecuado para salvar a su propia familia. La posición de José y su prestigio hicieron posible el distribuir la tierra de Gosén a los israelitas cuando emigraron a Egipto. Aquello fue de una enorme ventaja para ellos, a causa de sus intereses como pastores.
            Las bendiciones de Jacob forman una conclusión que encaja en la edad patriarcal del relato del Génesis. En su lecho de muerte, pronunció su últi­ma voluntad y su testamento. Aunque se hallaba en Egipto, sus bendiciones reflejan la costumbre de la Mesopotamia, el hogar original, donde los pro­nunciamientos orales eran reconocidos como fiel testimonio de fe ante un tribunal. Manteniendo las promesas divinas hechas a los patriarcas, las ben­diciones de Jacob, dadas en, forma poética, tuvieron una significación profética.

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[1] Samuel N. Krammr From tablets of Sumer (Indian Hills, Colo.: The Falcon’s Wing Press 1956
[2] Leonard Woolley. Ur of the Chaldees (Nueva York:  Charles Scribner's Son, 1930), pp. 45-68. Ur E\cavation U The Royal Cemetery, p. 42.
[3] Jack Finegan Llight from the Ancient   Past   (Princeton   University   Press,   1956).
[4] Para los relatos de la vida de Nuzu, ver Edward Chiera, They Wrote on Clay (University of Chicago Press, 1956).
[5] Para la datación de Hamurabi, ver Finegan, op. di. p. 47. Para una más reciente discusión, consultar M. R. Rowton, «The Date of Hamurabi», Journal of Near Eastern Stu-dies, XVII, Núm. 2 (Abril, 1958), pp. 97-111.
[6] El nombre hebreo de Egipto es Mizraim, que indica dos reinos por su dual concepto.
[7] Manetho, un sacerdote de Egipto, bajo Ptolomeo Philadelpho, 285-246, hizo un estu­dio y un análisis de la historia de Egipto. Su división de la historia de Egipto en treinta dinastías se preserva en los escritos de Josefo, 95 a. C., Sextus Julius Africanus 221 a. C. y Eusebius. Para una completa lista de dinastías, ver Steindorff and Seele, When Egypt Ruled the East (rev. ed. University of Chicago Press, 1957), pp. 274-275.
[8] Para la historia de Egipto anterior a 1600 a. C, ver W. C. Hayes, The Scepíer of Egypt, parte I (Nueva York: Harper and Brothers, 1953).
[9] Para su traducción ver James B. Pritchard. Ancient Near Eastern Texis Relating to the Old Testament (Prmceton University Press,   1955),  p. 467.
[10] Ver Merrill F. Unger, Israel and the Arameans of Damascus (Londres: James Clarke & Co., 1957). p. 19.
[11] Comparar Gen. 12:6; 14:13; 15:16; 19-21; 21:34; 23:3, y otros. Aquí están anotados los cananeos, amoreos, canutas, kenizitas, jebuseos, filisteos y otros.
[12] Dotan comenzó en 3000 a. C. Ver Joseph P. Free «The First Season of Excava­ron at Dothan», Bulletw of the American Schools of Oriental Research, Núm. 131, octubre 1953, pp. 16-20. Para localización cronológica de Jericó antes del milenio VI o VII a. C., ver Kathleen M. Kenyon «Digging up Jeríchot> (Londres: Ernest Benn, 1957), pp. 51-76.
[13] Sinuhé, un oficial egipcio durante el Reino Medio, .refleja el contacto con los comerciantes egipcios y residentes en Palestina. Para una traducción de este clásico egipcio, hecha por John A. Wilson, ver James B. Pritchard, Ancient Near Eastern Texts, op. cit. pp. 18-22.
[14] Cyrus H. Gordon, The World of the Oíd Testqment (Garden City: Doubleday & Co., 1958), pp. 121-122. Este pueblo no semita también incluía a los filisteos.
[15] Ibidem, pp. 97-98.
[16] Para, un excelente estudio sobre geografía histórica, ver Dennis Baly. The Geography of the Bible (Nueva York: Harper & Brothers, 1957). Comparar también George Adam Smith íhe Historical Geography of the Holy Land (Londres: Hodder & Stoughton, 1931) y G E Wnght y F. V. Nelson, Atlas Histórico Westminster de la Biblia (El Paso, Texas: Casa Bau­tista de Publicaciones), pp. 17-20.

[17] El lago Hule fue recientemente drenado y utilizado con fines agrícolas.
[18] Ver Nelson Glueck, The Oíher Side of the Jordán (New Haven: American Society of Oriental Research, 1940), p. 114.
[19] J. Wellhausen, Prolegómeno to the History of Israel (3.a edición; Edimburgo), p. 331. De acuerdo con la teoría de Graf-Wellhausen, Abraham, Isaac y Jacob no existieron realmente como individuos históricos, sino que fueron personajes mitológicos cieados por genios literarios entre el 950 y 400 a. C. Moisés puede haber sido un individuo histórico con el que empieza la historia de Israel. (Ver H. Pfeiffer, Jnlroduction to the O'd Testament Nueva York: Harper & Brothers, 1941), Elmer W. K. Mould, Essentials of Bible History (Nue­va York: Ronald Press Co., 1951), p. 32, representa el registro patriarcal como historias triba­les: que no contienen sino una «pequeña historiav en moderna terminología. De acuerdo con Mould. Solo las tribus de Rachel emigraron a Egipto y más tarde entraron en palestina para unirse con las tribus que nunca emigraron a Egipto.
[20] H. H. Rowley Recent Discoveries and the Patriarcal Age en The Servant of the Lord and other Essays on the Oíd Testament (Londres: Luterworth Press, 1952), pp 269-305. Ver también W. F. Albright The Biblical Períod (Pittsburgh, 1950), p. 6: «Pero como en un todo, •a descripción del Génesis es histórica y no hay razón para dudar de la general precisión de los detalles bibliográficos y bosquejos de personalidad que hacen que la edad de los patriarcas surja a las vidas.
[21] Para uri cálculo representativo de las referencias bíblicas e interpretaciones, ver Merrill F. Unger, Archeology and the Oíd Testamen' (Giand Rapids: Zondervan 1954) pp. 105-107).
[22] La nueva baja cíonoiogía fecha a Hammurabi en 1700 a. C., en lugar de 2100 a C (Ver nota al pie, N.° 5.)
[23] Gordon, op. cit., pp. 113-133, fecha el nacimiento de Abraham en la última parte c'e! siglo XV a. C. Aunque Gordor reconoce que el enorme material del Génesis puede ser reconocido como fiable, asume que muchos de los números y años en los relatos hebreos ••on esquemáticos y no pueden ser tomados literalmente. Para una extensiva bibliografía sobre la fecha de la Edad Patriarcal, \er K. Kitchen, Anclent Orient and Oíd Testament. (Chicago-Inter-Varsity Press), 1966, p. 41.
[24] G. Ernest Wright, Biblical Arqueaology (Füadelfia: Westminster Press, 1957), p. 50. Cf. Albright, op. cit.. pp. 3-6.
[25] Esta tierra era también conocida como Padan-aram, de tal forma que el nombre «arameo» fue aplicado a Abraham y a sus familiares. Ver Gen. 25:20, 28:5, 31:20, 24 y Deut. 26:5. También Labán hablaba arameo. Gen. 31-47.
[26] Gordon, op. cit., p. 1?2. Ver también las citas de Nuzu en una tesis no publicada por Loren Fisher en la Universidad de Brandéis. Nuzu Geographical Names.
[27] G. E. Wnght, op. cit , p. 41, observa: «De cualquier modo, estamos seguros al de-cr que el hogar con quienes los patriaicas esiuvieion mis íntimamente relacunados fue Ha­rán, existiendo muy pocas evidencias de cualquier influencia del sur de Mesopotamia sobre sus tradiciones.
[28] Cordón, op. cit., p.  124.

[29] La compra de Abraham de tal propiedad (Gen. 23) refleja la ley hitita. Efrón in­sistió en venderle el campo entero, y así Abiaham se hizo responsable por la tributación y otros impuestos que deseaba evitar, al interesarse sólo por la cueva. Ver J. F. Lehman, Bulletin of ¡he American Schools of Oriental Research, n.° 129 (1953), pp. 15-18. Ver Cordón, op. cit., p. 124 y Wright, op. cit., p. 51.


[30] Gordon, op. cit., pp.  121-123.
[31] Labán distinguía entre los dioses de Nahor y el Dios de Abraham (Gen. 31:29-30). Mientras que Jacob era monoteísta, Labán era politeísta.

[32] «Manto de muchos colores», de acuerdo con la Septuaginta y Targum Jonathan, o una túnica que le llegaba a los tobillos. De ¡as pinturas de la tumba de Bcne Ilassam, mos­trando a los líderes de las tribus semitas que aparecen en Egipto en 1500 a. C, con mantos de diversos colores, ver J. B. Pritchard, Ancient New Easlern Texis in Pictures (Princcton Umversity Press, 1954), fig. 3.
[33] Aunque la duplicidad de sueños era típica en la literatura del Próximo Oriente, estos tuvieron y añadieron una importancia divina en la vicia de José.
[34] Incluso hoy, los pastores llevan sus rebaños desde el sur de Palestina al pozo de IJotan, de acuerdo con J. P. Free, que ha estado excavando Dotan desde 1953. Sobre la lade­ra superior del otero, los niveles 3 y 4 representan ciudades de la época del Bronce Medio (¿000-1600 a. C.). Ver Bulletin of Ihe American Schools of Oriental Research, núms. 135 y 139. Durante la temporada de 1959, el nivel superior, sólo quince centímetros por debajo de la superficie había indicaciones de una reconstrucción, tras una destrucción llevada a cabo por los asirlos en 722 (ver 2.° Reyes 17:5-6). Un segundo nivel puede ser la restauración he­cha tras la invasión asiría del 733, mientras que un tercer nivel sugiere una devastación ante­rior, probablemente por los sirios. Ver. BASOR, Dic., 1959.
[35] Para  más,  detalles,  ver C>rus  H.   Gordon,  op.  di.,   136-137.  También  su  artículo «Épica indoeuropea y hebraica». Erelz-lsrael, V. (1958), 10-15.

[36] Para traducción hecha por John A. Wilson, ver. J. B. Pritchard, Ancíent Near Eas-lern Texis, pp. 31-32.

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