INTEGRIDAD
DE VIDA
Por Léster Davis
La
“integridad” es un concepto irónico. Es una de las virtudes más deseadas
por el cristiano, pero a la vez una de las menos comprendidas. Además,
pocas personas la viven. Las personas que han nacido de nuevo en Cristo
Jesús deben ser los primeros en cultivar y mostrar la virtud de la integridad
mostrada en los “Amigos” de ayer y la importancia hoy en día de ella en las
vidas de los que componen las Iglesias Evangélicas “Amigos”. Los
propósitos específicos son:
1)
definir
la integridad cristiana,
2)
mostrar
su manifestación histórica por los Amigos,
3)
presentar
la necesidad actual de la integridad, y
4)
tratar
unos aspectos de la integridad práctica.
La
palabra “integridad” se encuentra principalmente en el Antiguo
Testamento. Su uso representa “ser completo, perfecto, terminado”.
En Job 31:40, dice, “aquí terminan las palabras de Job”, lo que indica que el
ciclo de sus discursos o defensas es completo. También puede significar
“firmeza moral y ética” (Salmo 19:13). Finalmente, Proverbios 11:3
implica la “inocencia” como otro aspecto de la integridad. En el
Castellano, viene de “íntegro”, que significa “algo que tiene todas sus partes,
honrado, recto, desinteresado”. Otros sinónimos que ayudan a comprender
este concepto son “pureza, virginidad, incorrupción, e indivisibilidad”.
El
testimonio histórico de los “Amigos” enfatiza varios aspectos de una vida
“íntegra” en el diario vivir. Una razón principal que dio inicio al
movimiento “quáquero” fue la falta de integridad en las vidas de los líderes
religiosos en el tiempo de Jorge Fox. La hipocresía que él observó en
ellos fue un factor clave que le condujo a su búsqueda prolongada de Dios.
Jorge Fox anhelaba una vida libre de contradicciones, cuya sed no fue
satisfecha hasta su encuentro con Jesucristo.
Además,
los “Amigos” han luchado para vivir vidas cuyo exterior refleja su
interior. La práctica de la honestidad y la simplicidad en todo el
hablar, en el vestirse, en su concepto de la igualdad de todos los hombres
reflejaban su vida interior. Estas manifestaciones se veían en no jurar o
usar el nombre de Dios en vano, el uso de ropa gris o sin color, y su trato
igual a cada persona, no importando su posición social o económica.
¡Debemos dar gracias a Dios por los buenos principios de los “Amigos” antiguos
en su espíritu pionero de luchar por vivir una vida de integridad delante de
Dios y de los hombres!
LA
NECESIDAD DE VIVIR UNA VIDA DE INTEGRIDAD
La
integridad está estrechamente relacionada con el carácter. Dios tiene
mucho interés en nuestro carácter, es decir, lo que somos (I Samuel
16:7). Ciertamente de lo que somos fluyen las acciones (Proverbios 4:23;
Marcos 7:18-23). De sus hijos, Él demanda la santidad de vida, (I Pedro
1:15,16), Íntimamente relacionada con ella está la integridad. El
salmista entendía que la integridad era un requisito para gozar de la plena
comunión con Dios (Salmo 15:1).
Hoy
en día escasean vidas de integridad; la sociedad está gritando por modelos que
muestren vidas de integridad. La corrupción que vemos en todo nivel de la
sociedad, comenzando con el nivel personal, es demasiada evidente. En
realidad, la vida íntegra es deseada por casi todos, pero relativamente pocos
la están alcanzando.
La
vida de integridad es agradable, no solamente para el que la demuestra, sino
también para los que le rodean; sin embargo, hay una presión fuerte que tiende
a distanciar a las personas de la integridad. Hay una presión continua de
casi todos lados de disculpar la conducta o de transgredir las normas divinas
sobre la integridad. Al ceder a tal presión, uno se desvía del camino
reto y se disculpa deciento, “todos los hacen”. Tal actitud resulta en
una creciente insensibilidad a lo que Dios quiere referente a su conducta y una
creciente brecha entre lo que uno proclama ser y lo que es en realidad.
Para
lograr una sociedad íntegra, la iglesia tiene que mostrar el camino. Son
los hijos de Dios quienes deben ser los ejemplos de vidas de integridad por la
sangre limpiadora de Jesucristo que nos limpia de todo pecado (I Juan
1:7,9). ¡A los hijos de Dios les pertenece el vivir de acuerdo con lo que
son –ésta es la verdadera integridad!
Hemos
discutido qué es la integridad de vida y por qué es importante. Pero nos
queda la inquietud: ¿Cómo, pues, podemos cultivar y llevar vida de
integridad? La última sección intentará contestar esa interrogante.
COMO
CAMINAR HACIA UNA VIDA DE INTEGRIDAD
Posiblemente
Miqueas 6:8 capta mejor que cualquier otro versículo bíblico la esencia de la
integridad cristiana: “Oh hombre, él ha declarado lo que es bueno, y qué pide
Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante
Dios”. El hacer justicia tiene que ver con el trato justo de la gente, no
defraudando, sino dando lo que merece. El amar misericordia es la
benevolencia o bondad hacia otros, haciéndoles un bien cuando merecen
menos. Humillarse ante Dios se manifiesta principalmente en una actitud
permanente de adoración a Dios y plena fe en Él como suficiente en todo para la
vida. El cumplimiento de tales condiciones resultaría en una vida de
integridad en que sería una vida completa, sin contradicción o hipocresía.
LA
NORMA ABSOLUTA
Levítico
19:11 establece unas normas básicas acerca del diario vivir de un hijo de
Dios. El mensaje del versículo es que debe evitar el pecado. Las
tres prohibiciones son de no hurtar, no engañar, no mentir. No hurtar
significa ser generoso o dar más de la cuenta a otros; no engañar es ser veraz
en la forma de actuar en las relaciones con otros; no mentir indica decir la
verdad aunque resulte en daño propio.
NO
HURTAR.
Cuando pensamos en hurtar, generalmente pensamos en el acto de robar.
Pero es necesario comprender que el hurtar puede manifestarse en formas más
sutiles. Éxodo 18:21 habla de la avaricia o deseo para ganancias
deshonestas. Puede existir en el corazón aunque no siempre se manifieste
abiertamente en campo de la acción. Proverbios 11:1 habla de la pesa
falsa. Es una abominación a Dios. La pesa debe ajustarse a la
medida. Esto se aplica en la compra o venta de cosas como granos básicos
o verduras. Otra vez notamos la importancia de vigilar y cuidar el
corazón de actitudes y acciones así contradictorias a las normas de Dios.
EL
ENGAÑO O MENTIRA.
El engaño es la próxima prohibición. Podemos engañarnos a nosotros mismos
(Jeremías 17:9). Otra vez vemos la importancia de velar por el bien del
corazón. Podemos engañarnos por permitir que las influencias, aunque
sutiles, de nuestro ambiente se infiltren en nuestras vidas. Tales
ejemplos incluyen el materialismo, libertinaje sexual, programas no
edificadores de televisión, etc. Por esto debemos exponer nuestros
caminos a la luz y autoridad de Dios y su Palabra (Salmo 139:23,24; Hebreos
4:12,13).
Hay
un refrán que dice, “no se puede engañar a una persona honesta”. Por su
honestidad y pureza en Cristo, el hijo fiel de Dios puede discernir más
fácilmente el engaño en otros. Por eso, para guardar nuestra integridad
es menester no ser engañados por otros. Romanos 16:17,18 habla de los que
causan divisiones. El cristiano debe apartarse de los que lo hacen y
hablan en contra de la doctrina que ha aprendido. A menudo tales personas
hablan en forma atractiva y convincente, pero no sirven a Cristo; más bien
engañan.
Hay
varios tipos de personas que procuran engañar, de los cuales uno debe evitar:
1) los que proclaman ser el Cristo (Marcos 13:5,6); 2) los que causan
divisiones y critican la doctrina evangélica como equivocada (Romanos
16:17,18); 3) los que hablan de cosas maliciosas y de vanidades (Efesios 5:3-6)
y 4) los que practican el pecado como estilo de vida diciendo que son
cristianos (Juan 3:7-10).
Cristo
es nuestro modelo; no hubo engaño en su boca (Isaías 53:9). El mismo dijo
que en quien no hay engaño es bienaventurado por Dios (Juan 1:47). El
engaño es parecido a la mentira. I Pedro 3:10 enseña que los que
disfrutan de la vida abundante no engañan ni mienten. Es así porque tales
cristianos no se meten en choques, desarrollan amistades y confianza más fácil
con otros. Además, la honestidad mantiene limpia la conciencia. Los hijos
de Dios no deben usar la mentira o engaño, sino deben proclamar clara y
sencillamente la verdad, la Palabra de Dios (II Corintios 4:2).
Finalmente,
el que engaña o miente se pone en peligro: 1) de perder poco a poco el
conocimiento de Dios (Jeremías 9:6); 2) de sufrir enfriamiento espiritual, a
tal grado de no querer volver a Dios (Jeremías 8:5); y 3) de dar lugar al
orgullo y la opresión de los pobres (Jeremías 3:27,28).
LA
LENGUA.
Anteriormente vimos que los Amigos, a través de la historia, han practicado y
proclamado la disciplina de la lengua. Debemos seguir su ejemplo.
El evitar el engaño y la mentira está estrechamente relacionado con el buen uso
de la lengua. Sin embargo, por su importancia en la vida de integridad,
se le dará atención especial enseguida.
Santiago
habla del poder de la lengua. En 3:1-10 describe su capacidad de bendecir
o maldecir. El freno en la boca del caballo, el muy pequeño timón de la
nave, y un pequeño fuego son comparados con la lengua. Lo que hay en
común con ellos y la lengua es que son pequeños, pero tienen muchísimo poder
sobre su cuerpo correspondiente. La conclusión de Santiago 3:8 en cuanto
al control de la lengua es que nadie puede domarla. Versículo 9 y 10
hablan de los efectos de la lengua, de bendecir o maldecir.
Marcos
7:19-21 nos enseña que el control de la lengua descansa en el corazón.
Para manejar bien la lengua, hay que guardar el corazón, la cuna de la
integridad. La buena disciplina de la lengua no tendrá resultado en la
persona con un corazón sucio.
Ahora
veamos unos principios acerca del buen uso de la lengua: 1) Tener cuidado de no
hablar demasiado (Proverbios 17:27 y 21:23); 2) Pensar antes de hablar
(Proverbios 29:20); 3) Cultivar el hábito de alabar a Dos con liberalidad por
medio de la lengua (Salmo 145:10-12) y 4) Hablar claramente, no dejando lugar a
duda en su mensaje (Mateo 5:37).
En
conclusión referente al bueno uso de la lengua, cabe mencionar el sometimiento
de ésta al dominio del Espíritu Santo, juntamente con la autodisciplina y el
esfuerzo propio día tras día.
La
vida de integridad cristiana implica la ausencia de conflicto entre el hombre
interior (el corazón) y sus actuaciones, es decir, es la armonía entre los dos.
Otra manera de entender la integridad en los hijos de Dios es la consistencia
entre creencias y acciones. Tal vida se completa en el sentido de no
necesitar más elementos. Cultiva y usa lo que tiene. La integridad
en el diario vivir es indispensable para el testimonio del creyente hacia los
demás y por ende para que Dios sea glorificado por medio de la vida
cristiana. Se han identificado áreas específicas donde la integridad debe
cultivarse, tales como el trato justo y generoso con los demás, como también
las actuaciones y la veracidad al hablar con el prójimo.
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