DANIEL CAPITULO 2
2:1-49 En el segundo año del reinado
de Nabucodonosor, tuvo Nabucodonosor sueños, y se perturbó su espíritu, y se le
fue el sueño
2 Hizo llamar el rey a magos, astrólogos, encantadores y caldeos, para
que le explicasen sus sueños. Vinieron, pues, y se presentaron delante del rey
3 Y el rey les dijo: He tenido un sueño, y mi espíritu se ha turbado
por saber el sueño
4 Entonces hablaron los caldeos al rey en lengua aramea: Rey, para
siempre vive; di el sueño a tus siervos, y te mostraremos la interpretación...
Este capítulo, el
primer capítulo profético del libro de Daniel, habla acerca de la
interpretación de uno de los sueños de uno de los reyes más famosos de la
historia: Nabucodonosor II de Babilonia. En él se hace el primer bosquejo acerca
de la historia del mundo de este libro, el cual se seguirá repitiendo como nos
iremos dando cuenta a medida que sigamos este estudio. A grandes rasgos el
sueño habla de lo siguiente: una estatua gigantesca, cuya cabeza estaba hecha
de oro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y muslos de bronce, sus
piernas de hierro y sus pies de hierro y barro cocido. Todas estas distintas
partes de la estatua son símbolos de imperios que dominarían el mundo a través
de la historia. Pero antes que nada expliquemos algunas cosas que pueden
resultar extrañas. ¿Por qué se le revelan estas cosas a Nabucodonosor, siendo
que él era un rey pagano? La respuesta es muy simple. Dios siempre quiso de
alguna manera especial a Nabucodonosor. Por ejemplo si leemos en Jeremías 25:9
tenemos como Dios habla de Nabucodonosor como su siervo. Él siempre tuvo un
papel preponderante en la historia del mundo y Dios se lo quería hacer saber.
Pero su intención
final no era lograr el engrandecimiento de Nabucodonosor. Al contrario, él deseaba
que se diera cuenta que todo lo que él tenía en este mundo no iba a durar por
siempre y que su destino era igual al de todos los humanos. Todos los grandes
reinos humanos iban en algún momento a desaparecer, dejando en su lugar el
reino perpetuo de Dios. Para lograr hacer entender esto a Nabucodonosor, Dios
usó un excelente instrumento: un sueño. En esa época los sueños eran muy
importantes, ya que se creían medios por los cuales los dioses se comunicaban
con los hombres. Éste sueño conmovió a Nabucodonosor de tal manera que le quitó
la paz mental. Él sabía que ese sueño era algo muy importante y necesitaba
urgentemente que alguien se lo explicara.
Para esto, hizo
llamar a los más grandes magos y astrólogos del reino, pero estos nunca
pudieron saber acerca del sueño. Dios no le iba a revelar a Nabucodonosor un
asunto de tal magnitud mediante astrólogos paganos. Esto en un principio
molestó mucho a Nabucodonosor. En el imperio Babilónico los astrólogos eran
eminencias, todo el mundo los respetaba de una manera especial porque mediante
sus estudios lograban encauzar de algún modo los actos del imperio. Si leemos
Daniel 1 nos daremos cuenta de ese trato especial que reciben los sabios en el
reino. Además veremos que no eran hombres que un día podían llegar y predecir
algo, sino que debían estudiar arduamente durante tres años para lograr conocer
la sabiduría del reino y tener autoridad sobre sus palabras. Todas estas cosas
fueron las que llevaron la ira a Nabucodonosor. No lograba entender cómo unos
hombres tan preparados y respetados no podían cumplir bien su trabajo. Esto
llevó a Nabucodonosor a cometer una locura: ordenar que se matasen a todos los
sabios del reino.
Pero, ¿era esto
realmente una locura? Para nosotros sí, pero recordemos que esto pasó en otra
época, con distintos puntos de vista y distinta forma de actuar. Nabucodonosor
vio la inutilidad de sus sabios. Su trabajo era el de interpretar todas las
cosas que los hombres normales no podían. En este caso no lo hicieron y más
encima cometieron un grave error en su respuesta. Dijeron que los únicos que
podían responder acerca del asunto eran los dioses. ¿Acaso ellos no debían
tener comunicación con esos dioses?
Todas estas cosas
abrieron los ojos del rey acerca del engaño al que su pueblo estaba sumido. Sus
supuestos sabios y astrólogos no eran mediadores entre los dioses y los
hombres, sino que eran sólo unos farsantes. ¿No podría eso ser causa de una
persecución en una época con valores distintos a los nuestros? ¿No se haría
algo así en nuestros tiempos? Tal vez sí. Pero esa persecución tuvo un gran
fin. Daniel, quien era uno de los sabios, al saber que se los iba a matar pidió
que se le dejara ver el caso del rey. Pidió a Dios que le ayudara y le revelara
el sueño de Nabucodonosor.
Ése era el plan de
Dios. Uno de sus siervos más queridos, Daniel (Ezequiel 14:19-20), era el que
debía responder a este problema. Daniel fue donde el rey y le reveló el sueño,
no sin antes dar todo el mérito a la acción de Dios. Entonces, le relata el
sueño. El rey había visto una imagen gigantesca y de terrible aspecto. Su
cabeza era de oro fino, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y muslos de
bronce, sus piernas de hierro y sus pies de hierro y barro cocido. Pero, ¿qué
simbolizaba esta estatua? Algo que al rey le preocupaba mucho: los reinos que
dominarían el mundo. Él siempre había deseado saber quién seguiría después de
él. Si su reino sería perpetuo o si acabaría prontamente. Dios se lo hizo
saber. La cabeza de oro era su símbolo.
El símbolo de uno de
los imperios más grandes de la historia mundial, el cual abarcaba casi todo el
mundo conocido entonces. Un reino cuya grandeza nunca ha sido igualada.
Poseedora de grandes obras arquitectónicas, como su ciudad capital. Un cuadrado
perfecto, según se dice, de 96 kilómetros de perímetro, rodeado de una muralla
de 60 a 90 metros de altura y de 25 de ancho y dueña de los famosos jardines
colgantes, una de las siete maravillas del mundo, mandados a construir por el
mismísimo Nabucodonosor. El oro era una excelente forma de mostrar este reino.
Pero el oro no podía seguir por siempre. Luego vendría otro reino, el imperio
medo-persa, simbolizado por la plata. Este imperio fue menos esplendoroso que
el anterior, de ahí la comparación plata-oro.
Este reino fue más
abarcador que el babilonio, pero tuvo menos riquezas. Luego vino el bronce,
representante del imperio griego de Alejandro Magno. Como se dice, este imperio
dominó gran parte de Europa y Asia, "todo el mundo" conocido. Luego,
el hierro. Una excelente forma de representar al imperio romano. Un imperio
fuerte, que arrasaba con todo a su paso y dominó el mundo con mano dura. Pero
el reino iba a ser dividido. El barro que está con el hierro demuestra como
nunca se ha podido crear un imperio así después del romano.
Como la profecía
dice, han intentado muchas formas de unir reinos como las guerras y alianzas,
pero aún en nuestros días, donde la globalización avanza a pasos agigantados,
aún países europeos siguen dividiéndose como la U.R.S.S., Yugoslavia y
Checoslovaquia. Nunca Europa volverá a unirse bajo un solo rey, hasta que el
Dios del cielo levante su propio reino perpetuo, el cual abarcará todo el mundo
y el universo. Ese día está cerca, así que estemos preparados.
Nabucodonosor quedó
impresionado. Tanto fue su asombro que nombró a Daniel gobernador de Babilonia
y jefe de los sabios. Pero pese a todo engrandeció al Dios de Daniel, "el
Dios de dioses". Esta profecía es la base de todas las siguientes del
libro de Daniel. He ahí su gran importancia y ojalá actuemos como Nabucodonosor
y demos el justo reconocimiento a Dios que nos revela todas estas cosas.
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