Conversión
I. Significado de
Un volverse, o regresar, a Dios.
Las principales palabras para expresar esta idea son, en el AT, sûuÆb_ (trad. “volverse”), y en el NT, strefomai (Mt. 18.3; Jn. 12.40: la
voz media expresa la cualidad refleja de la acción, cf. el francés “se
convertir”); epistrefoµ (usado invariablemente en
II.
El uso en el Antiguo Testamento
El AT habla mayormente de
conversiones nacionales, una vez de una comunidad pagana (Nínive; Jon. 3.7–10),
en las restantes oportunidades de Israel; aunque también hay algunas
referencias a conversiones individuales, además de ejemplos (cf. Sal. 51–13, y
los relatos de Naamán, 2 R. 5; Josías, 2 R. 23.25; Manasés, 2 Cr. 33.12s),
juntamente con profecías de conversiones mundiales (cf. Sal. 22.27). La
conversión en el AT significa, simplemente, volverse a Yahvéh, el Dios del
pacto con Israel. Para los israelitas, miembros de la comunidad del pacto por
derecho de nacimiento, la conversión significaba volver a “Jehová tu Dios” (Dt.
4.30; 30.2, 10) en plena sinceridad de corazón después de un período de deslealtad
a las condiciones establecidas en el pacto. Por lo tanto, en Israel la
conversión constituía, esencialmente, la vuelta de los apóstatas a Dios. La
razón por la cual los individuos, o la comunidad, tenían que “volver al Señor”
era que le habían dado las espaldas y se habían descarriado del camino. Por
esta razón los movimientos nacionales de regreso al Señor se caracterizaban
frecuentemente por la celebración por parte del gobernante y del pueblo de “un
*pacto” que consistía en hacer juntos una nueva y solemne profesión de que en
adelante serían enteramente leales al pacto divino que habían guardado muy
ligeramente en el pasado (como sucedió bajo Josué, Jos. 24.25; Joiada, 2 R.
11.17; Asa, 2 Cr. 15.12; Ezequías, 2 Cr. 29.10; Josías, 2 Cr. 34.31). La base
teológica de estas profesiones públicas de conversión estaba en la doctrina del
pacto. El pacto que Dios había hecho con Israel entrañaba una relación
permanente; el entregarse a la idolatría y al pecado exponía a Israel al
castigo señalado en el pacto (cf. Am. 3.2), pero no podía provocar la anulación
del pacto; y si Israel volvía de nuevo a Yahvéh, él se volvía a ellos con
bendiciones (cf. Zac. 1.3) y la nación era restaurada y sanada (Dt. 4.23–31;
29.1–30.10; Is. 6.10).
Sin
embargo, el AT destaca el hecho de que la conversión comprende más que meras
señales exteriores de pesar y de reforma de costumbres. Una verdadera vuelta a
Dios bajo cualesquiera circunstancias ha de incluir la humillación personal
interior, un verdadero cambio de corazón, y una sincera búsqueda de Dios (Dt.
4.29s; 30.2, 10; Is. 6.9s; Jer. 24.7), y será acompañada por una nueva claridad
en el conocimiento de su ser y de sus caminos (Jer. 24.7; cf. 2 R. 5.15; 2 Cr.
33.13).
III.
El uso en el Nuevo Testamento
En el NT el vocablo epistrefoµ se utiliza una sola vez de
la vuelta a Cristo de un cristiano que ha caído en pecado (Pedro: Lucas 22.32).
En otras partes, los que han caído en pecado son exhortados, no a la
conversión, sino al arrepentimiento (Ap. 2.5, 16, 21s; 3.3, 19), y las palabras
tocantes a la conversión se refieren únicamente a aquella decisiva vuelta a
Dios mediante la cual, por la fe en Cristo, el pecador, sea judío o gentil, se
asegura la entrada presente en el reino escatológico de Dios, y recibe la
bendición escatológica del perdón de los pecados (Mt. 18.3; Hch. 3.19; 26.18).
Esta conversión asegura la salvación que Cristo ha traído. Se trata de un
acontecimiento que ocurre una sola vez y para siempre, y es irrepetible, como
lo indica el uso habitual del aoristo en los modos oblicuos de los verbos
indicados. Se describe como un volverse de la obscuridad de la idolatría, el
pecado, y el dominio de Satanás, para adorar y servir al Dios verdadero (Hch.
14.15; 26.18; 1 Ts. 1.9) y a su Hijo Jesucristo (1 P. 2.25). Consiste en el
ejercicio del *arrepentimiento y la *fe, que tanto Cristo como Pablo vinculan
entre sí para resumir entre ambos la demanda moral del evangelio (Mr. 1.15;
Hch. 20.21). El arrepentimiento significa un cambio de mente y corazón hacia
Dios; la fe significa creer en su palabra y confiar en su Cristo; la conversión
abarca ambas cosas. Por lo tanto, encontramos el arrepentimiento y la fe
ligados a la conversión, el concepto más estrecho con el más amplio
(arrepentimiento y conversión, Hch. 3.19; 26.20; fe y conversión, Hch. 11.21).
Aunque
el NT registra una serie de experiencias de conversión, algunas más violentas y
dramáticas (p. ej. la de Pablo Hch. 9.5ss; la de Cornelio, Hch. 10.44ss; cf.
Hch. 15.7ss; la del carcelero de Filipos, Hch. 16.29ss), otras más tranquilas y
carentes de espectacularidad (p. ej. la del eunuco, Hch. 8.30ss; la de Lidia,
Hch. 16.14), los escritores no muestran mayor interés en la psicología de la
conversión como tal. Lucas dedica espacio a consignar tres relatos de las
conversiones de Pablo y de Cornelio (Hch. 10.5ss; 22.6ss; 26.12ss; y 10.44ss;
11.15ss; 15.7ss) debido a la gran significación de estos acontecimientos en la
historia de la iglesia primitiva, no por algún interés particular en las
manifestaciones que las acompañaron. Los escritores conciben la conversión como
algo dinámico – no como una experiencia, algo que se siente, sino como una
acción, algo que se hace – y la interpretan teológicamente, en función del
evangelio al cual el convertido asiente y responde. Teológicamente la conversión
significa entregarse a esa unión con Cristo que se simboliza con el bautismo:
unión con él en su muerte, lo que trae consigo liberación de la pena y del
dommio del pecado, y unión con él en su resurrección de la muerte, para vivir
para Dios por intermedio de él y caminar con él en novedad de vida por el poder
del Espíritu Santo que mora en el convertido. La conversión cristiana es la
entrega incondicional a Jesucristo como divino Señor y Salvador, y esta entrega
significa que se reconoce que la unión con Cristo es un hecho real y que la
vida debe vivirse en consonancia con esta creencia. (Véase Ro. 6.1–14; Col.
2.10–12, 20ss; 3.1ss.)
IV.
Conclusión general
El volver a Dios en cualquier
circunstancia, considerado psicológicamente, es un acto del hombre mismo, que
elige libremente y que se lleva a cabo en forma espontánea. No obstante,
Bibliografía. G. Bertram, TDNT 7, pp. 722–729; F.
Laubach, J. Goetzmann, U. Becker, NIDNTT 1, pp. 354–362.
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